CAFÉ, COPA Y FÚTBOL | ÁLVARO URQUIJO
“La Quinta del Buitre fue un regalo para los aficionados”
Álvaro Urquijo, líder de ‘Los Secretos’, es un profesional cuyo talento le permite vivir de la música 35 años después de la ‘movida’. Madridista crítico, charló con AS.
¿‘El bulevar de los sueños rotos’ es una canción sobre una final de Champions perdida?
—No, ja, ja, pero podría serlo. Es una canción dedicada a Chavela Vargas escrita por Joaquín Sabina. Yo tuve la suerte y el honor de hacer la música.
—¿Cómo ve la figura de Zidane al frente de un Madrid en permanente terreno resbaladizo?
—No quiero hablar mal de mi equipo pero yo como profesional pienso que si tú vas a ver un concierto quieres ver al menos un noventa por ciento de esa calidad que se supone que tengo. Lo que no entiendo del Madrid es cómo pueden hacer un fútbol de película y luego convertirse en un guiso deshilvanado, que parece que no se entienden entre ellos o que estuvieran peleados. Esa horquilla de distancia entre lo que se les supone y lo que hacen, creo que ni siquiera Zidane puede saber cómo atajarla.
—¿Es actitud?
—Es como si yo subiera a un escenario poco motivado. Me da pena porque me encanta el fútbol de filigrana, el fútbol bonito que hace el Madrid y que a veces es difícil verlo y no entiendo por qué. Si cobras un dinero y se sabe que tienes categoría, demuestra un porcentaje alto de la misma. Parece como si no tuvieran la conciencia de que si no hacen su trabajo bien se les va a ver. Tendría que ser como los músicos, que si lo haces mal repetidamente es posible que corra la voz, que tus conciertos se vacíen y te quedes en la ruina. Esa sensación no la tienen ellos, creo.
—Quizá porque el seguidor de fútbol es fiel, haga lo que haga su equipo.
—Es como la política. La gente es de un partido y no se cambia hagan lo que hagan sus dirigentes. Somos gente pasional y nos gustan nuestros colores. Todo lo que no somos de patriotas lo somos de futboleros.
—¿Ve capacitado al Madrid para ganar la Champions?
—Sí, sin duda. Poder, puede, otra cosa es que le salga de las narices. Hay jugadores de una talla altísima y han hecho grandes gestas. Lo que me fastidia es la irregularidad. Que me expliquen cómo puede un equipo estar en el cielo y en el infierno con 72 horas de diferencia.
—¿Quién le parece el actor principal de esta liga: Cristiano o Messi?
—Aunque me duela decirlo, Messi ha demostrado con hechos que es un jugadorazo. Cristiano parece como si dependiera más de los tirones de emotividad de todo su equipo. Hay que decir que estamos muy mal acostumbrados con Cristiano, para quien parece normal meter dos o tres goles por partido. Cristiano es más foco de noticias, pero por resultados y regularidad Messi consigue siempre el centro del escenario.
—La ‘movida madrileña’ de la que ‘Los Secretos’ fueron parte destacada coincide con ‘La Quinta del Buitre’.
—Me acuerdo cómo se plantaba Butragueño en el área, quietecito, delante de cinco tíos que no sabían qué hacer. Fue un espectáculo. Nunca entendimos muy bien por qué no consiguieron los títulos más grandes, fue una generación espléndida. Era un regalo para los aficionados. Un fútbol muy moderno que lo practicaban españoles. Hay veces que en un equipo como el Madrid sólo juega un español. No es que sea antiextranjeros, pero me gustaría que hubiera más cantera.
—¿Se ha perdido cierto romanticismo en el fútbol?
—Cuando tiras de talón y el fútbol se convierte en un negocio, los futbolistas pasan de ser meros deportistas a ser estrellas y no sé cómo se digiere eso. Creo que perjudica. El negocio nunca ha sido bueno para determinadas cosas. La industria discográfica en los años setenta era un negocio hecho por músicos para gente que le gustaba la música. A partir de los ochenta, cuando se masifican las ventas y, por ejemplo, los Eagles vendían 18 millones de discos en un mes, las multinacionales se dieron cuenta de que eso era un negocio brutal y convirtieron la música en una industria en lo que menos importaba era la música y más las ventas. Ese problema también ha pasado con el deporte. La mercantilización de los personajes conlleva un desgaste y un riesgo.
—Se dice que ‘la movida’ termina con el 5-0 del Milán al Madrid. Musicalmente, ¿cuándo empieza y cuando acaba?
—No hay una fecha ni de inicio ni de final. En los años ochenta hubo una explosión de talento en el que grupos de todo el mundo sacaban trabajos poderosos cada semana. Aquí hacíamos lo que podíamos porque no había visión del negocio. De hecho yo compré un amplificador para el grupo que valía más dinero que el coche de la familia y aquello indignó a mi padre. Es decir, no había una visión de que estuviéramos formando parte de nada. Simplemente repetíamos lo que escuchábamos en la radio que era música de muy alta calidad y muy diverso color. De ahí, nosotros nunca pensamos en durar 25 años sino en hacerlo bien. Son las canciones las que te mantienen en el tiempo.
—‘Los Secretos’ tenéis una parte de responsabilidad en la explosión de la modernidad en España tras aquel concierto en la Universidad de Caminos.
—Aquello fue una casualidad. Murió Canito y decidimos hacer un concierto que fue retransmitido en directo. La televisión lo sacó y de un concierto entre amigos pasó a ser un escaparate de lo que estaba pasando y cogió una relevancia formidable. Cuatro meses después de eso, estábamos con contrato discográfico. Todos los que participaron allí sacaron un disco en pocos meses. La industria se dio cuenta de que allí había una mina. Salieron muchos discos y muchos muy malos.
—Pero en la música estamos viendo que hay segundas y terceras oportunidades más que en el fútbol.
—El fútbol depende de muchos factores. En la música dependes de ti mismo. Si lo haces bien y juntas los tres valores (profesionalidad, calidad y pundonor) tienes que tener hueco sí o sí. En el fútbol no siempre es así. Puedes ser un magnífico jugador y por lo que sea hartarte de banquillo o estar acribillado por las lesiones.
—El músico tiene la ventaja de la longevidad, el deportista de arrastrar mucho más público.
—Todos los medios están muy pendientes del fútbol. Para la música es difícil salir en los medios a no ser que sea por una tragedia.
—Las drogas marcaron mucho a una generación brillante.
—Lo recuerdo con depresión, el daño que han hecho a la cultura, a tanta gente maja y muy sana. No me quedan más que palabras de desaliento y decepción. Si pienso en la cantidad de amigos míos que no están por culpa de eso me entran escalofríos. Lo que pasa es que la personalidad de los músicos, a diferencia de los deportistas, que es disciplina y cuidarte, se fundamenta en aquello del sexo, drogas y rock and roll. Hubo gente que se lo tomó demasiado en serio. Cuando estás tocando te ves muy solo ante mucha gente y a veces tienes que buscar ayuda y muchas veces equivocadamente se encuentran en las drogas. En cualquier caso el daño que han hecho al mundo de la cultura es desproporcionadamente malo.
—También fue por falta de información. Llegó como una ola de novedad y promesas, y la gente no tenía ni idea.
—Incluso a gente que creía que sabía, terminó pillándole el toro. Y te lo digo porque también gente de la élite del deporte acabó enredada con las drogas y mandando su vida a la mierda. Ha habido muchos casos, demasiados. Es un mal permitido porque se podría haber regularizado y controlado, pero había demasiados intereses de manos negras.
—¿Cómo es posible recuperarse de la muerte de tantos amigos y de la de su hermano?
—No te recuperas. Nosotros desde muy jóvenes entendimos que parte de la vida estaba compuesta por la presencia de la muerte y terminamos conviviendo con ella. Han sido demasiados y demasiado pronto. Dese cuenta que para un grupo de música, tres muertos es una cifra demasiado notable. El devenir de mi vida durante un tiempo fue que cada tres o cuatro años tocaba desgracia. Aprendes a llevarlo.
—¿Ha podido vivir confortablemente de la música?
—No se puede comparar con los futbolistas de élite. Nosotros somos trabajadores de fondo. Te permite vivir siempre si lo haces con profesionalidad y coherencia y consigues tener un público que te siga. Una buena parte de tu vida como músico consiste en reinvertir parte del dinero que ganas en ti mismo, en instrumentos y formación. Nosotros somos propietarios de gran parte de nuestro equipo, porque son piezas que te obligan a exigirte un rendimiento. Es decir, que así en un mal concierto no le puedes echar la culpa al equipo. Eso no todo el mundo lo hace.
—¿Son ustedes empresa?
—Claro, tienes que salir a buscar tus conciertos. A veces te contratan y otras alquilas tú la sala y asumes los gastos. A veces se gana y otras se pierde. Sobre todo si tu concierto coincide con un partido de fútbol.
—La gran faena.
—Nosotros para tocar tuvimos que alquilar el Teatro Real un año antes. Pues bien, cuando faltaba un mes nos pusieron un Madrid–Barça a la misma hora. Y claro, la gente te preguntaba cómo es posible que toques a la misma hora que un Clásico. Así es muy difícil competir.
—¿Cómo se explica que la gente se enganche ahora a ritmos de los ochenta?
—La gente está cansada de productos de consumo y muchos buscan canciones de calidad. Diferenciamos entre grupos, fenómenos mediáticos que son personajes y la obra que son las canciones y que son las que hacen que grupos como Los Secretos estemos 36 años dando conciertos. Somos un grupo que se fundamenta en sus canciones y son ellas las que nos han traído hasta aquí.
—Hablando de canciones... ‘Déjame’ fue su pasaporte.
—Es cierto que esa canción nos permitió tener un éxito enseguida y eso que mi hermano Enrique le cogió manía. Decía que era demasiado comercial y una horterada, pero a todos nos gustó. Nos abrió muchas puertas. A los pocos meses de que saliera el disco hicimos 105 conciertos. Salimos de la escuela para ir directamente a Primera División.