No son días de concordia en Bélgica. El derrape inicial ante Italia (0-2) ha enardecido la vieja crítica sobre Wilmots, siempre en la diana desde que asumió el mando en 2012, por el fútbol raquítico que propone impropio de la colección de futbolistas brillantes con los que cuenta. La prensa flamenca (él es valón), como el referente Het Nieuwsblad, carga diariamente contra Mister Yo, el apodo que le han impuesto por su excesivo personalismo. Una encuesta de este periódico antes del torneo subrayaba que el 70% de los aficionados belgas no confiaban en su figura como seleccionador. Seguro que esa cifra se ha disparado. “Me da igual lo que digan de mí”, resolvió Wilmots en cierto tono agresivo. La misma actitud poco conciliadora que mostró al señalar como culpables a Alderweireld, Vermaelen, Fellaini y De Bruyne del fracaso frente a la azzurra.
Se abre, pues, espacio para otros jugadores. Ciman, Nainggolan, y Lukaku apuntan a ser los mártires. Incluso el discutido De Bruyne también podría ser suplente. Meunier, Mertens, Carrasco y Batshuayi, los posibles beneficiados. El dibujo no alterará su fisionomía, a pesar de que la hinchada exige implantar un 3-5-2 sacrificando los laterales.
La pesadumbre de Bélgica contrasta con la convicción de Irlanda (sigue el partido en directo en AS.com). The Green Army, que sufre la baja sensible de Walters, pretende explotar su papel de víctima propiciatoria. “¿Favoritos ante Bélgica? Usted ha estado bebiendo”, contestó a un periodista el lenguaraz Roy Keane, ayudante de O’Neill. Irlanda gustó en el debut contra Suecia (1-1) y sueña con un triunfo que le permita superar por vez primera la fase de grupos de una Eurocopa (no pudo ni en 1998 ni en 2012). Se habla estos días en Dublín del recuerdo de aquella selección de Jack Charlton, capaz de alcanzar los cuartos en el Mundial de Italia 90 y los octavos en EE.UU. 94. Visto lo visto, no parece simple propaganda. No se puede decir lo mismo, hasta ahora, de la aspirante Bélgica.