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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 10 DE MAYO

Aquel golazo imposible de Nayim (1995)

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Aquel golazo imposible de Nayim (1995)

El Zaragoza nunca ha ganado la liga, pero en los llamados torneos del KO se ha defendido generalmente mejor. Ha ganado seis veces la Copa, una la Copa de Ferias y, sobre todo, una vez la Recopa, el más valioso trofeo que guarda en sus vitrinas. No ha dado equipos machacones y de regularidad, pero sí ha soltado cada pocos años equipos alegres, artísticos, de ataque, capaces de ganar a cualquiera en esfuerzos concentrados. Así fueron el Zaragoza de «los cinco magníficos», el de los «Zaraguayos» (llamado así porque lo definían la calidad de sus paraguayos Arrúa y Diarte), el de Beenhakker, en el que destacaban Barbas, Señor, Valdano y Amarilla, entre otros, y el de Víctor Fernández, el gran entrenador de la casa. Con él se ganó el Zaragoza el derecho a jugar la Recopa de la temporada 1994-1995, por haber conquistado la Copa el año anterior en la final ante el Celta.

Hizo un buen torneo, y eso que las dos primeras eliminatorias tuvo que jugar en Valencia como campo propio, por una suspensión de la UEFA. En 1992, al término de un Zaragoza-Borussia, una moneda de 25 pesetas había impactado en el árbitro, Ruber Forstinger, y eso motivó la sanción. En esas dos primeras eliminatorias despachó al Gloria Bistrita y al Tatran Prešov. Ya en cuartos dispuso de La Romareda y eliminó al Feyenoord gracias a un 2-0 en el partido de vuelta, tras perder 1-0 en la ida. En semifinales, 3-0 al Chelsea en casa, para sufrir allí y perder 3-1. La final va a ser en un campo de ensueño, el Parque de los Príncipes de París, y ante un rival de tronío, el Arsenal.

Víctor Fernández saca ese día a Cedrún; Belsué, Cáceres, Aguado, Solana; Nayim, Aragón, Poyet; Pardeza, Esnáider e Higuera. El Parque de los Príncipes está abarrotado, con miles de aficionados de ambos finalistas. El partido tiene ritmo y brío. Llega el descanso y 0-0. Segunda mitad: en el 68’, Esnáider hace una fenomenal maniobra y lanza un chutazo desde 25 metros al que no llega Seaman, el meta inglés. Estallido. Pero en el 76’ buena jugada de Parlour por la derecha, centro a Merson, que cede a Hartson, y este fusila a Cedrún: 1-1. Sale Sanjuán por Higuera para refrescar el equipo. Final sin más goles. Prórroga. Primer tiempo de la prórroga sin goles. Segundo tiempo y todo sigue igual. En el 111’, Sanjuán deja paso a Geli. Todo se da casi por terminado cuando a un minuto del final de la prórroga Nayim caza un balón a dos cuartas del suelo, pegado a la banda derecha y a cuarenta metros del marco. Un pensamiento rápido le asalta la cabeza: en Ceuta, cuando empezaba, marcó dos goles pegándole al balón de aire, un poco con el exterior, con lo que coge un vuelo especial. El pensamiento es un relámpago, la acción, otro. Le pega con toda el alma, el balón vuela, se retuerce y cae, llovido, justo por detrás de la mano de Seaman, en la única rendija posible entre esta y el larguero. Quizá el más prodigioso gol que se haya marcado en final europea alguna.

Nayim, ceutí, se había criado en la cantera del Barça, era jugador de la mejor escuela. Su gol se convirtió en una pesadilla para Seaman, y a él le marcó la vida: «No hay día en el que no lo tenga que contar al menos una vez», suele decir. Y es que fue para contarlo.