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Bonito ambiente en la Catedral

Indiferencia por la Copa y pitos a Illarramendi y Cristiano Ronaldo

San Mamés vivió una fiesta en la que no hubo incidentes. Williams, la perla de Lezama se llevó una ovación que tardará en olvidar.

El Nuevo San Mamés registró un gran ambiente y rugió con el triunfo del Athletic ayer frente al Real Madrid.
Juan Flor

Excepcional ambiente en San Mamés para un gran clásico de la Liga. Y desatada euforia local con los ojos enrojecidos por la gesta de los leones. Con Florentino Pérez en Madrid, la afición del Athletic pasó de largo por la polémica sobre la final de Copa y la negativa a ceder el Santiago Bernabéu. Ni pancartas, ni cánticos, ni reproches. Se dedicó a lo suyo, a animar al equipo, que le ha devuelto la ilusión en una temporada que se había torcido.

El que soportó los pitidos de la afición bilbaína fue Cristiano Ronaldo, abucheado cada vez que cogía el balón y desquiciado al final por la falta de balones para imponer su clase. Los silbidos fueron más sonados que nunca, quizás también herencia de la expulsión del año pasado. Se esperaba también la reacción con Asier Illarramendi por su decisión en el pasado mercado de invierno de no fichar por los leones. Hubo indiferencia hasta que en el cambio también tuvo el de Mutriku una abundante ración de pitidos.

Subieron los decibelios con la patada de Kroos a Iraola, en la que Aduriz se excedió con el alemán en la protesta y recibió la misma sanción, tarjeta. La nutrida afición blanca, que arrancó la velada con el ánimo por bandera, fue enmudeciéndose al notar que su equipo no carburaba. Bastante hicieron con hacerse notar en las gradas, ya que el equipo de Ancelotti no transmitía. Fue una jornada sin sobresaltos entre las aficiones, una gran noticia tal y como está el fútbol.

Allí estaban en el rincón visitante dejándose la garganta con sus ánimos los representantes madridistas. Eran unos 600 aficionados, que terminaron la tarde como sus futbolistas: cabizbajos.

Ovaciones. En el otro flanco, con la afición rojiblanca en ebullición, se dejaron sentir las ovaciones a los leones. Empezaron con Muniain, que tras el derroche ante el Espanyol no podía ni con el pelo. Y la acústica de San Mamés rompió la barrera del sonido cuando fue sustituida su nueva joya. Williams fue reemplazado con unos cánticos de “¡Iñaki, Iñaki!”, que la pantera rojiblanca tardará en olvidar. Dejó su último premio a Rico, un estajanovista. Esta afición aprecia los derroches físicos y ayer no hubo desmayo.