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LA INTRAHISTORIA

Un pedazo de este Óliver más maduro pertenece a Marcelino

Óliver recibió la confianza del Villarreal en un momento delicado de su carrera. Allí aterrizó en febrero de 2014, apenas diez días después de haber sufrido una luxación en el hombro.

Marcelino da instrucciones a Óliver en un entrenamiento del Villarreal.
Marcelino da instrucciones a Óliver en un entrenamiento del Villarreal. Ángel Sánchez

Un pedacito de este nuevo Óliver maduro y sólido que vemos ahora en el Atlético es mérito de Marcelino y del Villarreal. Simeone y Lopetegui han guiado también al moralo en partes decisivas y formativas de su carrera, pero no es menos cierto que en El Madrigal, el próximo destino del Atlético, Óliver recibió una reconfortante confianza en un momento delicado de su carrera.

Allí aterrizó en febrero de 2014, apenas diez días después de haber sufrido una luxación en el hombro y de sólo 339 minutos como experiencia de vuelo colchonera. Nada de eso preocupaba en Vila-real. La apuesta era obsesiva y eso lo agradecerá siempre Óliver. Aún se preveían cerca de 10 días para recibir el alta, pero Marcelino le quería para cuando estuviera listo...

Óliver encontró el escenario perfecto, una familia más que un club. Se instaló allí con sus padres y se afanó en la recuperación. Tras seis días ejercitándose aparte, un partidillo en el miniestadi marcó un punto de inflexión. Era su primera sesión con el resto del grupo y causó sensación.

A pocos días de la visita a Cornellá, la tentación de hacerle ya debutar era grande, pero imperó la cautela. Se aplazó su estrenó a la siguiente matinal con el Betis y Óliver lo volvió a hacer. Cuajó una espectacular segunda parte en aquel partido. Con Marcelino dio un paso más en su desarrollo, el técnico, que el sábado será rival, le pedía orden y creatividad a partir de un sistema que, de arranque, no era tan diferente al que utilizaba el Atlético de Madrid.

Además, el talante cercano y de diálogo fluido del técnico asturiano le ayudó sobremanera. Al terminar la cesión Óliver tuvo que afrontar una decisión complicada. De entre todas las propuestas, sobresalían la de continuar en El Madrigal o mudarse a Oporto para jugar para otro técnico, Lopetegui, que también le conoce muy bien.

El salto competitivo, con la Champions League como atractivo, desequilibró la balanza. De otra manera hubiera permanecido junto a un técnico y en un club que tanto le han ayudado en la primera etapa de ese viaje a la madurez que se consolidó en Oporto y al que Simeone sigue dando forma. Mañana se reencontrarán.