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REAL SOCIEDAD 2 - RAYO VALLECANO 1

El Rayo cae en Anoeta y ya sólo se aferra a un milagro

Ya no depende de sí mismo en la jornada final: necesita ganar al Levante y que no lo hagan Sporting y Getafe. Marcaron Oyarzabal, Bautista y Javi Guerra.

El Rayo cae en Anoeta y ya sólo se aferra a un milagro
Juan Herrero
LALIGA

Milagro. Dícese de algo no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino. También cabe otra acepción: suceso extraordinario y maravilloso. La derrota del Rayo en Anoeta complica mucho la permanencia, hasta el punto de no depender de sí mismo. Aun venciendo al Levante, los franjirrojos deben esperar a que Getafe (visita el Villamarín) y Sporting (recibe al Villarreal) no ganen. Misión... ¿imposible?

Anoeta estaba llamado a dictar sentencia. Pulgar arriba o abajo. Y eso que la grada estaba con los de Paco. Si la afición visitante entonaba su grito de guerra (‘A las armas’), la réplica de la visitante destilaba buen rollo (‘El Rayo es de Primera’). Ya sobre la arena, los franjirrojos salieron al ataque, con el corazón a mil, aunque los fantasmas del pasado irrumpieron pronto (si es que alguna vez se fueron). Un córner mal defendido terminó en una volea con la zurda de Oyarzabal que ponía el 1-0. Se intensificó el asedio vallecano. La primera clara ocasión estuvo en los pies de Pablo, pero se marchó desviada. Después, lo intentó Embarba, aunque Rulli firmó un paradón.

Vela rubricó una de las jugadas más absurdas de la contienda. El mexicano aprovechó un fallo de Tito para hacerse con el esférico y tras regatear a Juan Carlos tardó en rematar, tanto que Llorente ganó metros para cortar lo que hubiera supuesto la sentencia local. Fue sustituido en el descanso y se llevó una sonora pitada de su público.

Los guardametas fueron cobrando protagonismo. Rulli blocó un cabezazo de Embarba y Juan Carlos frenó un disparo de Oyarzabal. Y las embestidas franjirrojas no conseguían fructificar. Dominio, ocasiones, pero sin tino. El balón se negaba a entrar. Se iba fuera o alto.

Tras el descanso, la sombra del miedo y del descenso se hizo demasiado alargada. La tensión agarrotó las piernas de los rayistas. Zurutuza avisó con un testarazo que se fue alto, pero Bautista no perdonó y aprovechó un pase de Oyarzabal (otra vez él) para sellar el 2-0. De nuevo, una contra. No daban tregua los donostiarras. Sólo había un antídoto posible para agarrase a la vida, salir con todo: Guerra y Manucho.

El malagueño devolvió el aliento al Rayo en el minuto 68. Un golazo (2-1) desde fuera del área devolvía el pulso a la grada, con el corazón congelado. Había esperanza. La conexión Guerra-Miku reactivó al equipo. El venezolano la rozó, Manucho la tuvo en dos ocasiones... La vida y la muerte. El cielo y el infierno. El Rayo se volcó en el área rival, tratando de aprovechar que la Real estaba en inferioridad numérica desde la expulsión de Granero (76’). Pero sin acierto, su destino estaba escrito. Pulgar hacia abajo. Lágrimas y un amargo sabor a despedida.