Ballart, amigo de Tamudo, habla de su carácter desconocido
Persona de pocas palabras y de casi nula participación en los medios de comunicación. Raúl es un ser desconocido para muchos.
La gente recuerda a Tamudo como hombre introvertido. Persona de pocas palabras y de casi nula participación en los medios de comunicación. Raúl es un ser desconocido para muchos. Se suele cometer el error de juzgar a la persona solamente conociendo el nombre que tiene. Su infancia no estuvo muy lejos de la de usted o de la mía, marcada por extremas dificultades con unos padres que se partían el lomo para sacar adelante a sus dos hijos.
Hijo de una barriada humilde de Barcelona, el chico de Santa Coloma de Gramanet le daba patadas a todo lo que encontraba por las calles. Una vocación que no pasó desapercibida para sus padres hasta llevarlo a entrenar en el equipo de barrio. A partir de ahí ya saben la historia. Recaló en el RCD Espanyol hasta convertirse en el buque insignia del club centenario.
Raúl respira amor por los cuatro costados. Su caparazón defensivo le hace ser frío a ojos desconocidos. Yo no tenía mucha relación con él. El capitán imponía respeto y ese aire chulesco chocaba contra el mío. Pero Tamudo es aquel tipo que te abre las puertas de su casa, así sin más. Hace seis años, cuando yo estaba al mando del Servicio de Atención al Jugador, después de un entrenamiento, cuando el equipo estaba cambiándose, él me dijo: -”¡Ballart! Siéntate aquí a mi lado”. Hice lo propio y él me preguntó: ¿Qué te pasa?”. Fue el primero de 24 jugadores más el cuerpo técnico que percibió que algo me ocurría. Mi respuesta fue clara y directa: “Raúl, me he separado”. Acto seguido respondió: “Ven a vivir conmigo, no puedes estar sólo. Nos haremos compañía”.
Hacía poco que Raúl también había roto su relación, y también lo estaba pasando mal. Decliné su ofrecimiento pero me ganó para siempre. A partir de ese momento nuestra amistad no ha dejado de crecer.
Empezó la temporada 2008-2009 con Tintín Marquez de entrenador. En uno de esos lances de partido típicos de Tamudo, el delantero iba hacia el portero contrario cuando tenía la pelota controlada, saltó y estiró la pierna izquierda. El portero golpeó el balón para ver si rebotaba en su cuerpo y marcaba como otras veces. Sintió un pinchazo y calló al césped. Nunca antes vi una rotura fibrilar en la cremallera del isquiotibial tan brutal como aquella. En la ecografía practicada la rotura salía de la pantalla del ordenador. Tuvieron que hacer dos impresiones de diferentes imágenes para calcular los centímetros dañados. ¡Fueron doce! Traducido: tres meses de baja. Llegó Mané para substituir a Tintín debido a los malos resultados.
Raúl no se recuperaba y a finales del mes de enero de 2009, en el último partido de la primera vuelta contra el Málaga, el equipo perdió 4-0. Estuvimos viendo ese partido en mi casa y al acabar me dijo que nos iríamos a Segunda. Minutos más tarde, me llamó Iván de la Peña para decir que teníamos que hacer algo, que aún estábamos a tiempo y de lo contrario descenderíamos. Al colgar, miré a Raúl y su comentario fue: -”Ya te lo he dicho”.
Esa es una de las grandes virtudes de algunos deportistas de élite: huelen la sangre a distancia y obviar su olfato puede ser terrible. Esa semana llegó Pochettino. Raúl estaba muy cerca de reaparecer junto a su examigo. Recuerdo aquella reunión con los capitanes y el entrenador. El técnico pidió la máxima entrega, concentración y compromiso para sacar adelante el club. Fue la primera vez que vi llorar como un niño al capitán.
La rabia acumulada por su lesión le hizo explotar y casualmente en el último partido de liga contra el Málaga, donde jugamos nuestro último partido en Montjuic, él marcó su único hat-trick de su vida para ganar 3-0.
El resto de la historia ya la saben todos ustedes. A día de hoy, Raúl y yo vivimos juntos. Seguiremos surfeando las olas del destino para averiguar cuál es nuestra meta final. Mientras, él tiene a Eric y yo les tengo a los dos.