Al Madrid le pierde otra siesta
Tomó Mestalla y firmó un golazo en la primera media hora, después se fue del partido y con diez no sacó provecho del arreón final. El árbitro le quitó un penalti a Bale antes de pitar otro a André Gomes. Kovacic fue expulsado.
Otra ocasión perdida del Madrid después de transitar por la misma ruta: despegue vertical, desmayo repentino y arranque final sin premio. Todo sazonado con un grave patinazo del árbitro y otro, de neuronas, de Kovacic. Sucesos todos de un gran partido.
Habló Benítez en la víspera de camachos, pirris y juanitos, personajes recurrentes en los periodos en que el equipo pierde emotividad. Este, sin ir más lejos. El Madrid fue el del Calderón, el del Pizjuán y el de tantas tardes, un grupo aplicado, dominador, ordenado y solvente que en cuanto coge ventaja se aburre del partido y acaba saliendo de él. Un elenco con excelentes condiciones y la pasión por los suelos.
Ante otra ocasión de oro, el Madrid se manejó con soltura en el inicio. Benítez cerró la feria de artesanía sentando a Isco, que va para cadena perpetua, y a James, anticipándose incluso a la DGT. Se amparó en Modric, Kroos y Kovacic, el punto medio: más talentoso que Casemiro, más esforzado que Isco y James. La tentativa se vio traicionada por la enajenación que le costó lar roja. Y el trío dejó en nada al Valencia privilegiando el toque, cambiando de banda con frecuencia para descolocar al adversario y encontrando a Benzema, Bale y Cristiano, ordenados de mejor a peor.
De aquel monólogo sacó poco provecho el Madrid porque a ratos tiende a adormilarse en su superioridad. Pero le dio para un gol de su tridente, una joya a contra estilo: recuperó Benzema, Bale abrió brecha con un taconazo, Cristiano envió al espacio mirando al tendido y el francés también escribió el epílogo con un disparo colocadísimo. Todo en el espacio que ocupa un cuarto de baño, sin que los galgos se dieran una carrera. Un gran trabajo de orfebrería.
A partir de ahí el equipo entró en un retroceso progresivo. Primero mantuvo la pelota sin esmerarse en la profundidad, después llegó la secesión habitual de la BBC, otra vez perezosa en el regreso, y finalmente le entregó el resto de la primera mitad al Valencia. Donde al principio sólo estuvo André Gomes, genio a tiempo parcial, acabó apareciendo un equipo con la ferocidad esperada que en un cuarto de hora completó su saneamiento. Cancelo, el propio André Gomes, Abdenour y Alcácer rondaron el empate. El Madrid entró en pérdida, sin capacidad para recuperar el balón por la pereza de sus puntas. Aquello sucedió hasta que Sánchez Martínez fue la tostada que cayó del lado de la mantequilla. Orban le hizo un penalti descomunal a Bale e instantes después Pepe perpetró otro del mismo tamaño sobre André Gomes. Se ahorró el primero y pitó el segundo, en decisión descaradmente hogareña y crucial.
Como en Villarreal, el volver a empezar le costó extraordinariamente al Madrid. Empezó por los laterales. Le fue bien a Marcelo y peor a Danilo, cuyas llegadas son un vertido de malos envíos, pero el Madrid no tuvo agarrado el partido como al comienzo ni el Valencia resultó tan dócil como entonces. La poco explicable salida de Benzema y un planchazo sin temple ni cabeza de Kovacic, segundos después de que Cristiano reclamase un penalti que ni se pareció al de Bale, completaron el intento de suicidio del Madrid, que se reordenó con un centro del campo de cuatro (Bale, al fin, en la izquierda) y el portugués en punta. No le fue peor que con once. Un cabezazo heroico de Bale tuvo inmediata respuesta de Alcácer, con el Madrid ensimismado en su euforia. Después Cristiano y Negredo perdieron goles cantados, pero no se rompió nada. El Barça sigue a la misma distancia, el Atlético más lejos y el futuro de Benítez, en el limbo.