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REAL ZARAGOZA 0 - OSASUNA 1

Tambores de guerra en La Romareda

Nino marcó el gol de la victoria. Un sector de la afición zaragocista pidió la dimisión de Popovic tras las segunda derrota del club en casa.

Matinal calamitosa del Real Zaragoza y tambores de guerra contra Ranko Popovic en La Romareda. El equipo aragonés encadenó su segunda derrota consecutiva en casa y se derrumba todavía más en la clasificación, a siete puntos ya del Osasuna, verdugo directo y líder del campeonato, cuando sólo se han disputado cinco jornadas. Este partido era un examen de altura para el Zaragoza y para Popovic, y el diagnóstico final no puede ser más preocupante. El Zaragoza es un equipo desorganizado, que quiere pero no puede, muy vulnerable y que cada día juega peor que el anterior. Sólo ha ganado un encuentro y ya ha perdido dos en La Romareda. Los números son, en verdad, desastrosos para un aspirante al ascenso directo.

Por si a alguien le quedaba alguna duda, el partido reafirmó que el Real Zaragoza sigue a la deriva, sin un sólo argumento colectivo, abandonado en exclusiva a las acciones a balón parado y al desborde y a la velocidad de Hinestroza y Jaime. El colombiano dejó en su vuelta al once varias acciones muy meritorias, pero no hace milagros.

El Zaragoza comenzó muy atrás y no supo nunca cómo meterle mano al Osasuna, un bloque justo de calidad, a excepción de Torres y de Merino, pero que Enrique Martín tiene muy trabajado y donde nadie se descose y todos saben lo que tienen que hacer. Un bloque que juega junto, muy serio y armado, y que, a la media hora, se aprovechó del oportunismo de Nino y de una desatención de Vallejo para llevarse la victoria. En justicia, hay que precisar que la jugada del gol navarro fue una sucesión de calamidades que inició Rico y prolongó Cabrera en un córner a favor. Pero así es este Zaragoza, un conjunto que ataca mal y que defiende peor. Un equipo sin creatividad, que en toda la primera mitad no tuvo jamás el control del juego y sólo creó peligro en dos acciones a balón parado que cabecearon Wilk y Vallejo. Sencillamente, el fútbol colectivo no existe, y eso obliga a Jaime o Hinestroza a hacer esfuerzos sobrehumanos por sus bandas contra tres y cuatro contrarios, y deja a Ángel sin ninguna opción de exhibir su inteligencia en el área. Podemos hablar de falta de gol y seguir echando en falta a Borja Bastón o hasta a Willian José, pero ese no es el problema principal del Zaragoza. Nadie remata si no le llega un sólo balón en condiciones.

Popovic se empeñó otra vez en Aria, pero el japonés apenas intervino. Se ofreció muy poco y deambuló mucho. Se le adivinan buenas intenciones, pero ni tiene ritmo ni intensidad para jugar en nuestro fútbol. Juega en una posición clave y, sencillamente, no le alcanza. El debate está terminado.

Popovic movió el banquillo tras el descanso y dio entrada a Erik Morán por un desacertadísimo Dorca, pero el pretendido resurgir del Zaragoza duró apenas diez minutos. Y todo lo destacable lo hizo Hinestroza, un extremo muy interesante, pero al que no se le puede pedir todo. Enseguida, Martín dio entrada a Mikel Merino, el futbolista diferencial del Osasuna y que había estado toda la semana entre algodones, y el partido se acabó para el Zaragoza. Salió Ortuño, un percutidor tosco para situaciones desesperadas, y después Jorge Díaz por Ángel, lo que acabó de encender a La Romareda contra Popovic. El ¡Ranko, vete ya! fue subiendo de volumen hasta acabar como un trueno, en medio de la desesperación de una afición que ve a su equipo muy lejos del ascenso directo y en manos de un entrenador que no da con la tecla, aunque siga teniendo todo el apoyo interno. La cosa no funciona. Así de claro.