El Atleti, campeón de invierno
Griezmann, tras una pared sensacional con Vietto, y Carrasco, en jugada individual, toman Balaídos en la segunda mitad y recuperan el liderato. Augusto, titular, estuvo a la altura.
Era el partido de Augusto pero fue el de Griezmann. Existen 70 maneras de llamar a la lluvia en gallego y ayer muchas de ellas cayeron sobre Vigo. Porque llover, llovió todo el domingo. A ratos, froallo, chuvisca o, lo que es lo mismo, lluvia fina. A ratos, potente chaparrada. Pero, justo cuando empezó el partido, se apagó la lluvia y comenzó otra tormenta, la que sobre el césped desató Antoine Griezmann. Fue un torrente de fútbol que ahogó al Celta. El de Griezmann y el Atlético al que, por cierto, pueden llamar también campeón de invierno.
La importancia de Griezmann en este equipo lo cuentan dos imágenes, las dos de los goles. El primero nació de una triangulación suya con Koke y Vietto. En el segundo, Carrasco marcó y lo primero que hizo fue buscarle para celebrarlo. Pero que Griezmann es sostén de este Atlético ya se sabía. Lo que descubrió el partido de ayer es que ya tiene compañero arriba. Se llama Luciano, se apellida Vietto y, como él, ha necesitado seis meses para hacerse. Pero ya lo está. Cuajado. Acoplado. Hecho al físico que impone el Profe Ortega, al juego del Cholo. Se le ha puesto, incluso, hasta cara de mayor. El debate del 9 del Atlético, de momento, se ha terminado: argentino y francés se entienden de miedo. Casi sin mirarse, uno sabe donde está el otro. Y les gusta jugar a lo mismo; fútbol al primer toque, rápido y vertical. Así fue el primer gol del Atlético: Koke busca a Griezmann que, a su vez, se apoya en Vietto. En un visto y no visto, el argentino devuelve el balón al francés para que éste la empuje con la derecha. Golazo. Y lo merecía el Atlético. Lo buscaba desde hacía muchos minutos, dueño y señor del partido. Con balón, sin él y, sobre todo, con una razón incontestable: buen fútbol.
Era el minuto 48’ y Griezmann le robaba así todo el protagonismo a la lluvia y a Augusto, al que Balaídos pitó desde la primera vez que su nombre sonó en el altavoz. Ya lo escribió Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. Y Augusto ya no es aquel capitán del Celta que, hace 11 días, se despedía brazo en alto y emoción en los ojos de esa grada y ese campo. Ayer volvía y ya no es Augusto el del Celta. Ahora es Augusto el del Atlético. Y, aunque digan que se necesitan al menos 21 días para convertir una tendencia en una rutina, a Augusto le bastaron 56 minutos en Vallecas para convertirse en guerrero del Cholo. Para disgusto de Berizzo, por cierto.
Porque Berizzo no tiene todavía sustituto para Augusto, pero lo que parece seguro es que Radoja no lo será. Ayer jugó 73 minutos y en ningún momento la pelota le quiso. Ni cuando el Celta la tuvo ni cuando no. Lo primero duró 20 minutos. Ese fue el tiempo que al Atlético le costó que sus cuatro mediocentros (Gabi, Augusto, Saúl y Koke) se hicieran con el control. Alborotaban Orellana y Wass, pero reaccionó el Cholo y deshizo su dibujo, colocando a Augusto como si fuera Tiago y, por delante, a Gabi y Koke. Entonces Saúl comenzó a jugar más libre, de interior-extremo, la banda derecha fue toda para Juanfran y, voilà, mejoraron todos.
La confirmación llegó justo después del descanso, con el gol de Griezmann. Intentó la réplica dos minutos después Bongonda, pero su disparo lo blocó, cómo no, Oblak. Fue la única ocasión real del Celta en un partido en el que el equipo gallego terminó deshecho, como un cartón bajo la lluvia. Una lluvia que caía intensa (arroiada) cuando salió Carrasco, quien 25 minutos después hacía el segundo. Y es que el Atleti ayer no esperó al final para sentenciar. Cosas del campeón de invierno. La última vez que lo fue, por cierto, era 1996. Lo que vino en mayo se sabe. Y es historia rojiblanca.