Corbalán
“Ancelotti es equilibrado y muy capaz de relativizar el fracaso”
Corbalán, exjugador de baloncesto y cardiólogo de profesión, disecciona con lucidez el corazón madridista y receta más liderazgo de los veteranos y menos control presidencial.
—¿Ancelotti es el mejor entrenador para el Madrid?
—A mí me parece que tiene una cosa muy buena y es que es una persona madura, seria, que lo ha ganado todo y que como entrenador está por encima de cualquier jugador. No hay nadie con más prestigio del que pueda tener él. En los tiempos en los que estamos es necesario un entrenador con poso. Para empezar me parece un señor equilibrado, capaz de relativizar el fracaso. Me encanta para el concepto del Madrid que yo tengo.
—¿Y cree que cuenta con el apoyo del presidente?
—El presidente actual del Madrid trasciende al deporte porque es uno de los grandes empresarios de este país. Y precisamente por eso necesita un inter pares que sea como él, con la misma dignidad profesional que pueda tener el presidente. Gestionar los altos y bajos momentos es lo que hace grande a un club, a su presidente y a su entrenador.
—¿Es erróneo gestionar un club con los métodos de una gran empresa?
—Un club no es una gran empresa. Precisamente los problemas que tuvo Florentino Pérez en la era de los Galácticos, pudo venir de ahí, de no entender que los jugadores son caprichosos, son jóvenes y que hay que tener estructuras que comprendan y den respuesta a ese mundo. Cuando un presidente asume esas funciones tiene mucho riesgo. Florentino Pérez aprendió esa lección aunque sigue teniendo demasiado peso. Un gran presidente tiene que saber ceder juego y delegar en las personas adecuadas.
—Y no ceder a la tentación de ser presidente y a la vez entrenador.
—Para mí eso es un error. Un día un gran directivo del Real Madrid que fue Raimundo Saporta me dijo: “Yo no sé nada de baloncesto. Lo que quiero ser es alguien que cuando tengáis un problema en vuestra vida le puedas llamar. Para el resto ya está el entrenador y sus técnicos”. El presidente tiene que aparecer en momentos puntuales y luego saberse proteger por buenos profesionales que son los que tienen que bregar con esas parcelas que tienen que ver con los jugadores, con la afición y los medios.
—¿Cuál es la mejor manera de gestionar un grupo con tantos talentos y éxitos personales?
—La gente que es muy buena en una actividad no tiene por qué ser estúpida y tiene que tener un sentimiento corporativo. Aunque uno sepa mucho de algo, tiene que comprender que hay gente trabajando para que pueda dar su máxima dimensión. A las estrellas hay que hacerles entender que esto es un viaje largo, en el que participa mucha gente y en el que hay que estar juntos. Y tienen que aprender a limar parte de sus excesos en lo bueno y en lo malo.
—En el Madrid eran célebres las llamadas ‘santiaguinas’. ¿Hay momentos en los que el presidente debe intervenir?
—Me parece que sí, aunque antes el equipo tiene que generar sus propias defensas. En mi época, el capitán y los veteranos, por encima del entrenador, ya eran capaces de corregir determinadas situaciones y llamar la atención de cualquiera que sacara los pies del tiesto. Un equipo tiene que generar sentimientos de autocontrol.
—Cuando eso lo hace el presidente no suele caer muy bien entre los jugadores
—Bueno, es que cuando eso lo hace el presidente es que lo has hecho realmente muy mal. De todas formas un presidente debe tener los elementos intermedios que intervengan antes. La persona que tiene que hacerle entender al jugador que hay cosas que no puede hacer porque afectan a la identidad de la institución. Eso no tiene nada que ver con el entrenador que es una figura que está hoy pero puede haberse ido mañana.
—¿Ve entonces como imprescindible la figura del director deportivo?
—El nombre me da lo mismo. Pero el jugador tiene que entender que hay un peldaño intermedio entre el presidente y el entrenador. Alguien que sea el colchón donde se paren la mayor parte de los problemas que va a generar un equipo tenga o no tenga estrellas. Lo que genera problemas en los equipos no es el rango de los jugadores sino las emociones que se despiertan en ellos.
—¿Entiende que los aficionados no reaccionaran bien ante la fiesta de Cristiano Ronaldo?
—Si, lo entiendo.
—¿Quién debería haber intervenido?
—El primero que tenía que haber intervenido es el propio jugador. Tú no puedes dar una fiesta después de haber perdido 4-0. Porque me imagino que tu organismo y tu cuerpo no te lo pide. Se entiende mal. Me parece que fue un desacierto de Cristiano Ronaldo. Esa fiesta podía esperar una semana o diez días. Pero los jugadores son jóvenes, a veces se equivocan y en un momento determinado tiene que haber alguien que tenga capacidad de decir: “Oye, esto que sea la última vez”. El Real Madrid es un club que no se puede permitir una mala tendencia o un mal comportamiento. En el club tiene que haber alguien que se pueda sentar con Cristiano y que el jugador sepa que está ante alguien con rango superior. El problema de los clubes es que no hay un proceso educativo por parte de los más veteranos o los directivos.
—Explíquese.
—Lo que ha hecho grande al Madrid, al margen de los títulos, es que durante muchos años ha sido percibido como el canon de comportamiento, como grandes deportistas que eran capaces también de ser humildes, de ser responsables y ejemplares de forma que alguien pudiera señalarles y decir: “Ése es del Real Madrid”. Si tuviera alguna responsabilidad en el club, yo lo exigiría a todo el mundo. Donde te vean, tienen que decir: “Ése es del Real Madrid”, porque es ejemplar en su comportamiento delante de la sociedad. El espíritu de un club está muy por encima de los caprichos o las veleidades de algunos jugadores. Detrás de un escudo hay personas y cuando haces algo mal atentas contra tus compañeros y tu público.
—Después de escucharle, ¿cómo vivió determinadas escenas protagonizadas por Mourinho?
—Con espanto. Y eso que al principio cuando todo el mundo se metía tanto con Mourinho yo era defensor suyo, porque pensaba que algo tenía que tener cuando todo el mundo le quiere y los jugadores hablan bien de él. Pero entiendo que en su momento alguien le tendría que haber parado. Y si lo llevaba a tesis de o todo o nada, o me coges como soy o me voy, habría que haberle dicho, pues vete. Porque la experiencia ha demostrado que el Madrid con Mourinho y sin Mourinho habría sido igual. Aparte que hay que entender que los títulos los ganan los jugadores, no el entrenador. El entrenador facilita o lo gestiona. Incluso hay veces que lo imposibilita. El entrenador es un vehículo para que los jugadores ganen. De hecho las medallas no se dan a los entrenadores sino a los jugadores. Me gustan los entrenadores que saben apartarse de lo que es el mundo del jugador y acaban teniendo una postura más de dignidad. Ancelotti creo que hace muy bien ese papel.
—¿Ve saludable que se reclame el espíritu de Juanito?
—El aficionado tiene derecho a reclamar lo que quiera. Yo conocía a Juan Gómez y era un temperamental enorme con un corazón como una vaca. Le gustaba ser del Madrid y lo defendía como sabía. A veces no de la forma adecuada. Cuando se apela al espíritu se apela a alguien que es capaz de poner todo el corazón en el grupo al que pertenece. Y esa es la parte buena que veo del espíritu de Juanito.
—Usted ha sido un número uno. ¿Se le puede ir la cabeza al jugador cuando es el centro del éxito?
—Ahí está el valor del equipo. En mi caso tuve la suerte de encontrarme con jugadores veteranos que me pusieron en mi sitio. El equipo, tu entorno más cercano es el que te tiene que centrar siempre y entiendo que es difícil a un chaval que gana tanto decirle dos verdades en su momento justo. Yo tuve la fortuna de que Luyck, Rullán, Vicente Ramos, Brabender... eran capaces de ponerme firme a mí y a todos cuando hacías cosas que no debías hacer y son cosas así lo que hace que un club sea percibido como algo ejemplar .
—Fundamental por tanto la figura del capitán y los veteranos.
—Siempre es necesario que alguien te module. No hay nada más bonito en un equipo que el factor socializador de éxito y el efecto bálsamo de un fracaso. Eso es lo que hacen los veteranos. A ningún jugador le compensa el dinero que gana sino la felicidad que genera. Eso es lo que le motiva, lo que le hace competitivo. El equipo tiene que generar trascendencia y eso significa que tienes que saber que lo que haces es muy importante para mucha gente y la gente tiene derecho a sentirse orgullosa de ti.
—Son los encargados de mantener el espíritu de equipo.
—Les diré una cosa que no sé si saben ustedes: los genes se contagian. Un equipo que genera un determinado espíritu hace que la gente que se incorpora a él cambie sus genes respecto a formas de expresión. La genética se cambia con los hábitos y eso lo han podido comprobar en el Real Madrid. Los jugadores que se han ido sumando se contagian del espíritu. Se llama epigenética y tiene demostración científica. La actitud cambia nuestro genoma.
—Su último libro es un paseo didáctico por el cuerpo ¿Lo maltratamos en exceso?
—Cada vez menos. Quiero que todo el mundo sepa que si maltratas tu organismo va a durar menos y te va a hacer la vida mucho peor. Yo no renuncio a nada en la vida, pero trato de poner el punto de equilibrio para que un exceso de bienestar momentáneo no destroce mi vida. Entiendo que es muy bueno tomar tres copas de vino y es muy malo tomar 25. Y el día que se tercia o que estoy especialmente pecador, pues me tomo cinco. No pasa nada. El organismo tiene tanta capacidad para adaptarse al maltrato que si fuéramos un poco inteligentes sabríamos que hay una manera de vivir cojonuda y no morirse de asco. El cuerpo es una máquina perfecta, sabia, que se adapta a los extremos, que se coloca en el máximo de estrés posible y es capaz de responder, pero precisa una correcta relación entre todas sus piezas. Tienes que saber lo que tienes, aprender a cuidarlo y disfrutar de él.