UNA VISIÓN DISTINTA DEL DEPORTE
Ainhoa Arteta: “Cuando suena el himno de la Champions me dan ganas de invadir Marte”
Elegante, fresca y lozana Ainhoa Arteta deslumbra a su paso. Reina en el universo de la ópera y habla de fútbol con la misma pasión que le inspiran las obras de Puccini.
¿Cómo se pueden tener dos amores a la vez —la Real Sociedad y el Athletic— y no estar loca?
—Hay que explicarlo. A ver, yo nací en Guipúzcoa y soy de madre guipuzcoana y padre vizcaíno, he crecido entre las dos tierras, por eso no tengo ese conflicto. Es verdad que prefiero que gane la Real pero no me gusta que pierda el Athletic.
—Y su marido, el jinete Jesús Garmendia, donostiarra de pura sangre, ¿cómo entiende eso?
—Ja, ja, uff, mi marido eso lo lleva fatal, pero lo tiene muy asumido y yo lo que espero es que me quiera mucho. Llevamos 12 años juntos y no me ha dejado por este asunto. Jesús es una persona muy templada pero hay una cosa, sobre todo, que le saca de sus casillas, hablar del Athletic, es como tener en casa a Jeckyll y Hide.
—¿Cómo es esa rivalidad futbolística entre los de la Real y los del Athletic?
—Yo creo que los vizcaínos tienen más fair play porque los donostiarras tienen más rabia a los del Athletic. En Bilbao no ocurre igual, a los de la Real no les tienen tanta tirria. Hombre, también es verdad que el Athletic se lleva a todos los jugadores de la Real por lo que en San Sebastián no pueden esperar que les hagan la ola. Claro, como para ellos todo es Vizcaya, pues nada, a aguantar. El caso es que la gabarra lleva amarrada más de 30 años y no sé si la van a sacar algún día. Bueno, ellos la siguen pintando.
—Lejos queda ya aquella gloriosa época de principios de los 80 de los equipos vascos.
—Lo que está claro es que hay dos Ligas, la que juega el Barça y el Madrid y la que juegan los demás. Ahora con el Atlético parece que ha cambiado algo.
—¿Qué ocurre en su casa cuando se disputa un Barça-Real Madrid?
—Yo reconozco que he sido del Barça pero ya se me ha quitado debido a una decepcionante experiencia personal que viví en Barcelona. El pobre Barça lo ha terminado pagando. Dicho esto reconozco que tiene un equipazo y uno de los jugadores a los que más admiro es Andrés Iniesta, porque aparte de ser un excelente futbolista representa lo que debe ser un buen deportista, un tipo leal que juega limpio. Además ha dado al Barça muchas alegrías sin ser catalán.
—No es habitual que una mujer con su nivel cultural y artístico hable con tanta pasión del fútbol.
—Yo soy una persona muy apasionada aunque de fútbol conozco lo justo. Mi marido sí es todo un estudioso del tema y mi hermano, que fue futbolista y estuvo a punto de jugar en la Real pero una lesión grave truncó su carrera, no digamos. Y no olvidéis que ese gran jugador de la Real, Zurutuza, es primo mío. Cuando veo partidos con ellos me encanta escucharles y aprendo mucho pero, al final, termino yo más enloquecida que ninguno. Y me engancho a los programas deportivos y leo el AS y todo eso.
—El fútbol y la ópera tienen algunas cosas en común, por ejemplo, el fervor de sus aficionados.
—El público de la ópera es muy apasionado y muchas veces reacciona con vehemencia desde las butacas de los teatros. No es lo mismo asistir a este tipo de espectáculos, ópera o fútbol, en directo o desde el sillón de tu casa. Son muy fuertes las sensaciones que vives desde las gradas durante un partido o desde la platea mientras una soprano interpreta un aria. El público es sensible y reacciona ante los artistas, aunque creo que en el caso del fútbol los espectadores son algo más broncas.
—¿Dirige y corrige a sus compañeros durante una actuación como si fuera el mánager del equipo?
—No, eso es muy complicado y yo le tengo mucho respeto a la docencia. A mí me costó mucho aprender a cantar bien, me ha costado 30 años, y sigo aprendiendo. Por eso hasta hace muy poco yo no sentía que estaba preparada para enseñar a nadie nada. Ahora sí creo que podría hacerlo, pero si no me lo piden no doy el paso. Que cantes bien o que juegues bien al fútbol no quiere decir que sepas enseñar a hacerlo.
—¿Qué voz lírica sería la más apropiada para el fútbol?
—El fútbol es verismo, verdad absoluta y cruda. Está ahí, ocurre y lo sientes. A mí me encanta el himno que compuso Plácido Domingo para el Real Madrid. Ese canto no es bel canto, es sangre verdadera. Por ejemplo, los himnos de los equipos suelen estremecer, y ya el himno de la Champions, que es una adaptación de una obra de Handel, cuando un futbolista la escucha sobre la hierba entiendo que le den ganas como a mí de invadir hasta Marte. Si yo fuera jugador y escuchara eso antes del partido, ante miles de espectadores en el estadio y millones ante la tele, no sé, me sentiría casi un dios guerrero. ¡Ganas de tomar Roma, la Bastilla y lo que sea!
—¿Por qué a los vascos les da tanto por cantar?
—Porque hablamos poco, bueno no es mi caso porque yo hablo hasta debajo del agua, como se suele decir, pero, en general, la sociedad vasca no es gente muy parlanchina, somos más sobrios, no como los andaluces, por ejemplo. El vasco necesita un ambiente para entonarse, el txoko, y ahí se lanza, canta y se expresa.
—¿Qué le pareció la película ‘Ocho apellidos vascos’?
—Buenísima, y apareció en un momento muy necesario. Esa película ha hecho mucho bien. Esa situación tan complicada y enquistada de la única manera que se podía superar es a través del humor. Allí entendimos que el vasco, a pesar de todos los tópicos que le rodean, es más bueno que el pan. Tienes un amigo vasco y lo tienes para toda la vida.
—Acaba de publicar ‘Mayi’, su tercer disco de versiones de canciones pop, ¿qué significa esa creación para una soprano consagrada?
—Para mí es uno de los proyectos más bonitos que he hecho. El origen de todo esto se debe a mi madre, a quien le encantaban los boleros y, en las reuniones familiares, ya bien regados de sidra, se soltaba con ese que decía: “…devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo demás..”, y era como un sopapo para todos los maridos. Cuando ella murió me entraron ganas de grabar el tema “La vida” y se lo propuse a Javier Limón. Lo grabamos, quedó bien y me animó a cantar otros. Me lo pasé tan bien que grabamos un segundo disco y luego ha venido este, ‘Mayi’, que para mí tiene una connotación muy especial porque en la tradición religiosa pagana vasca Mayi era la diosa, porque dioses no había. Este es un disco con canciones dedicadas a mujeres cuyos intérpretes o autores son todos hombres, como Elvis Costello o Leonard Cohen.
—¿Teme que le azoten con tanta furia los puristas del pop como lo hicieron tras la publicación del anterior disco?
—Me da absolutamente igual. Me llamaron “terrorista de la música” y yo no mato a nadie cuando hago esto. Las canciones son inofensivas, te pueden gustar o no, pero no creo que hagan tanto daño. Si tuviera que estar pendiente de lo que opinan los demás de mí no hubiera hecho nada en mi vida y ya tengo 51 años.
—¿Y con quién pactó para estar tan espléndida a su edad, cuál es el secreto?
—Ya ves, soy vasca y como y bebo con placer, y me gusta vivir. Me cuido, claro que sí, pero tengo que decir que soy campeona olímpica del “tumbing”. Con el ajetreo que llevo en mi vida, de arriba abajo todo el día, cuando llego a casa lo único que me apetece es tirarme sobre la cama o el sofá. Ahora estamos hablando y comiendo, pero si yo tuviera un concierto esta noche no estaría aquí. Procuro estar sola, en silencio, durmiendo, haciendo “tumbing” hasta una hora y media antes del concierto.
—Desde luego usted rompe por completo con la tradicional imagen de las cantantes de ópera orondas y de volúmenes generosos.
—Pues sí, pero hay que decir que estar gordo o gorda no tiene nada que ver con cantar bien. El registro del buen canto no se origina en la grasa ni en los michelines, la voz viene del correcto uso del diafragma, lo que ocurre es que si te atiborras a comer con veinte años estás igual al día siguiente, y si lo haces con 40 o 50 te levantas con 5 kilos más. Lo conveniente es controlarte un poco, sacrificarte y saber escuchar a tu cuerpo.
—¿Cuál es su dieta?
—No me inflo pero tampoco hago dieta, y menos cuando hay gran partido de fútbol en la tele. Esas noches hago “menú champions”, es decir: tortilla de patatas, pan tumaca y jamón y un buen vino. Eso no falla, y da igual quién juegue.
—¿Hay algún futbolista, aparte de Iniesta, por el que alguna vez suspiró?
—Pues lo puedo decir porque mi marido lo sabe, me encanta Xabi Prieto, de la Real, es guapísimo y un gran futbolista.
—¿Cómo vivió ese viaje de ida vuelta San Sebastián-Madrid de Illarramendi?
—A mí me sorprendió mucho. Yo pensaba que Illarra iba a encajar en el Real Madrid porque en mi familia siempre fue muy admirado. Mi hermano, que es un ojeador muy fino, ya nos puso sobre su pista cuando Illarra jugaba en el Gernika, en 2ª B. Nos dijo que ojo con ese chico porque iba a llegar muy lejos. Y mira por donde llega a la Real y luego le ficha el Real Madrid, pero no me esperaba que saliera del Bernabéu tan pronto. Creo que le pudo la presión, le faltó fuerza mental.
—Preparar bien la mente, hacerla fuerte, es más difícil que ensayar una falta desde lejos.
—Es muy complicado, y a mí me ha ocurrido. Yo estuve más de dos años fuera de escena porque se vino abajo mi voz, y de ahí no sales si no tienes una mentalidad poderosa. Hay que aprender algo extraordinario que es hacer de la necesidad virtud. Cuando yo llegué a Nueva York iba con las manos vacías, con el dinero justo que me ofreció un querido amigo, y sin rumbo fijo pero con muchas ilusiones. Era el final de los años 70 y yo tenía un dólar al día para vivir y aprendía a cantar o regresaba a mi casa. Mi madre tenía una peluquería y trabajaba todos los días hasta que un día le llamé y le dije: mamá cierra la “pelu” que he ganado el primer premio del Metropolitan. Así fue y hasta hoy.