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Café, Copa y Fútbol | Víctor Barrio

“El descaro de Cristiano al llegar al número 1 me gusta”

Víctor Barrio ya tiene ‘cara de Madrid’, esa luz especial, acero de sol y sombra, que se clava en el rostro en vísperas del paseíllo en Las Ventas.

Víctor Barrio,
Víctor Barrio,Dani Sánchez

Hace el paseíllo en Las Ventas el próximo Domingo de Resurrección, ¿qué sueños le asaltan?

—Me despierto muchas noches sobresaltado porque se mezclan muchas imágenes en mi interior. Sueño que me han cambiado la corrida o con una mala tarde de viento y siempre se cruza la sombra negra de una cornada. Pero intento mantener la calma y pensar en que van a salir las cosas bien, voy a dominar la embestida del toro y voy a clavar la espada en su sitio.

—Ante una cita importante el ánimo de un hombre sufre un cambio serio, sea uno torero, futbolista o piloto de coches. Las bromas dejan paso a la reflexión y el silencio es un refugio, ¿usted cómo lo lleva?

—Hay un estado mental muy poderoso que se refleja en tu rostro. Ahora, cuando estoy en el campo preparándome para esa corrida, un banderillero me dijo el otro día: “¡Ya tienes cara de Madrid!” Y es verdad, pasa la vida de otra manera, la mirada se afila y el carácter varía. Hay un grado de inquietud que late, estás más irascible y quienes más lo notan son tus familiares.

—¿Cómo se prepara para ese momento?

—Intento estar solo en el campo toreando o me voy a una nave que tengo en Aranda de Duero y allí me encierro solo o con alguien de mi cuadrilla. A veces me sorprendo de madrugada toreando de salón con un foco encendido e imaginándome esa faena grande.

—La cabeza hay que tenerla fresca, pero la preparación física de los toreros también se asemeja mucho a la de un deportista.

—Sí, los toreros de otras épocas aparentemente descuidaban algo más el aspecto físico, pero no del todo. Cuando dejaban los trastos caminaban mucho o jugaban al frontón. Hay que estar muy fuerte para quedarse quieto ante un toro y aguantar toda la presión que eso supone. Tenía un compañero que decía que las mejores faenas que había hecho habían ocurrido después de una borrachera porque como no tenía facultades físicas le bastaba con quedarse muy quieto y tirar de muñeca.

—¿Es usted de los que rezan mucho y despliegan estampitas de santos y vírgenes por la habitación del hotel antes de las corridas?

—No suelo rezar, lo que hago es dar las gracias cuando termina todo. Es que no sé ni qué pedir. Sí suelo entrar a la capilla y quedarme allí solo unos minutos abstraído. Y estampitas tampoco llevo porque, con lo despistado que soy, si un día me las olvidara en casa iba a pasar mucho miedo. La única oración que he hecho en las plazas importantes, como Madrid, es: Dios mío, por favor, dame fuerzas para jugarme la vida.

—¿Le preocupa que se celebre un partido de fútbol importante a la hora de la corrida? El Domingo de Resurrección puede estar tranquilo porque el Madrid juega a mediodía.

—¡Claro que preocupa! Los reparos que tengo con el fútbol tienen que ver con eso. Llegas a una plaza una tarde de gran partido y ves que no hay mucho ambiente por el dichoso fútbol. Otras veces estás toreando y escuchas cómo alguien canta un gol desde el tendido. Eso me da mucha rabia.

—Las estrellas del fútbol suelen estrenar botas nuevas cuando juegan un partido importante, ¿qué vestido lucirá usted en Madrid?

—Tenía pensado hacerme un vestido nuevo porque no vengo a Las Ventas desde 2012, pero he cambiado de idea. Tengo un vestido guardado que gané de novillero en un certamen y que estrené en mi debut con picadores y me ha dado buena suerte. En la última feria de Valdemorillo triunfé con él, así que ése es el que luciré ese día. Un vestido de grana y oro. Además, ocurre que cuando estrenas un vestido nuevo no acabas de estar a gusto porque no se ha acabado de acoplar al cuerpo, las mangas están muy rígidas y cosas así. El vestido que llevaré a Madrid ya está hecho a mí y es para romperlo, o bien al salir por la Puerta Grande o en la pelea con el toro.

—Iba para golfista profesional y se hizo matador de toros, ¿cómo se entiende eso?

—Estuve jugando al golf desde los 16 hasta los 20 años en unos campos de golf en los que participaba mi familia en mi pueblo, Grajera (Segovia). Llegué a bajar mucho el hándicap, se me daba muy bien. Mucha gente me animó a pasar a profesional pero yo en mi cabeza lo único que tenía era el toro. Muchas veces dejaba un partido de golf a medias para salir pitando a una capea o un tentadero. Mi sueño era ser torero y aquí estamos.

—¿De dónde le viene la afición?

—Desde niño me fascinaban los toros y me daba casi vergüenza decir en público que yo quería ser torero porque me parecía un estado de superhéroe. Con 6 años en una fiesta del pueblo una vaquilla me dio un buen revolcón en la plaza y mi abuelo me dijo: “¿Has aprendido la lección?” Yo le respondí que sí. “¿Qué lección?”, insistió mi abuelo. “¡Pues que no vuelvo a bajar al ruedo sin capote!”, le respondí tan pancho. Esa voltereta alimentó aún más mi afición.

—Su aprendizaje no es de Escuela Taurina.

—Yo aprendí a torear en capeas y en plazas de carros para saber si, de verdad, tenía valor natural para ponerme delante de un toro. Sabía que había muchos chavales que se tiraban tres o cuatro años en las escuelas aprendiendo a torear de salón y cuando llegaba el momento de la verdad, de torear en una plaza, se les notaba que no eran capaces de dar ese paso decisivo que se necesita para ser matador. Yo decidí buscar otro camino.

—La Fiesta no atraviesa su mejor momento, ¿qué rescataría del fútbol para aplicarlo al mundo de los toros?

—Algunas cosas, es impresionante el tratamiento que merece el fútbol en todas las televisiones, no hay un ángulo de este deporte sin foco. Y siempre pienso que si los profesionales del toro tuviésemos la mitad de creatividad, de ideas y de pudor para poder expresarnos y hacernos visibles que tiene la gente del fútbol, nos iría mejor. En este sentido estamos vencidos y eso que la Fiesta se defiende por sí misma, su historia y su tradición, está claro, pero es preciso hacerla llegar a toda la sociedad y, sobre todo, a los chavales jóvenes para que no sigan pensando que es una salvajada intolerable y anticuada. En su pureza no hay espectáculo más auténtico y dramático que los toros. Es una representación en vivo donde se cruzan las emociones, la belleza, la gloria, el fracaso, la sangre y la muerte. Esto es lo que hay que explicar al personal que huye tanto de esta cultura. Llamémoslo márketing, si queréis.

—Proponga medidas y tomamos nota.

—Por ejemplo, para alejar toda la sombra de sospecha que se cierne sobre el mundo de los toros, por los intereses de empresarios y ganaderos, se me ocurre hacer una Liga de Toros, al estilo del fútbol. Y que se anuncien en las ferias los toros y toreros que destaquen en esa Liga. En la actualidad si no tienes un buen padrino no te contratan y eso es el principio de la decadencia.

—Ahora hay retransmisiones de corridas de toros que parecen puro cine, casi como el fútbol, ¿se ven mejor los toros en la tele que en la plaza?

—No sé, creo que un buen aficionado prefiere ver los toros en el tendido de una plaza. Los toros hay que sentirlos y captar el aroma que desprende lo que se está representando en el ruedo. Pero las retransmisiones de Canal Plus son excelentes, lo que no soporto nada bien es cuando te acercan el micrófono en el callejón después de una faena.

—¿Cree que no es el momento oportuno para hablar?

—A mí me sienta muy mal, pero entiendo que es una labor que tienen que hacer los periodistas. Mira, hay muchas veces que no tienes nada que decir y otras, mejor morderse la lengua. El día de mi alternativa en Madrid no salieron las cosas bien y, además, el toro me pegó una cornada. Estaba confundido y desorientado. Y cuando me pusieron el micrófono lo único que se me ocurrió decir es que había estado hecho una mierda, que así no se podía venir a Madrid y todo eso. Tendría que haberme mordido la lengua pero, en fin.

—¿El toro avisa de la cornada?

—Te avisa, y te hace radiografías. Con su mirada o un movimiento de sus orejas. Y ahí está el momento sublime del temple. Si el animal aprieta o amenaza con un gañafón tienes que estar espabilado y firme para aguantarlo. Si eres capaz de quedarte parado en ese momento el toro queda vencido y se entrega a ti.

—¿Cómo definiría su estilo de toreo?

—Intento basar mi toreo en la firmeza y en la verdad. Jaime Ostos me dijo que era el nuevo Manolete y eso es muy serio porque al Monstruo de Córdoba siempre le he admirado.

—¿Cuando ve un partido de fútbol se fija en futbolistas con ramalazos toreros?

—Por supuesto, Raúl era uno de ellos y Sergio Ramos, también. Hay jugadores que se mueven en el campo de una manera especial, con un pellizco muy artista. Y creo que Cristiano es el más torero en su estilo. Es capaz de descararse con el público y, como hacía Luis Miguel Dominguín, proclamar que es el número uno. Ese tipo de orgullo me gusta.

—¿Tocó balón en su momento?

—Claro que sí, tenía instinto de gol y se me daba muy bien, pero no era lo mío. Siempre que emitían por la tele un partido importante yo prefería ver una novillada o una corrida de toros. El día del Barça-Real Madrid me fui a Illescas a ver torear a un amigo mío.

—¿Hay algún equipo de fútbol que le llegue más que otro?

—Por cuestiones familiares, el Real Madrid y eso que tengo un primo que jugó de portero en el Atlético, Joel, y que ahora está en el Everton.

—Habiendo jugado al golf digo yo que su ‘hoyo en uno’ sería una estocada honda en el hoyo de las agujas del toro.

—Para mí el hoyo en uno sería abrir la Puerta Grande de Madrid.