NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

CAFÉ, COPA Y FÚTBOL | JUAN DIEGO

"El Barça ejecuta el fútbol con la mirada de la inteligencia”

Juan Diego tiene la hondura de los grandes personajes que ha interpretado a lo largo de su inmensa carrera. Su aspecto frágil enmascara a un actor combativo.

Actualizado a
"El Barça ejecuta el fútbol con la mirada de la inteligencia”
AStv

¿El Betis o el Sevilla?

—El Betis, por supuesto.

—¿Qué le dice el nombre de Ruiz de Lopera?

—¿El de las estampitas? Lamentable ciudadano. Y qué decir del otro, José María del Nido; la verdad es que son tremendos, ¿no? Los aficionados a los que les cuesta dinero el fútbol, que lo aman y lo sufren, tienen que sentir dolor y desprecio por estos personajes y pensar, ¿por qué me hacen esto a mí?

—Ha interpretado a villanos célebres. ¿Por qué hay tanto villano en los altos estamentos del deporte?

—Donde está el cajón con el dinero aparecen los chorizos como moscas. Da igual dónde sea. No sé cuáles son los mecanismos por los que en el fútbol se trinca, pero insisto en que dónde hay mucho dinero siempre aparecen sobrevolando estos que quieren llevárselo crudo. El fútbol es una pasión y una maravilla pero a su alrededor se mueven cosas que parecían impensables. Hay miles de millones de euros y donde hay mucho dinero también confluye la podredumbre.

—¿Por qué tanta corrupción?

—Pues porque nadie obliga a devolver lo robado. Los que trincan saben que, como mucho, tendrán que pasar una temporada no muy larga en la cárcel en una buena habitación y luego podrán dedicarse a disfrutar de sus fortunas. Si hubiese una ley que les obligara a devolver hasta el último céntimo se lo pensarían. Aquí lo que pasa es que hay veinte millones de currantes con nómina y a cualquiera de ellos si se les pilla en un renuncio, le buscan la ruina. Sin embargo en determinados escalones, cuando estás cerca del “jefe de personal” eres inmune a todo, eres el rey del mambo. El poder es una cosa peligrosa y la única forma de combatirla es con una democracia esclarecedora, donde todo se discuta y a todos se les pidan cuentas.

—¿Cree que sin tanto dinero el fútbol sería más natural?

—En el cine se hacen coproducciones en las que los de fuera se lo llevan todo y los de aquí se comen una mierda. Los que trincan las grandes millonadas son los extranjeros. Pasa más o menos igual en el fútbol.

—Entre sus grandes personajes del teatro, ¿observa semejanzas entre Ricardo III y Florentino Pérez?

—Ja, ja, hay una cosa que no cuadra, que es la joroba. El poder está en manos de los poderosos. Florentino es un poderoso al que ahora parece que se le están bajando un poco los humos. Como todos los hombres que se dedican a presidir clubes, ganará mucho dinero, aunque desde luego no gana para disgustos.

—¿Cómo se imagina Juan Diego en el palco del Bernabéu?

—Parece que ahí se cuece la “gran cosa” así que intentaría enterarme de algo. La verdad es que no tengo nada que hacer allí. Una vez me dijo Juan Echanove entre gritos que le habían invitado al palco del Calderón y le dije: “Pues ten cuidado”. No he ido jamás a un palco. Ni siquiera al del Betis.

—¿Ser aficionado al fútbol ha sido algo sospechoso entre los intelectuales?

—Sí que es cierto que durante un tiempo el “pan e circus” se utilizaba en todos los países para distraer de los desmanes. Aquí cuando Franco mandaba y hacía todas aquellas maldades, el fútbol también jugaba un determinado papel político dentro del desarrollo del país. Era el único gran acontecimiento deportivo y por tanto se creó la idea de que el fútbol siempre estaba al servicio del poder. Entiendo que ese prejuicio está ya superado.

—¿Cómo se lleva el hombre del teatro con el fútbol?

—Ha sido el gran enemigo, pero por otras razones. Nosotros parecemos campesinos, siempre pendientes del parte meteorológico a ver si llueve y la gente en vez de pasear se mete al teatro. Con el fútbol es igual, siempre pendiente de los grandes partidos que nos quitan público. De hecho antes se descansaba los miércoles y se cambió el descanso porque como había partido de Champions, entonces se pasó a los lunes, pero ahora tenemos el problema de que hay fútbol todos los días de la semana, y cuándo aquí descansas, entonces te tienes que levantar pronto por la mañana para ver el Mundialito o la Liga de no sé dónde.

—¿Y tiene lógica?

—No es que seamos más listos o más torpes, es que cuando hablamos de fútbol estamos hablando de la GRAN PASIÓN con mayúsculas. Es una cosa absurda y genial que once personas levanten la expectación que levantan por meter una pelota en determinado sitio. El caso es que si se fija, ya de pequeño cuando metes un gol o haces algo insólito con el balón, te sientes superior a los demás. Ser bueno con el balón provoca en cualquiera ese algo de especial, ese sentirse genial. Y luego cuanto más intereses hay, más se alienta a la afición.

—¿Qué es lo que más le asombra del fútbol?

—La inteligencia de algunos jugadores como Iniesta. La aplicación de la inteligencia conlleva muchísimas cosas. Ese pase increíble, anticiparte a la furia, medir y ejecutar las jugadas antes de que el rival haya llegado. Todo eso no es una cuestión sólo de velocidad, sino de inteligencia. Esa es la virtud que tiene el Barcelona, que todo el juego lo ejecuta bajo la mirada de la inteligencia y eso es lo que le convierte en un equipo distinto.

—¿Y Cristiano?

—Es un gran jugador pero le falta la inteligencia que tienen Messi o Iniesta. El Madrid es una agrupación de jugadores magníficos que no han conseguido la filosofía de juego. El Madrid tiene dinero para comprar a los jugadores que mejor ejecuten el fútbol pero no encuentra la filosofía de juego y esa es la diferencia tremenda que mantiene con el Barça. Se ve que es otra cosa. Lo creó el holandés y lo hizo bueno Guardiola. Y luego cuando se fue, todo quedó en La Masia y todos los que salen de allí tienen en la cabeza cómo hay que jugar. Pero además, ahora hay cada vez aficionados más inteligentes que no sólo ven el fútbol desde la pasión y eso hace que los clubes tengan que afinar, porque ya no vale únicamente el reclamo de los colores.

—¿Cómo está su profesión?

—Soy un actor que a veces lo hago bien y otras menos bien. Lo que si soy es un actor con suerte porque consigo mantenerme. La suerte tú no la dominas, porque conocemos gente cojonuda y buenos actores y que de pronto dejan de estar. Ahora la gente se presenta al teatro con unos conocimientos de cojones que antes nosotros no teníamos. La suerte es fundamental en cualquier profesión y en esta también.

—Usted que es un currante con talento, ¿sigue pensando que es cuestión de suerte?

—Nacer en España y no en Zimbabue ya es una suerte. Y los padres que tienes. Luego es verdad lo que decía Picasso, que la suerte o la inspiración es mejor que te coja trabajando. Cuando nosotros decimos ensayar lo que hacemos es buscar y aparecen cosas que si no trabajas mucho no las encuentras. Pero además hay que tener suerte.

—¿Cómo fue meterse en la piel de Franco para interpretarlo?

—Estaba en Italia y me llamó Jaime Camino para que hiciera el papel del dictador. Dudé mucho porque no estaba preparado y en principio rechacé el papel. Pero un día salí de mi casa a pasear y cuando llegué a mi antiguo colegio me puse a pensar en la infancia y en cómo sería ese Franco de niño. Se me ocurrió indagar y me encontré que de crío le llamaban “el cerillita”, que era muy triste, delgadillo, orejudo y que tenía gravísimos problemas personales. Empecé a entender el origen de aquel rencor que parecía ser el motor del ser humano. Ahí comprendí que tenía algo que no se lo daba ni el uniforme ni la ideología. Empecé a trabajar desde ahí y lo primero fue buscar su voz. No es una voz gallega, sino una voz con acento maño, porque él se hizo en la academia militar de Zaragoza y eso le impuso un carácter que trasladó a su forma de hablar. Estudié tanto al personaje que llegué a tener sueños con Carmencita. Un día le pregunté a Jaime por qué me eligió a mí para interpretar a Franco.

—¿Y qué le dijo?

—Que había visto la mirada de Franco en el personaje que yo hacía en la película “La corte del Faraón”, un homosexual raro y aparatoso.

—¿Le pasó algo parecido para interpretar al señorito de los Santos Inocentes?

—Sí, después de ir a Cannes y recibir premios y aplausos, tomando unas copas con Mario Camús le dije, ¿por qué me llamaste? Me contó que un día estaba viendo la televisión y me vio haciendo de empresario joven y vengativo. Ya le digo, casualidad, puta suerte. Aquella película fue un gran éxito y cambió la vida de muchos actores: la mía, la de Paco Rabal, la de Alfredo Landa. Fue como una gota de miel y para mí el despertar para el cine.

—Jugando en Bormujos, ¿ya tenía sueños de gloria?

—Pero no de actor ni futbolista, sino de torero. Era una manera de llamar la atención. Me puse delante de alguna vaquilla y toreaba muy bien. Pero le contaré cómo nació mi auténtica vocación. Mi tío Simón tenía cataratas y de crío me decía que le leyera el ABC, la tercerita de Pemán. Iba por la mañana y entonces, cuando me ponía a leer, el ruido que había en la casa se amainaba y la gente se quedaba escuchando; alguna vez incluso aplaudían. Y yo empecé a tomarle gusto a actuar, decir cosas en público y sentir el aliento de la gente más cercana.

—¿Cómo ve el panorama político, como una comedia de enredo o un drama?

—Como algo natural y consustancial con la pluralidad que hay en este país y sobre todo con la diversidad de clases. Aquí la economía ha estado en manos de señores a los que les importaba tres cojones el país. Ya está bien de hablar de Cataluña porque ha sido Marianico el que ha provocado que cada vez haya más independentistas. Lo que importa es que aquí hay gente que lo pasa muy mal. Cáritas ha agotado sus recursos. Yo he ido a ver esas colas de gente necesitada. Creo que el resultado de las elecciones será bueno para el país porque ahora todos tienen que aplicarse y vamos a empezar un poco a respirar en lo claro. A ver si conseguimos que la claridad nos inunde.