ESPANYOL
Sergio González, año I
Hoy se cumple su primer aniversario en el cargo, con un notable en el debut y los retos de afianzar la cantera y llenar Cornellà. La continuidad de su valedor, Perarnau, parece más factible.
Proclamaba Sergio González, hoy hace justo un año en la sala Presidents del estadio de Cornellà, sentirse “muy emocionado” y “el hombre más feliz del mundo”. Acababa de asumir el cargo de entrenador del Espanyol, su debut en la elite tras 15 años en Primera como jugador y una sola experiencia, de cinco meses, en el banquillo del filial perico. El reto era mayúsculo, pero 12 meses después se puede afirmar que ha superado su primera prueba con airoso un notable.
Y no lo ha tenido precisamente fácil. A la habitual problemática para fichar se unió una pretemporada de insuficiente garantías deportivas para preparar una Liga que arrancó mal. Por esa falta de ‘sparrings’ de calidad y por el estilo ofensivo del técnico, que en el primer parón, en septiembre, modificó para mayor comodidad de los jugadors. “Dimos un paso atrás, en común con los jugadores”, explicaría tiempo después. “Quizá habíamos sido un poco kamikazes”, admitió.
Con esa readaptación comenzaron a llegar los resultados. Hasta que, precisamente tras otro parón (el de octubre), enlazaron cinco partidos sin perder —ante Atlético, Deportivo, Elche, Villarreal y Athletic— y surgió la zozobra. Pero se produjo el punto de inflexión de este Espanyol, el antes y después de Sergio: la victoria contra el Levante (2-1) bajo la tormenta en Cornellà. Tanto el equipo como la afición creyeron desde ese día en el proyecto.
Ni siquiera la dolorosa derrota ante el Eibar con la que arrancó 2015 desesperó a un vestuario con las ideas claras. Tanto, que comenzó a brillar y sorprender en la Copa e incluso encadenó, entre la competición del KO y la Liga, cuatro triunfos en 12 días en casa —frente a Valencia, Celta, Sevilla y Almería—. Acusó, eso sí, la inexperiencia en aquella vuelta de semifinales del 4 de marzo, que mantuvo al conjunto cabizbajo hasta un mes después, cuando tocó fondo ante el Elche (1-1). Y entonces, otro punto de inflexión: Sergio y los jugadores no se dieron por vencidos y se propusieron acabar la temporada por todo lo alto. Y lo hicieron, con cuatro victorias, dos empates y tres derrotas (dos de ellas, ante Barcelona y Real Madrid). Y la lucha por Europa hasta el final.
Ahora el entrenador alcanza el ecuador de su contrato. Y se plantea ambiciones. La primera, afianzar a los canteranos: hizo debutar a seis y el año próximo contarán con ficha de Primera Rubén Duarte, Joan Jordán, Marc Caballé y Antonio Raillo. La segunda, llenar Cornellà más allá de días aislados, como el derbi o la semifinal copera. Y todo ello con una plantilla competitiva que depende, cómo no, de que siga su principal valedor: Óscar Perarnau, con quien el club ha acercado posturas en las últimas horas.
La cuarta plantilla que más crece en los últimos 12 meses
Es el milagro de los panes y los peces. Con un costecero, exceptuando los casos de Álvaro González y Paco Montañés, el Espanyol ha logrado que su plantilla sea la cuarta que más se revalorice en el último año de toda Primera: un 27,8 por ciento, pasando de 47,20 millones en 2014 a los 60,30 millones de valor de mercado actuales, según ‘El País’. Solo Valencia, Villarreal y Sevilla, con un gasto en fichajes infinitamente superior al del club perico, superan ese crecimiento milagroso.
El mérito, naturalmente, es de Sergio González, y especialmente de Óscar Perarnau, el director deportivo, pese a lo cual su renovación sigue en el aire. Ese 27,8 por ciento de crecimiento se ha conseguido, además, reduciendo el número de jugadores de 22 a 20. Ni siquiera Real Madrid (que sube un 26 por ciento) y Barcelona (un exiguo 1,5 por ciento), a pesar de contar con refuerzos multimillonarios, alcanzan una revalorización tan descomuna como la de un Espanyol sin líquido para fichar.