Hampden honra la hazaña de Puskas ante el Eintracht
Puskas hizo un póker en la final de la Copa de Europa de 1960. El Museo del Fútbol Escocés recuerda con una placa su brillante actuación en aquel partido.
Hampden sabe honrar a sus héroes. El pasado martes, en el Museo del Fútbol Escocés que reside en los interiores de dicho estadio, fue inaugurada una placa como homenaje a Ferenc Puskas, el eterno delantero húngaro que deleitó en el Honved magiar y en el conjunto madridista en los años 50 y 60. El motivo son los cuatro goles que logró en dicho escenario en la que es considerada la mejor final de la historia de la Copa de Europa: el triunfo del Madrid sobre el Eintracht (7-3) el 18 de mayo de 1960, y en el que marcó cuatro goles.
Por ese motivo se descubrió una placa en reconocimiento a aquel hito sin parangón en este campeonato continental. En la placa se le alaba como “el mejor goleador del siglo XX”, a la vez que se presenta una nueva biografía del mítico componente del Aranycsapat (el ‘Equipo de Oro’ húngaro que maravilló a toda Europa a comienzos de la década de los 50 (fue subcampeón mundial en 1954 con su selección nacional).
Escenario fetiche. Más allá del sentido homenaje, Hampden Park, es un estadio con el que le unía una gran relación. Aparte de su tremenda exhibición ante el Eintracht (“Sin duda, su mejor momento en el fútbol de clubes”, explicó György Szöllösi, autor de este nuevo libro), fue también, 42 años después, su último viaje con sus antiguos camaradas madridistas. Con ellos asistió a la final de la Champions que disputaban el Madrid y el Bayer Leverkusen (2002). Además, Szöllösi presentó varios objetos de la colección personal del jugador, como una réplica en miniatura del trofeo de la Copa de Europa.
Premio FIFA. La trayectoria de Puskas se resume en el futbolista que tuvo dos vidas deportivas. La primera, desde que debutase en el Kispest con 16 años hasta que fue inhabilitado por imperativo de la FIFA en 1956. Y la segunda, desde 1958, cuando llegó al Madrid con 31 años hasta su retirada en 1967.
Ahora la misma FIFA que le castigó dos años, le recuerda anualmente con el Premio Puskas, con el que se reconoce al mejor gol del año. Justo lo que hacía él: goles inolvidables en partidos legendarios. Como en aquella tarde de mayo en Hampden Park.