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MILLÁN SALCEDO

"El mejor Real Madrid que he visto, el de la Quinta del Buitre"

Millán Salcedo pudo alcanzar la gloria como central pero se hizo humorista. Pocos pueden presumir de haber compartido vestuario con Puskas, Juanito o Butragueño.

Millán Salcedo.
Millán Salcedo. Felipe Sevillano

¿Qué va a tomar?

—Algo ligero porque estoy rodeado de achaques.

—Claro, tanto trasnochar es lo que tiene.

—Será por eso, pero yo he trasnochado mucho, sobre todo, porque curraba de madrugada en un montón de salas de fiestas. Pero bueno, aparte del trabajo también me he podido permitir hacer lo que me diera la gana porque siempre he estado soltero y nadie me pedía explicaciones.

—En esas noches se cruzaría con no pocos futbolistas.

—Con bastantes, futbolistas de una generación gloriosa. Yo paraba en un bar que se llamaba Lancaster, que era del gran Goyo Benito, y por allí desfilaban Vicente del Bosque, Camacho, Di Stéfano, no sé, y Juanito, un gran amigo. Por allí íbamos todos los días, y se nos hacía de noche.

—Era otra cultura de fútbol, no cómo la de ahora.

—Disfrutaban más, había más fraternidad no como el cancaneo metrosexual de ahora, ¡buah! Esta obsesión por la imagen, el tatuaje y el piercing me parece bien pero da la sensación de que están más pendientes de las cámaras que de otra cosa. El Bernabéu ha dejado de ser un escenario inexpugnable, ahora cualquiera puede hacer daño al Madrid en su casa. Bueno, con Zidane parece que se está arreglando, veremos qué ocurre cuando vengan los grandes. No puede ser que el Barça te meta cuatro goles y te someta desde el primer minuto.

—¿Volverán los futbolistas con bigote y vello en el pecho y en las piernas?

—Deberían volver, claro que sí. Porque ya está bien de tanto pintón millonario jugando al fútbol. A veces, a mi adorado Real Madrid le llamo el L’oreal Madrid.

—¿Está preocupado por el Real Madrid?

—Soy un madridista inquieto y de Ciudad Real pero esto no se ha acabado, nada está perdido. El problema es el alarmismo que se crea en torno al fútbol y, por supuesto, alrededor del Madrid. Todo se exagera como si el apocalipsis estuviera a la vuelta de la esquina. Este tipo de periodismo deportivo de hoy en día es un disparate. Hay platós por ahí que parecen el de ‘Sálvame’, de Telecinco. Gritan sin sentido todos a la vez y nadie dice nada ilustre.

—No cree en la crisis blanca.

—Hemos tenido una crisis, es posible, pero que nadie olvide que hace muy poco el Madrid fue una vez más campeón de Europa después de aplastar al Bayern en su campo con un 0-4 colosal.

—¿Y dónde ve usted la culpa de estos vaivenes por los que ha atravesado el Madrid con tantos cambios de entrenador y fichajes discutidos?

—No sé, hay demasiada gente opinando alrededor y los futbolistas están sometidos a una presión impresionante. No sé si son capaces de dormir a pierna suelta. Ganan mucho dinero, bien, pero ole sus huevos porque han sabido ganárselo. El personal y los medios asfixian en exceso. A Cristiano Ronaldo, la tarde del partido del Rayo Vallecano en que el Madrid perdía por 1-2 pidió al público que no protestara tanto, le pusieron de vuelta y media, y no es así, Cristiano tenía razón. Vamos a esperar al minuto 90 y que dejen jugar a los muchachos.

—¿La llegada de Zidane al banquillo a qué le suena?

—Yo creo que todo estaba preparado, estaba previsto. Se veía venir porque lo de Benítez, no sé, todo estaba destinado a que se marchara. He sido socio del Madrid durante muchos años, ya me he borrado, y puedo opinar sobre esto. Con todos mis respetos para Benítez, ese hombre no estaba preparado para entrenar al Madrid.

—¿Se borró de socio del Real Madrid por estar cansado del himno de Plácido Domingo?

—Mira, yo soy del himno clásico, el de toda la vida, el de las glorias deportivas que campean por España…¡Hala Madrid, hala Madrid, hala madriiiiiiid! Eso te enerva y te pone en pie. Y de repente viene esa cosa rara de Plácido tan solemne y fuera de sitio. No sé, ¿qué hacemos cuando escuchamos eso, hay que ponerse firmes, bajarse la bragueta?, ¿qué hay que hacer? Ahora han puesto otro igual de raro. Yo no soy antiguo, pero esas cosas me suenan mal. A mí me gusta el himno de siempre, el de las mocitas madrileñas que van alegres y contentas porque juega su Madrid, eso me hace más gracia y me identifico más con mi equipo. Hombre, por favor, que no se pongan tan intensos.

—¿Por qué se borró de socio?

—Cosas de la vida, ya no había amigos con los que ir al estadio, me costaba cada vez más desplazarme y todas esas cosas, porque uno se vuelve cómodo, qué quieres que te diga. En fin, que ahora me gusta mucho más ver el fútbol en el pedazo de tele ese de plasma en mi casa o en la de otros compartiendo calor y panchitos.

—¿Cómo restar tanta intensidad y drama al mundo del fútbol?

—Muy fácil, que vendan ese mensaje que les dicen a los futbolistas en el vestuario y que también me lo han dicho a mí antes de salir a escena: sé tú mismo, juega y disfruta. Que se lo tomen con calma y que se diviertan y pediría a los medios que también se relajaran y no presionaran tanto, no solo al Madrid, sino a todos los equipos. Hay que dejar a la gente que trabaje.

—Usted ha jugado en el Bernabéu y en el Camp Nou, ¿qué se siente?

—Es impresionante. En el Bernabéu, en un partido contra la droga, tuve la sensación de que estaba a punto de ser abducido por una nave gigantesca que venía volando hacía mí. Algo así como Encuentro en la Tercera Fase. Y en el Camp Nou flipé en coloretes. Yo jugaba en la delantera junto a Archibald, entonces Michel saca un córner y me venía a huevo para rematar de cabeza a gol, era gol seguro, te lo digo yo. Joder, habría 100.000 personas ahí viéndolo todo, yo qué sé. Entonces aparece Olmo, ese exjugador del Barça, y…¡zumba! me la quitó. Le dije: joder, Olmo, ¿cómo me haces esto?, déjame rematar. Y salta el tío, ‘sí, te voy a dejar rematar, estás loco’. Se lo tomaba muy en serio y llevaba no sé cuánto tiempo retirado. Yo me tronchaba de la risa.

—¿Habría compartido pareja en escena con Mourinho?

—¡Nunca!, no puedo soportar a ese tipo. Me ha parecido siempre muy desagradable. Es un ególatra, un personaje atrapado por su propio personaje y que estaba convencido de que tenía que ser más protagonista que los futbolistas.

—¿Cuáles son sus primeros recuerdos como madridista?

—Ocurrió en el internado donde estaba de crío en Ciudad Real. Y el padre director, don Nicanor del Valle Álvarez, era más madridista que Bernabéu. Eran los años 60 y ese padre director nos inculcaba la cultura madridista, aparte de otras. Y casi todos los alumnos éramos del Madrid por prescripción facultativa.

—Usted compartió vestuario con Puskas, Del Bosque o Camacho, ¿se imaginó de niño en algún momento tanta gloria?

—¡Nunca! y, por supuesto, todo lo que me ocurrió después como actor. Mira, en uno de los partidos que disputé en el Bernabéu me lesioné y me retorcía de dolor. Cuando quise darme cuenta me vi rodeado de Cruyff, Schuster y Redondo, preocupados por mi estado. Y casi me desmayo, me quedé suspendido en el tiempo, como en Matrix. Y me decía a mi mismo, ¿a quién le cuento yo esto?, ¡por favor, que lo grabe alguien!

—¿Es verdad que le tiró una piedra a Puskas?

—Eso fue en la antigua Ciudad Deportiva del Madrid. Puskas, que éra muy majo pero tenía mala leche, me decía: ¡tú, cómico, cómico, que eres muy chupón! Entonces me cabreé mucho y cogí una piedra y se la tiré, pero no le dí. Me acerqué a él, muy compungido y le dije: Pancho, Pancho, perdóname, y me dice el tío: cómico, eres malo hasta tirando piedras.

—¿Cuál es el mejor Real Madrid que ha visto?

—El Madrid de la Quinta del Buitre. Una vez, tras un Madrid-Sevilla, me invitaron a ir al vestuario y me topé con Sanchís saliendo en pelotas de la ducha y me dijo: ¡Hombre, Millán, qué guapo vas, con traje!, y vino hacia mí y me dio un fuerte abrazo…para mojarme el traje, no por otra cosa. Ese vestuario olía a linimento Sloan, no lo puedo olvidar. Esa Quinta era increíble, qué manera de disfrutar, ganar cinco ligas seguidas no lo ha hecho nadie, ¡cómo jugaban! Y amaba profundamente a Butragueño, era mi ídolo.

—Usted fue defensa central, ¿cómo pararía a Messi?

—Uff, a ver, me colaría la noche anterior al partido a hurtadillas en el estadio con un disfraz de topo y me infiltraría e instalaría trampas por las zonas del campo que suele frecuentar. En fin, no, es imposible, es un jugador tan fantástico que no hay manera humana de pararle.

—Móstoles ha sido muy importante en su vida, ¿Casillas es la empanadilla pérdida de Móstoles?

—No me parece justo el trato que se le ha dado a Iker. La etapa que sufrió con Mourinho fue infame, y que ahora le siga azotando porque el otro día la pifió en un partido con el Oporto, ¡hombre, por favor! Que dejen ya de mirarle con tanta lupa. Es un tío grande y humilde y seguro que le ha dicho a Del Bosque que le lleve de suplente a la Eurocopa.

—Por su culpa Móstoles fue universal para siempre, ¿cómo se lo agradeció el pueblo?

—Siempre con mucho cariño. Actuamos allí en aquella época de la empanadilla y al final nos entregaron un premio que consistía en un tenedor muy bonito con una empanadilla pinchada. El concejal nos lo dio y resulta que era una empanadilla de verdad, y claro, a ver, qué vas a hacer, pues yo le pegué un bocado que no veas.

—Vuelve a escena con ‘En sus trece’, el trece, su número de la suerte, ¿qué nos espera?

—Es una ensalada salpimentada por infinidad de complementos. El principal, el aceite, para “aceite de reír”. Esa es mi intención, hacer que la gente se ría. Estoy solo en el escenario, que eso es la hostia, con un pianista que me apoya y me guía durante la actuación.

—¿A qué huele el humor manchego?

—Huele a pisto, a pisto que apesta de lo agradable que es. Y a berenjena de Almagro, que hay que saber comérsela.