Cristiano huele la Champions
Firmó un póker en 26 minutos para pasar a Zarra y reducir a cenizas al Celta. Segunda parte brutal del Madrid. Completaron la goleada Pepe, Jesé y Bale, que reapareció.
El Madrid sabe que la Liga resulta ya una incomodidad, pero se agradece que lo disimule. La misión consiste en hacerle amena a su afición la espera mientras aparece la Champions, esa competición que, por familiar y según el mensaje oficial, activará quién sabe qué mecanismo que convertirá al equipo en otro, supuestamente mejor. Ya ocurrió en el pasado. Ante el Celta alimentó la fe y regresó a los comienzos de la era Zidane, que salían a fiesta mayor por partido, mientras Cristiano pasaba a Zarra a la velocidad del sonido.
Sin Modric, el mejor productor de su fútbol, el Madrid dispensó un partido sobresaliente, de menos a más, animado por Cristiano y por una nueva oportunidad para los canteranos. Quedan dudas de si estamos ante un impulso tribunero para endulzar la crisis (recuerden los chavales que hizo debutar Mourinho pero que jugaron tan poco que no dieron ni para un cortometraje) o ante un giro progresista, que en fútbol es poner al que mejor lo hace en lugar de al que más costó.
El Madrid se apropió de la pelota pero sólo le dio aire en la segunda mitad. Casemiro anduvo por encima de Kovacic, titular ante la baja de Kroos, tan gripado como griposo. Lucas Vázquez retomó su ambición de Valencia. Cristiano resultó formidable con y sin gol. E Isco, aun lejos de sí mismo, ofrece más que James, en compromiso y en actividad. Mereció el gol en un control y remate con sangre de reptil en el corazón del área. Lo adivinó Rubén Blanco, que antes de ser acribillado dejó estiradas fotogénicas a disparo de Cristiano y cabezazo de Casemiro. Al de Pepe ya no pudo llegar.
Ahí, en el juego aéreo, empezó a capitular el Celta. Nolito fue el sueño de este Barça, lo que indica que está muy cerca del cielo, y dejó algún arranque diábólico. Uno de ellos desembocó en un centro de Orellana y dos remates francos de Aspas, uno al palo y otro al cuerpo de Keylor. Fue la jugada que pudo darle un vuelco al partido y al corazón del Bernabéu. Luego, cuando se lesionó Hernández, se acabaron los virtuosos, con el parentesis del gol del propio Aspas, una vaselina de satén.
En la segunda mitad asomó un Madrid más dispuesto, cooperativo, Cristiano incluido, y que gasta más suela. El portugués imaginó una galopada de Carvajal donde sólo había viento y le pitó una parte del estadio cuando envío el pase a ninguna parte. Su respuesta fue un póker fulminante y variado en 26 minutos: remate lejano, gol de falta, toque a puerta vacía a pase de Isco y cabezazo. El primero lo acompañó de gesto al público por los silbidos. En los otros tres sólo hubo alegría sin reivindicación. Luego llegaron Bale y Marcelo al partido, haciendo piernas para la Champions. El galés retomó su obra en el punto que la dejó: haciendo gol. También Jesé discutió su rebaja en el escalafón. Y el Bernabéu se fue convencido de que hay vida después de la Liga.