Cenicientas rebeldes, que en la primera jornada del grupo F se rebelaron contra su previsible destino, Hungría e Islandia vienen de arrastrar el balón por un desierto de fútbol internacional, pero el cajón de la historia les reserva papeles muy distintos (sigue el partido en directo en AS.com). Mientras el equipo nórdico aparece por primera vez en la Eurocopa, los magiares guardan aún la nostalgia de una grandeza imperial coronada por una de las mejores selecciones de la Historia: la de Kocsis, Czibor, Hidegkuti y por supuesto Puskas.
Aquellos tiempos de gloria interrumpida por la derrota en la final del Mundial-54 se difuminaron hasta el vacío. En 1972 Hungría había jugado su última Euro y 14 años después, en México, su último Mundial. Tres décadas de desaparición que despertaron del letargo el martes, con la sabrosa victoria ante un rival, además, de tremenda carga histórica como es Austria. Los astros se alinearon y un gol del exmadridista Szalai, primero que anotaba tras más de 500 días, iluminó ese triunfo, cimentado también entre tres palos excéntricos, los de Kiraly. Un portero de largo pijama y corto Biomanán que nació poco después de la última comparecencia magiar en una Euro.
Mientras Hungría resucita, Islandia nace. Quizás no sea casual: los nórdicos han visto acompañada su recuperación económica por una inesperado brote futbolístico, comenzando por su primera clasificación para un gran torneo (dejó fuera a Holanda) y siguiendo por ese empate ante Portugal que alimentó el lado menos dulce de Cristiano. Con un espíritu indomable, pero sin grandes nombres, Islandia esconde la solera en un banquillo ocupado por el sueco Lars Lagerback, el primero que dirige en cuatro Eurocopas. Y cuenta con la fuerza de, casi literalmente, todo un país: 27.000 islandeses, nada menos que el ocho por ciento de la población total (unos 330.000) empujarán esta tarde a su selección en vivo, desde las gradas del Velodrome marsellés.