Diop: "Mi padre se empeñó en que fuese médico"
El mediocentro confiesa que su infancia no es la "típica africana" y que con 17 años se fue a vivir solo a Rennes para cumplir su sueño de ser futbolista.
—El partido que nos hizo más daño fue la goleada ante el Madrid. Después de eso, nos congeniamos para hacer un buen partido en casa y quitarnos el nerviosismo, pero en el minuto 2 ante la Real ya perdíamos. Tenemos buen equipo y no hemos dudado. Cada uno dijo lo que pensó y cambiamos la manera de jugar. Ahora meternos gol es mucho más difícil.
—¿Cree que la victoria ante el Deportivo es el punto de inflexión hacia nuevas metas?
—Nos da oxígeno, pero no hemos hecho nada. Sirvió para darnos cuenta de que este es el camino.
—¿La presión y la desconfianza son el peor enemigo?
—En cada partido hay presión, y eso es bueno porque te motiva. Pero la negatividad es lo peor que le puede envolver a un deportista.
—¿Hay más negatividad en el Espanyol que en otros clubes en los que ha estado?
—El Espanyol es el club más grande en el que he jugado, por historia y por exigencia. Es normal que cuando las cosas vayan bien haya euforia, y cuando no salgan, aparezcan los nervios.
—¿Considera que su infancia le ayudó a ser un jugador con personalidad?
—Mi infancia no es la típica del niño africano que vive y crece en medio de la pobreza. Mi familia era de clase media y tuve una niñez correcta. Mis padres eran educadores sociales.
—Y creció con un balón...
—Empecé a jugar a fútbol pero mi padre no quería. Sacaba buenas notas y me apretó para que fuera médico. Utilizaba el fútbol para motivarme. Me decía: ‘O sacas estas notas o no te dejo jugar’.
—Pero optó por el fútbol.
—Con 15 años querían ficharme en Francia, pero mis padres consideraron que aún era joven. Di el salto con 17 años al Stade Rennais. Vivía solo, jugaba en los juveniles y estudiaba Bachillerato. El primer año fue muy duro porque no renuncié a nada. Me levantaba a las 7:00, iba en bicicleta a estudiar, luego a entrenar, a hacerme la comida y a hacer los deberes y seguir entrenando. Tuve que tomar una decisión.
—Y su padre se enfadó.
—No fui a Francia para estudiar, sino para ser futbolista. Llamé a mi padre y se lo dije. Sabía que no podía hacerlo todo. Ese año me lesioné mucho, me estresaba, apenas dormía... Era imposible. Con 19 años firmé mi primer contrato profesional.
—¿Nunca tuvo problemas de racismo en un país con tantos problemas de este tipo?
—Sí los tuve, como también le pudo ocurrir a Mika (Michael Ciani). Pero esas cosas te hacen más fuerte. Me da igual que la gente sea racista mientras me respeten.
—¿Qué episodio recuerda como el peor de su carrera?
—Lo viví en la Liga hace dos años. Era un Levante-Atlético en el que los visitantes serían campeones de Liga si ganaban. Una parte de la afición del Atlético empezó a gritarme y a decirme cosas. Al acabar el partido, siguieron. Intenté controlarme, pero empecé a bailar y a provocarlos. Se armó una buena. Tuve que salir a dar explicaciones. Mi hija estaba en la grada y lo pasé mal.
—¿Reza en momentos así?
—La religión es una parte importante de mi vida. Me siento muy bien cuando rezo, lo hago cinco veces al día. Sobre todo en los momentos duros.
—¿En las últimas semanas rezó más?
—Lo mismo, pero cuando las situaciones son difíciles intentas meditar o estar más tiempo solo. Es la vida, no puedes vivir siempre situaciones buenas, también hay que no lo son.
—¿Cómo es el fútbol en su país?
—Es el deporte rey. De pequeño, me crié en campos de tierra, pero ahora ya hay más de césped. Qatar y Emiratos invierten para captar jóvenes.
—¿Cuántos hermanos tiene?
—Tengo tres hermanos y tres hermanas. El más pequeño está estudiando para ser médico; en concreto, oftalmología. Para mi padre era su última oportunidad. Él había sido enfermero antes que educador, y aún sigue teniendo debilidad por la medicina. De hecho, tiene un centro en nuestra ciudad para ayudar a personas con problemas. Cuando jugaba en el Levante, hablaba con el doctor para que me diera material y poder ayudarle en verano, cuando volvía a Kaolack.
—Ahora su familia es el Espanyol. ¿Por qué habla tan bien de este vestuario?
—Hasta los que no juegan aportan y te ayudan. Hay muy buena gente. No hay grupos y todos vamos a una.
—Usted hace buenas migas con Ciani. ¿Qué le dice?
—Tengo buena relación. Ambos somos franceses, pero intento hablar de cosas de la vida y dejar a un lado las situaciones que pasan en el equipo. Pero me llevo muy bien con todos mis compañeros.