SELECCIÓN FEMENINA
Villar felicita a la selección femenina y a su cuerpo técnico
Villar, en una carta publicada en la revista oficial de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), ha mostrado su "satisfacción" por el comportamiento mostrado por las jugadoras.
El presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, ha querido felicitar en una carta a la selección española femenina de fútbol y a su cuerpo técnico por su papel en el Mundial de Canadá y en la fase de clasificación. Villar, en una carta publicada en la revista oficial de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), ha mostrado su "satisfacción" por el comportamiento mostrado por las jugadoras de la selección absoluta femenina "en el terreno de juego" en el Mundial de Canadá y ha valorado el "acierto" de quienes "fueron capaces de conseguir la clasificación" a la competición intercontinental.
El máximo dirigente del fútbol español quiso también destacar el "esfuerzo y el sacrificio" de las diferentes selecciones femeninas que las "ha llevado ha alcanzar" los éxitos de los últimos años. Por último, Angel María Villar quiso mostrar su "felicitación y orgullo" por lo ha llegado a ser el fútbol femenino español y su creencia de que "aunque se pueda, no se debe pedir más".
La carta íntegra de Villar es la siguiente:
"El fútbol femenino español acaba de cerrar su ejercicio 2014/15 con un suceso sin precedentes en su historia. La selección absoluta, que se clasificó brillantísimamente para la fase final de la Copa Mundial de la FIFA, mantuvo el tipo en la de grupos del Torneo, en el que empató con Costa Rica, jugó un formidable partido frente a Brasil, que perdió, y acabó derrotada, y eliminada, por la República de Corea. No era lo que esperábamos, pero a la vista de su juego, de su esfuerzo y de su talento no podemos por menos que manifestar nuestra satisfacción por su comportamiento sobre el terreno de juego.
El resultado del paso por el Mundial se ha quedado, sin embargo, corto para quienes creían que el Campeonato alargaría la muy brillante trayectoria del equipo nacional durante los últimos años, los años de su efervescencia, por cierto. La felicísima fase de clasificación, en la que España logró nueve triunfos y un empate, resultados que le dieron el billete a Canadá, por primera vez en su historia, insisto, situándola como la octava selección de Europa, no ha podido ser mejorada, pero nadie puede poner, a pesar de ello, en tela de juicio ni la trayectoria que condujo al Torneo junto a la élite, ni la calidad de nuestras futbolistas. Tampoco el acierto de quienes fueron capaces de conseguirlo.
Los grandes éxitos son muy difíciles de alcanzar. Se requieren muchos factores para ello. El fútbol femenino español camina por esa senda desde hace una decena larga de años. Sus equipos absolutos y sus categorías jóvenes se han ganado un lugar de honor entre los mejores. Era impensable hace no tanto. El secreto del auge y crecimiento de esta especialidad no está en hechos puntuales, sino en la concatenación de una serie de actitudes indispensables para lograrlo. Nada de lo que ha conseguido el fútbol femenino español estos años (clasificación para el Mundial, tercer puesto en un Europeo, campeonato de Europa “sub 19”, subcampeonatos europeos y mundiales “sub 17”) es fruto de casualidades o regalos. No hay regalos en fútbol.
Solo el esfuerzo, el sacrificio, la modestia, la humildad y, naturalmente, la calidad garantizan la posibilidad no ya de ganar, sino de competir entre las mejores. Y España lleva años y años haciéndolo. Todos queremos ganar. Lo dice una célebre canción de finales de los años 50. “Todos queremos más, más y más, y mucho más...”. Es una circunstancia inexorablemente ligada al deportista, que lo es para superarse, batir récords y al adversario, ganar partidos, competir consigo mismo o con otros, vencer, en definitiva. Para lograrlo no basta con el talento; para conseguirlo hay que trabajar y trabajar mucho, sacrificarse, quitarle horas a la familia y al ocio, sufrir, ser humilde, solidario y generoso. Tampoco eso te convierte en grande. Una vez que se alcanza el éxito administrarlo bien es muy difícil y requiere de otras virtudes: ser prudentes en los juicios, generosos con los rivales, respetuosos con los que no estamos de acuerdo y elegantes. Sólo así al triunfo deportivo se añade la victoria como persona.
Recuerdo,igualmente, mis advertencias desde que llegué a la presidencia de la RFEF sobre las grandes dificultades que todo eso entraña y a las que no hemos sido ajenos durante muchísimo tiempo. Con seguimos la primera Eurocopa (1964), 44 años después de haber disputado el primer encuentro internacional (Juegos Olímpicos de 1920, Amberes) y numerosos Torneos europeos y mundiales, y la Copa Mundial de la FIFA 2010, a los 90 años de ese encuentro disputado en Bruselas. Mucho tiempo entre lo uno y lo otro. Sabemos, pues, de lo que hablamos. Quiero decir con ello que es bueno tener fe y que el ánimo siempre resulta saludable y recomendable, pero, también, que los adversarios cuentan y que la persecución de la mejora es un reto constante que todos perseguimos. No hay que remontarse demasiado para saber la escasa relevancia que el fútbol femenino tenía en este país y la enorme distancia que alejaba a nuestros equipos de los que dominaban en esta especialidad. Hoy podemos exhibir con satisfacción que dichas diferencias se han acortado sensiblemente y que, en no pocos casos, hemos estado incluso al nivel de las mejores. Y que hasta les hemos superado.
Quiero transmitir en esta Carta mi más sincera felicitación a nuestras selecciones femeninas, a las jugadoras que forman parte de ellas, a sus responsables técnicos, físicos y dietéticos, a los clubes y federaciones de ámbito autonómico que las forman, a los miles de dirigentes que creen ahora en el fútbol femenino como antes creyeron otros y, naturalmente, al Comité Nacional de Fútbol Femenino y a su presidente por su generosa colaboración y sus aciertos. Mi felicitación y orgullo por lo que hemos llegado a ser y mi profunda convicción de que seguiremos creciendo para ser mejores. Creo, sinceramente, que, aunque se pueda, no se debe pedir más".