CAFÉ, COPA Y FÚTBOL | FERNANDO SCHWARTZ
“Cristiano, un jugador primario al lado de Antoine Griezmann”
Fernando Schwartz es un diplomático que vive retirado, dedicado a los libros y a su barco. Sólo rompe su aislamiento para atender al Atlético.
¿Del Atlético?
—De toda la vida. Y fíjese que empecé yendo al Madrid de chiquitín, pero mi hermano, que era del Atleti, me convenció a patadas en el trasero. Tendría cinco años y desde entonces no he dejado de serlo. Luego, en el 51, yo estaba interno en San Sebastián e íbamos a ver a la Real. Me acuerdo que llegó un día el Atleti, ganó allí y a partir de entonces me hice acérrimo.
—Entonces el Atleti y el Madrid eran los dos grandes.
—Era la época de Aparicio, Ben Barek, Escudero. Ese Atleti era una cosa muy seria. Ganó la Liga en el 51.
—¿Y este es el mejor Atleti que ha conocido?
—Sí, sin duda. Tiene tres o cuatro jugadores de primerísima línea: Filipe Luis, Godín, Griezmann, Koke... Godín es sin duda uno de los mejores centrales del mundo. Este es el mejor Atleti que ha habido.
—¿Qué diferencia ve entre el fútbol de ahora y el de los años 50 y 60?
—Ahora los jugadores son mucho más técnicos y los equipos tienen un plan específico. Me da la impresión de que entonces era una combinación de gente que se conocía bien y que metían goles. Ahora se ha perfeccionado la táctica. Hoy el Cholo puede cambiar la aproximación táctica del primer tiempo al segundo, moviendo sus peones y diciendo lo que tienen que hacer. Todo es mucho más ajustado y perfeccionista de lo que el deporte era antes.
—Ha vivido buena parte de la historia del Atlético y ha conocido a casi todos los presidentes: Calderón, Cabeza…
—Cabeza me dijo un día que estaba pensando en hacer una nueva directiva y me preguntó qué tal andaba yo de cuenta bancaria. Y le dije: “Mira, fatal”. Así que no fui de la directiva.
—¿Tuvo mucha relación con los Gil?
—Más con el padre que con Miguel Ángel. Entonces yo iba mucho al Calderón y me recibían las señoritas aquellas en minifalda y me subían a un salón donde en un sofá chester estaba él con su señora llena de joyas. Y él, descamisado con la cadena de oro en el pecho, me veía y se ponía a gritar: “Eh, tú, el inglés, ven para acá”. Era un tipo muy divertido el loco de Gil.
—¿Había mucho mercadeo en los palcos entonces?
—No, nada que ver. Ahora se parecen más a los palcos del fútbol americano, que es donde se origina todo. Allí se manejan inmensas fortunas entre propietarios y patrocinadores y los palcos son fabulosos. Yo estuve una vez y no te lo creías. Era una cosa tremenda. Daban hasta chuletones. Yo creo que eso todavía no ha llegado aquí.
—¿Ha conocido a Florentino Pérez?
—Sí. Le conocía socialmente aquí en Madrid y luego me lo encontraba en Mallorca. Él tiene un barco allí cerca del mío. El suyo era como todo este salón y el mío como esta mesa. Entonces le tomaba el pelo y le decía que cuando quisiera nos los cambiábamos. Y se reía un poco como un conejo porque no creo que le hiciera demasiada gracia. Entonces en la tele yo había declarado mi militancia atlética y creo que Florentino me miraba con sospecha. Un día le invité al programa del Plus y me dijo: “Muchas gracias, me lo voy a pensar”. Nunca vino.
—Acudir a un palco en territorio hostil requiere un ejercicio importante de diplomacia. A no pocos presidentes les tiene que costar.
—Admiro mucho lo que hacen los presidentes. Están codo con codo, charlando animadamente sobre las incidencias del partido mientras en el campo hay un éxtasis difícil de contener. Siempre me pregunto qué estarán pensando realmente, sobre todo el que va perdiendo.
—¿Cómo ve las semifinales de Champions?
—Cuando vimos que tocaba el Barça, y tengo testigos, dije: “nos cepillamos al Barça”. Y, después de oír a Rummenigge decir que somos un asco de equipo, cuando vi que nos tocaba el Bayern dije y tengo testigos: “nos cepillamos al Bayern”.
—¿Qué daría porque el Atlético de Madrid ganara la Champions de una vez?
—¿Qué se me pide? Menos mi barco, lo que quieran.
—¿Podría soportar el Atlético de Madrid otro minuto 93 fatídico en una final?
—Podríamos soportarlo, qué le vamos a hacer. Seguiríamos estando arriba. Siempre que haya un minuto malo, seguirán.
—¿A quién no quiere en la final de la Champions?
—No quiero al Madrid pero es el que vamos a tener.
—¿Volverá Messi y el tridente para rescatar al Barça en este final de liga?
—No es posible pensar que esta gente no vaya a volver. Son tres monstruos. Lo que tiene el Barça es un problema con el entrenador.
—¿Por qué?
—Creo que el Barça no le quedaba grande a Cruyff, no le quedaba grande a Guardiola, pero le queda grande a Luis Enrique. Mi impresión es que Luis Enrique les deja hacer demasiado. Ha decidido que los grandes monstruos se muevan por el campo como les dé la gana. Pues no señor, eso no funciona así.
—¿En el Real Madrid también ocurre?
—En el Real Madrid también ocurre. Además no se puede decir que el Madrid tenga tampoco el mejor entrenador del mundo, ¿no?
—¿Zidane es todavía una incógnita?
—Tengo la sensación de que el Madrid no puede aguantar mucho. Esos espectáculos que da que de repente los futbolistas pierden el norte escandalosamente y están como perdidos por el campo... Eso es culpa del entrenador, igual que en el Barça.
—Hay una clave en el Madrid que es la ambición de Cristiano. ¿Un solo futbolista puede hoy definir un equipo como hacía Maradona?
—¡Maradona era Maradona colega! Cristiano no le llega ni a la suela del zapato. Cristiano es muy buen futbolista pero yo creo que es primario al lado de Messi o de Griezmann...
—¿Cómo?
—… Después de esto me dan la tarjeta de oro para ver todos los partidos del Atleti.
—¿A Cristiano no le incluye en el olimpo de los grandes?
—Sí, porque está entre los grandes. Pero es menos de lo que él cree que es. Le respeto, tiene una musculatura espléndida y unos coches bárbaros, y cuando juega al fútbol y se apoya en sus camaradas está muy bien, es un gran jugador. Pero ‘El Niño’ Fernando Torres, también.
—Ha renacido ‘El Niño’.
—Ha sido cosa del Cholo.
—¿Todo es mérito del Cholo?
—No hay duda. Cuando los cogió eran una pandilla de trabajadores del metal y ha hecho uno de los mejores equipos del mundo. No voy a decir que es el mejor equipo del mundo porque probablemente lo sigue siendo el Barça. O el Madrid si me apuras. Aunque el Madrid está un poco perdido.
—Diplomático, del Atleti y fue usted una gran estrella televisiva.
—Me encantó la televisión porque me permitió conocer a gente que nunca hubiera imaginado. He estado hablando de tú a tú con Jodi Foster, o con Shirley McLaine, Morgan Freeman o con los hermanos Coen, mucha gente extraordinaria.
—¿Llevaron a la gente del deporte?
—Llevamos a ‘Lo + Plus’ a algunos, pero la gente del deporte cuenta pocas cosas. Valdanos aparte, son muy complicados. Valdano nos contó la historia fabulosa de aquel portero que había salido sustituyendo al titular y que paró un penalti poniéndose loco de contento. Hasta el punto de que con el balón bajo el brazo entró en la portería a recoger la gorra. Todavía me río con esa anécdota maravillosa.
—¿Qué le parece el tipo de televisión que se hace ahora?
—Está muy sometida a lo que manda la publicidad. Poco a poco ha ido deshaciéndose cualquier aspiración cultural que hubiera. Hemos rebajado el nivel a programas en los que aparece la princesa del pueblo y todo eso.
—Y en cuanto al panorama político, ¿cómo lo ve?
—Triste porque da la sensación de que nos toman el pelo. Hemos conseguido romper la dicotomía de los dos partidos y después no se actúa en consecuencia y no se admite que en una nueva coyuntura todos cedan y se constituya un gobierno. Lo del PP es otra cosa. Entiendo que los otros partidos no quieran sumarse a una coalición donde se les impone el trágala de Mariano Rajoy. Eso lo entiendo. Y me parece que no lo va a conseguir nunca. Pero que los otros tres no quieran dar su brazo a torcer me parece mal, me parece un escándalo. Engañan a los españoles que quieren tener un gobierno razonable, construido a base de cesiones. Pero ahora entramos en un proceso electoral y vamos a salir de las elecciones igual.
—Es insólita la historia de su novela ‘Héroes de días atrás’. ¿Es cierta?
—Totalmente. Estaba en París, cruzando por el puente de Austerlitz, y vi una placa redonda de latón en la que ponía: “a los combatientes españoles”. Y pensé, qué cosa más rara, ¿quiénes son esos combatientes? Empecé a investigar y me salió esta historia increíble. 150 soldados de la República entrando en París como punta de lanza para liberar a un país ocupado por setenta mil alemanes. ¡150 tíos! Los parisinos se habían rebelado pero fueron estos los que lograron la rendición del gobernador alemán que tenía el encargo de volar todos los puentes. Fueron unos tipos extraordinarios y unos combatientes feroces.
—¿No es un poco contradictorio ser escritor, artista y diplomático?
—Es verdad que la diplomacia a mí me pega poco porque soy muy espontáneo. Una vez, un secretario de estado me dijo: “¿Sabes lo que te pasa? Que te ríes demasiado, y eso se paga. En este negocio no se ríe uno”. En ese momento me di cuenta de que era el momento de marcharme, y me fui.
—¿Le hubiera gustado ser ministro de exteriores?
—Sí, me hubiera gustado, pero me equivoqué muchas veces.
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