Sánchez Flores anhela construir y culminar una gran obra que pueda sentir como propia
Quique hizo despegar grandes ciclos en el Atlético de Madrid y el Benfica, pero le falta la guinda. El Espanyol le puede brindar ahora esa oportunidad.
Tratándose de un recién ascendido, dejó al Watford decimotercero —sin pasar apuros por el descenso— y a las puertas de la FA Cup. Y eso, un portazo debió de dar Quique Sánchez Flores cuando la directiva le recriminó que había hecho una mala temporada. Así terminó su aventura inglesa, de un modo ajetreado, igual que su última experiencia en la Liga española, durante un mes y medio a inicios de 2015 al frente del Getafe: los azulones vendieron a Jorge Sammir en contra de su voluntad y él decidió dimitir.
De ese modo, temperamental y de ideas claras, definen a Quique quienes le conocen. Y ambicioso. “Me preparo para hacer cosas muy importantes, porque sé que van a llegar”, relató en una entrevista, en 2013. Tiene ganas de construir un gran proyecto desde el inicio y culminarlo, hacerlo suyo, sentirlo como propio. El Espanyol le puede brindar ahora esa oportunidad que no pudo rubricar, por ejemplo, en el Atlético de Madrid, al que llevó a conquistar una Copa UEFA y una Supercopa de Europa antes de que Diego Simeone siguiera con la gran obra. O en el Benfica, que acabó de despegar tras su marcha.
Tras una carrera prolífica como futbolista, empezando desde el Pegaso y despuntando en el Valencia (con el que ya consiguió ser internacional) y el Real Madrid en el que siguió los pasos de su padre, Isidro —su madre, Carmen Flores, es la hermana de la ‘Faraona’, y su padrino fue nada menos que Alfredo di Stéfano—, Quique salvó holgadamente al Getafe en su debut en Primera, saltó al Valencia (dejándolo tercero y cuarto en sus dos Ligas completas) y en el Benfica conquistó la Copa de la Liga, su primer título. Más éxitos logró en el Al-Ahli, para el que le reclutó Fabio Cannavaro. Y en todas sus aventuras, un denominador común: el gusto por el buen fútbol.