Griezmann manda en la capital
Un gol del francés decidió un derbi en el que el Atlético fue muy superior táctica y anímicamente. El Bernabéu estalló contra Florentino después de que fracasara el arreón final. Clos se tragó un penalti de Gabi a Danilo.
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A su manera, tan poco comercial como admirable, el Atlético le explicó al Madrid quién sigue mandando en la capital. El partido tuvo el recorrido que le convino a Simeone, con poca actividad cerca de las porterías, con el público reprochándole a su equipo sus pecados del partido y del pasado, con Isco y James en la cuesta abajo, con Augusto en jefe de operaciones, con Cristiano mal relacionado con el remate y con Griezmann como brazo ejecutor de su equipo. El Madrid dio la bienvenida a la pelea por la cuarta plaza. Música de funeral al que el público puso la letra de “Florentino dimisión”.
El Madrid topó con un Atlético de manual, que primero quiso ser una molestia y después una amenaza. Y se equivocó en el tratamiento. Simeone armó un centro del campo con cuatro mediocentros que llevaron su presión cerca de Keylor con la doble misión de cortar las líneas de suministro del Madrid, evitando que Kroos y Modric tuvieran voz en el partido, y de robar a pocos metros del campo adversario. Aquella orden de alejamiento le salió perfecta. Porque al Madrid le apretó el zapato en la salida y Kroos y Modric resultaron a menudo un grupo escultórico. Tampoco se toleraron contras en aquel zarzal. Y el área del Madrid no le pareció al Atlético la Antártida. Sus puntos más avanzados fueron un intento de gol olímpico de Koke y, sobre todo, un zurdazo de Griezmann con respuesta de trapecista de Keylor.
Al Madrid le faltó el arrebato inicial, inconsciente de que el tiempo se volvería rojiblanco. Paseó la pelota sobre el área atlética sin profundidad ni intención. Aquella jaula no tenía puertas. Sólo jugando a pocos toques y dándole mucho aire al balón era posible descolocar a un equipo que entiende que defender mucho y bien no es desprestigio. El número uno en paciencia, se autodefine Simeone. Pero el Madrid condujo demasiado y encontró poco a Benzema, el único capaz de mejorar lo que recibía. En una media vuelta mordida y cruzada en exceso resumió la mejor ocasión del Madrid en la primera parte, cuando el Bernabéu no veía la salida del cerradísimo túnel. El francés, que llegó al partido de milagro, no volvió tras el descanso.
Esta vez provocó menos rechazo el transplante de Danilo a la izquierda (ante el Athletic fue Carvajal quien cambió el papel). Se ganó el maillot de la combatividad, aunque no mejoró en precisión. Fue a menos conforme el Atlético espesó el partido. Quedó claro que a Isco e James les van más partidos de otra ganadería y que a Cristiano le incomodan los centinelas del Atlético. Sólo en un latigazo a balón parado tan potente como descolocado llamó a la puerta de Oblak antes del descanso.
Peldaño a peldaño
El Atlético, en cambio, fue creciendo con los minutos. Del partido a partido pasó al peldaño a peldaño. Desconectó al Madrid del Bernabéu haciéndose el antipático, especialmente con el trabajo táctico de Gabi y Augusto y apoyándose en el juego de espaldas de Torres. Y puesta en marcha la maquinaria, entraron en escena Griezmann y Koke, sus dos futbolistas más afilados. Al descanso el choque ya se jugaba en las barbas de Neptuno sin llamar a Giménez, Godín y Oblak a la heroica. No hay que equipo que simpatice mejor con el fútbol sin la pelota.
En aquel partido sin áreas fue mejor el equipo de Simeone y también lo pareció en cuanto las porterías entraron en escena. Se le achicó mucho a Cristiano cuando se vio solo ante Oblak, con tiempo y espacio, tras error grueso de Godín, y no aprovechó ni lo uno ni lo otro. Cruzó demasiado su disparo sin reparar que con más generosidad hubiese obtenido más premio.
La respuesta del Atlético fue más solidaria y efectiva. Robó cerca de Keylor, su paraíso, y Griezmann abrió para Filipe, que esperó a que la izquierda del francés anduviese armada para devolverle la pelota. El zapatazo resultó invisible para Keylor. Fue el primer tanto del francés después de cinco partidos. Agua bendita tras la pertinaz sequía. Más en un equipo en que el gol es excepción.
Zidane, más que respuestas, ofreció mensajes. Metió al juvenil Mayoral cuando se rompió Benzema. Iba para Jesé. Y cuando el Atlético se puso por delante, perdió la paciencia con James para darle salida a un futbolista de menos jerarquía, Lucas Vázquez. El Madrid se sentía agostado anímicamente y su entrenador aún más.
De ahí al “Florentino dimisión” sólo faltaba un paso, el que dio Juanfran frente a Keylor Navas y del que salió vivo el costarricense, alías El Equilibrio.
Con Mayoral
Y así, en medio de un concierto de viento que se radicalizó cuando Zidane (cargado de razón) quitó a Isco, por primera vez apareció la pasión el Madrid. Ayudó la presencia de Mayoral. En tarde similar y ante el mismo adversario se presentó en el Bernabéu Raúl. Dicen quienes le monitorizan en Valdebebas que es el mejor de la academia en muchas generaciones. Y cuenta con el empujón de que la cantera florece mejor en las crisis. El chaval se movió bien y disimuló su papel de recién llegado, pero eran otros los encargados de reparar la avería.
En cualquier caso, por primera vez, el Atlético dejó de sentir que el partido se jugaba en la palma de su mano. Cristiano, sin oposición, cabeceó con plástica pero sin intención un remate que murió en las manos de Oblak. Gabi derrapó en el área sobre Danilo y Clos le perdonó un penalti absurdo. Aquella inestabilidad del choque favoreció al Madrid y a Jesé, que fue un verdadero aguador para ese Madrid seco. Fue de banda a banda, ofreciendo desmarque y velocidad ante un adversario orgullosamente fatigado (a las seis de la mañana del jueves pisaba Barajas sin dormir procedente Holanda). Pero esa épica exprés no resultó suficiente esta vez. No quedó minuto 93 al que agarrarse y sí una larga travesía en zona de nadie que sólo abrirá ventanas de aire fresco con la Champions. El resto del tiempo se empleará en debates sobre el futuro que también envolverán a Zidane, del que apenas quedan ya burbujas. El Atlético se siente feliz como lejano perseguidor del Barça y el Madrid puede encontrarse en la sobremesa con el Villarreal a dos puntos, lo que le dejaría sin Liga y sin giras. Un drama.