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GRANADA

Peñaranda estuvo a punto de morir y cerca del Real Madrid

La nueva sensación de la Liga ha pulverizado registros de precocidad con su doblete en el estadio del Levante.

Peñaranda
Pepe VillosladaDIARIO AS

“Ha tocado a la puerta y la ha derribado”, dijo Sandoval rotundo, sin duda desbordado por la ola expansiva que ha supuesto el impacto de Adalberto Peñaranda (El Vigía, Venezuela, 31 de mayo de 1997) en la Liga. Esa fuerza que transmite, esa serenidad y seguridad se ha forjado en episodios tan duros como el que le sucedió hace ocho meses en Caracas, cuando se vio envuelto en un atraco a un local de ocio tras un partido y fue alcanzado por un disparo. En un tiroteo, una bala le atravesó el muslo izquierdo. De aquel desenlace afortunado, y de todo lo que le pasa en la vida da gracias a Dios, a quien siempre tiene presente como eje de su existencia. A Dios y a su familia, a la que recordó nada más acabar el partido que le ha encumbrado como promesa del fútbol mundial.

En realidad Adalberto Peñaranda es exactamente lo que dice su rostro: un casi niño que sigue tan enamorado del fútbol como cuando placeaba con sus amigos en El Vigía, un pueblo del estado de Mérida, al occidente de Venezuela. Un chico humilde, tímido, de pocas palabras, convencido de que su camino, el que le ha marcado Dios, es el fútbol. Y un delantero estelar en potencia cuya órbita pasó muy cerca del Real Madrid: fue uno de los ganadores de un campamento para jóvenes promesas sudamericanas y pasó varios días entrenándose con el club blanco durante el verano de 2013 cuando todavía no tenía 16 años, pero aquello no cuajó. Luego todo fue muy rápido: A los 17 debutó en la máxima categoría de Venezuela con el Deportivo La Guaira y en el pasado Campeonato de Sudamérica sub-20 fue captado por la red de ojeadores de Udinese, que le firmó por cinto temporadas con destino Granada. Llegó para alternar el juvenil con el filial de Segunda B pero su talento desbordante coincidió en la misma sala de espera con la angustia de Sandoval. Y no se le pueden poner puertas al campo.