Raúl García ha recibido la bendición de San Mamés
Sorprendió la apasionada ovación al fichaje en su cambio. El navarro se define como un soldado más que no se toma a mal ser odioso para el rival.
Bastó una lección de profesionalidad para convencer a San Mamés. Raúl García ha pasado de demonio a ángel bilbaíno con un solo partido. Un fantástico gol de cabeza, varios detalles de clase y su conocida agresividad en las disputas han servido al navarro para recibir la bendición de su nuevo santuario. La apasionada ovación con que se retiró a los vestuarios al ser sustituido por Eraso sorprendió mucho. El público se puso en pie para saludarle, ya apunta a referencia en el Athletic junto al tremendo Aritz Aduriz.
Desde que se estrenase Markel Susaeta, ningún debutante había marcado en su primer día como león. Muniain, Herrera y Williams están entre los 49 que hay entre ambos. A Raúl se le vio muy tranquilo, seguro, tratando de acompasar los movimientos de Aduriz y de no complicarse la vida con la pelota. El aplomo de quien tiene mil batallas a sus espaldas. “Aquí soy un soldado más”, dice con modestia el navarro.
Se ha ido heredando en el tiempo que Raúl era anti-Athletic. Cierto es que hubo ofertas de Ibaigane por él en diferentes etapas, pero no lo vio claro. Defendió a capa y espada su osasunismo (de bien nacido es ser agradecido) y la verdad es que siempre jugaba en Bilbao con una sexta marcha. Visto con perspectiva, él es así.
“Se malinterpretan las cosas de algo que dije en el pasado. Si no quisiera estar aquí, no estaría. La decisión no fue fácil, en las dos opciones había cosas muy buenas: dejar el Atlético en el momento en el que estaba sólo podía ser por algo muy bueno. Querían mucho que viniera al Athletic. No era una decisión fácil pero sí clara”, comentó tras el partido.
Por su carácter, se sabe un tipo poco querido por jugadores y afición rivales: “Soy consciente del sentimiento que despierto en los demás. Por eso no me tomo a mal que un rival piense que soy odioso en el campo. Quiero ganar y si no gano yo, se lo lleva el otro. Hay que saber dónde está el límite de esa rivalidad, contra los que juego igual mañana son compañeros”.