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Se cumplen 100 años del debut de Zamora con el Espanyol

La baja de ‘El Grapas’ precipitó, hoy hace un siglo, el debut de un joven portero de 15 años que pronto se erigiría en una gran leyenda: apodos como ‘El Divino’, ‘Il Miracoloso’.

Se cumplen 100 años del debut de Zamora con el Espanyol

Si se pudiera decretar un día en que el fútbol cruzó el umbral de lo humano a lo ‘Divino’, ése seguramente sería el 22 de abril de 1916. Hoy hace un siglo. La fecha del debut, con el Espanyol y en un amistoso ante el Madrid en la calle O’Donnell (1-1), de un jovencísimo Ricardo Zamora. Tanto (tenía 15 años), que los directivos pericos necesitaron convencer a su padre adoptivo para que le dejase viajar a la capital. Y en ese instante comenzó la leyenda de uno de los mejores porteros de la historia y el primer futbolista español universal.

Una carrera mítica que pudo truncarse cuando, a los ocho años, se lastimó un pie mientras jugaba al fútbol con los amigos en un descampado, en la actual Plaça Universitat de Barcelona. A su padrastro no le entusiasmaba el balón, así que Zamora tardó tanto en confesarle la lesión que, para cuando la desveló, tuvieron que operarle de urgencia para librarle de la amputación. Salió adelante.

Sin secuelas, prosperó en el fútbol, aunque como ‘hobby’ y... de delantero. Hasta que otra dolencia, esta vez del portero del Universitari, le llevó a ponerse entre los palos. Ni que decir tiene que lo detuvo todo. Y así, se enroló en el equipo barcelonés, hasta que su calidad llegó a oídos del Espanyol, que necesitaba un guardameta para aquel 22 de abril de 1916, dado que Pere Gibert ‘El Grapas’ (su ídolo y maestro) no podía viajar a Madrid. Con los blanquiazules empezó a jugar asiduamente aquel verano, aún sin escudo en el pecho, ya que, según detalla a ‘AS’ el historiador perico Jordi Puyaltó, empleaba jerseys propios, que se traía de casa... Y que no lavaba si el equipo había ganado. Era otro fútbol.

En 1919, como explicaría él mismo, su padre le pidió en el lecho de muerte que dejase el fútbol para centrarse en los estudios. Lo hizo a medias, pues de tanto practicar pachangas con unos amigos que pertenecían al Barcelona, acabó fichando por ellos. El balompié y él se necesitaban mutuamente.

Hasta que, en 1922, el Espanyol volvió a buscarlo. Los directivos Genaro y Victoriano Oliveras de la Riva se harían cargo personalmente de su ficha (25.000 pesetas más 2.000 de sueldo mensual, un dineral), pero el Barça no le liberaba. Así que se declaró en rebeldía y participó, el 21 de julio, en un amistoso con el Espanyol ante el Palafrugell. Los azulgrana lo rescindieron y la Federación le sancionó por un año, aunque le levantó pronto el castigo para que pudiera jugar con la Selección.

Para entonces ya era ‘Divino’ e incluso había nacido el célebre “1-0 y Zamora de portero”, pues ése fue el resultado del España-Dinamarca de los Juegos de Amberes, en 1920, en los que alcanzó la plata. Aún le quedaban, eso sí, años para recibir el apodo de ‘Il Miracoloso’, en el controvertido Mundial de Italia de 1934. Allí sufrió toda suerte de artimañas, por otra parte, típicas de la época; sin ir más lejos, inventó su famosa ‘zamorana’ (despeje con el codo o el antebrazo) no por frivolidad, sino para zafarse de delanteros que, a fuerza de golpes, le introducían en la portería.

Estrella mediática —en 1926 protagonizó el filme ‘Por fin se casa Zamora’ y en 1941, ‘Campeones’— a raíz de sus paradas y su singular figura (jersey de cuello alto o camisa de pico, gorra, un muñeco de trapo que empleaba de amuleto y ¡guantes!), tras su próspera etapa en el Madrid, de 1930 a 1936 con sus inseparables Ciriaco y Quincoces, estalló la Guerra Civil.

Casi lo fusilan. Los republicanos lo encarcelaron en la Modelo de Madrid por “católico y monárquico”. O, más bien, por escribir artículos en el diario ‘Ya’. Por él intercedió un miliciano, que resultó ser el escritor Pedro Luis Gálvez, cuando le iban a llevar a Paracuellos para fusilarlo.

Se salvó y pudo iniciar, a la vuelta del exilio francés, una fértil carrera en los banquillos: Atlético Aviación, Celta, Málaga, España... Y Espanyol. Porque en su casa cerró el círculo. Antes de fallecer, en 1978, le preguntaron por qué club ficharía si volviera a nacer: “Por el Espanyol”, respondió. Y volvería a ser uno de los dos porteros: “San Pedro en el cielo y Zamora en la tierra”.