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Café, Copa y Fútbol | Javier Gutiérrez

"Cristiano, un jugador total pero no tiene la magia de Messi"

Despliega Javier Gutiérrez un tremendo carisma que le ha convertido en el actor de moda del cine español y candidato al premio Goya. Quiso ser locutor deportivo.

Javier Gutiérrez.
Javier Gutiérrez.Jesús Á. Orihuela

Estaba usted convencido de que pasaba el Barça.

—Bueno convencido no, pero lo esperaba. El Atlético siempre es un rival muy duro, pero ahora mismo creo que el juego del Barcelona está por encima.

—¿Del Barça de toda la vida?

—No, del Racing de Ferrol. Equipo del que soy embajador y en cuyo campo, es el único lugar donde me fumo un puro viendo fútbol.

—Un asturiano, criado en Galicia y del Barça.

—Soy familia de emigrantes que vivieron en Francia, Suiza, Alemania y al final se instalaron en Galicia. Tengo mi vínculo asturiano, pero comencé a caminar en Ferrol. Jugué al fútbol en el Asteiro, equipo del barrio de Caranza. Era un extremo veloz, que corría mucho. Dejé de jugar porque en aquella época se daba mucha leña.

—¿Quería ser futbolista?

—No, lo que yo quería ser era periodista deportivo, locutor de radio. Soy feliz y a veces disfruto más escuchando un partido que viéndolo. Me parece que la radio deportiva que se hace en este país es de muy alto nivel. Hay gente extraordinaria.

—Ha hecho un par de películas relacionadas con el fútbol y en una de ellas hacía de árbitro. No debe ser un papel fácil.

—Fue una experiencia muy bonita. Rodamos la secuencia inicial en un Recre-Valencia. Grabamos la toma en la que salía el trío arbitral con la figuración real del público. Fue un momento muy emotivo. Para mí son auténtico héroes, sobre todo esos chavales que empiezan a los 15 años partiéndose la cara con todo el mundo, hasta con sus propios padres que quieren verlos en otros sitios.

—Oiga y la transición del Racing de Ferrol al Barcelona, ¿cómo se produce?

—Me regalaron una camiseta de Rexach con siete años y me hice muy culé. Hasta el punto que tuve hepatitis a la vez que la tuvo Maradona y no se pueden imaginar la alegría que tenía. Maradona ha sido para mí el tipo que ha hecho las cosas más maravillosas jugando al fútbol.

—¿Y algún otro héroe de su niñez?

—Quini. Fue un futbolista inmenso, un nueve atípico, el último de una estirpe de delanteros honestos, rudos, con mucha clase pero sin hacer fútbol de salón. Era un señor de los pies a la cabeza que aparcaba el ego en la caseta. Ahora escuchas a muchos futbolistas y se te cae el alma a los pies, porque parece que viven ajenos a la realidad. Entonces los futbolistas eran gente más normal.

—Y de los grandes de ahora, ¿es mejor Cristiano o Messi?

—¡Por semanas! El Messi del año pasado no me gustó, aunque este año vuelve a desplegar un juego virtuoso y goleador. De Ronaldo me gusta la potencia, la fuerza, la lucha. La insistencia permanente de Cristiano no la tiene Messi. Es un jugador total, aunque Leo tiene una magia y una genialidad que nunca tendrá el portugués.

—¿Ha bajado la intensidad de la rivalidad Madrid-Barça?

—Digamos que se ha civilizado un poco. Hubo una etapa que era de una intensidad insoportable, casi violenta. Recuerdo estar haciendo teatro aquí en Madrid en el María Guerrero y salimos a ver la segunda parte de un Madrid-Barça a un bar. Como siempre llevo los auriculares, se me escapó cantar un gol de Messi y hubo tres tíos del bar que se me encararon. Ese año se palpaba una violencia que creo tenía que ver con el discurso de Mourinho, que puso patas arriba el vestuario y la Selección.

—Hoy por hoy, ¿el Madrid está por encima del Barça?

—Este año empezó muy fuerte el Madrid y tal y como iba pensé que ni el Barça ni ningún equipo de Europa tendría nada que hacer. Pero luego, a la vuelta de Navidad, no sé qué ha pasado que se ha venido abajo. Creo que han sido muchos partidos, que Ancelotti rota muy poco y que hay gente como Kroos a la que se ve agotada. Ahora mismo el Madrid tiene un bajón de juego como vimos ante el Córdoba y el Barça tiene un resurgir en la sociedad entre Neymar y Messi que me llena de esperanza.

—Desde hace tiempo en ese escenario de rivalidad ha irrumpido con fuerza el Atlético.

—Y eso es algo muy bueno para el fútbol. Le voy a contar un secreto. El año pasado me alegré cuando Godín marcó aquel gol en el Camp Nou que le dio la Liga al Atleti. Antes que aficionado al Barça soy aficionado al fútbol y el año pasado entendía que el Barcelona no se merecía ganar esa Liga.

—¿Qué la parece la figura de Simeone?

—Pues que me encantaría un tipo así para el Barcelona. Con esa intensidad, con esa manera de sentir el fútbol. Creo que sería un gran entrenador para esos clubes donde son necesarios los domadores de egos.

—En los rodajes, ¿también hay rivalidad futbolística?

—Se generan situaciones muy curiosas, porque hay mucha gente trabajando y siempre se producen discusiones. En el rodaje de La isla mínima, con mi compañero de reparto Raúl Arévalo que es muy madridista, teníamos nuestros más y menos. Hay mucho futbolero en el mundo del cine. Y sobre todo en el teatro.

—En plena crisis de la actuación, sin embargo a usted se le ve por todas partes. ¿Cuál es el secreto?

—Vine a Madrid con 18 años y tenía una ilusión que no tienen ahora los jóvenes. Yo quería ser cómico y los jóvenes ahora quieren ser famosos. Sólo pensaba en el teatro y mi libro de cabecera era El viaje a ninguna parte, de Fernán Gómez. Soñaba con las giras, con el teatro por los pueblos. Y he conseguido algo de eso. Porque últimamente me he producido mis propias obras, me he jugado mi pasta y he sufrido en mis propias carnes el abuso del 21 por ciento que tanto daño hace al mundo de la cultura. Con todo, soy un privilegiado porque en nuestra profesión hay un 70 por ciento de paro y del 30 por ciento restante trabaja habitualmente un cinco. También he tenido la suerte de caer de pie en una serie que llevamos seis años grabando y que es un éxito.

—¿Y cómo es el salto de un Javier Gutiérrez que llega a Madrid sin conocer a nadie?

—A base de picar piedra. Soy un tipo al que nadie ha regalado nada. Además del talento, que al actor se le debe presuponer, creo cada vez más en la cultura del trabajo. Pero además de todo ello tiene que haber un factor de suerte. Que te llamen para una prueba, que encuentres un buen papel, que la serie en la que trabajas tenga buenos índices de audiencia.

—Usted siempre reivindica la importancia del secundario.

—En este país hay una excelente cantera de actores que empezaron como secundarios. Si Landa, Fernán Gómez o López Vázquez hubieran nacido en EE UU serían grandes celebridades del celuloide. Aquí hay actores que han vivido en la sombra y que no han tenido suerte. Quiero rendir un homenaje a aquellos que están en la sombra y que si tienen la oportunidad pueden mostrar su valía.

—Hay mucha competencia.

—Es cierto, hay gente muy joven que viene pegando fuerte y es verdad que se buscan siempre caras nuevas. Por eso es un medio tan difícil el nuestro en el que muchos buenos actores se ven abocados a jubilarse o a dejar la profesión por falta de trabajo. El espectador está ávido de encontrar nuevas estrellas. Fíjese lo que ha pasado con Jesús Castro, el actor de El niño que ni era actor ni nada, trabajaba con su padre en una churrería y fue a hacer una prueba y se ha convertido en una revelación. Se pueden crear mitos casi de la nada.

—Teatro, televisión, cine, ¿con qué se queda?

—Soy actor a secas. Lo que sí es cierto es que en el teatro, uno es el dueño del proceso creativo. Se levanta el telón y tienes durante dos horas al público enfrente y sabes cómo responde. En cambio delante de una cámara no sabes qué va a pasar hasta el día del estreno.

—¿Cuando está rodando una película como La isla mínima, tiene la sensación de estar haciendo algo especial?

—Te das cuenta en el guión que hay buen material, que hay algo muy potente y que tienes todo a favor. Luego el día a día es una carrera de obstáculos, siempre aparecen problemas, es como ir apagando fuegos. Por eso el actor el primer día lo que intenta es no estar nervioso, que el traje del personaje te siente bien, de empatizar con el equipo, hay muchos factores que pueden despistar y lo menos en lo que piensas es en si va a funcionar o vas a ganar un Goya.

—¿Le provoca angustia o emoción la llegada de los Goya?

—Estoy viviendo un momento muy hermoso y lo hago con mucha intensidad y también con mucha tranquilidad, porque me pilla ya con 44 años. Llevo veinte años de profesión y lo de ganar la Concha de San Sebastián, el premio Feroz de la crítica, el José María Forqué o la posibilidad de ganar el Goya, lo vivo con la sensación de recoger lo que uno ha sembrado durante tanto tiempo.

—Y su compañero Raúl Arévalo, ¿no está picado con usted?

—Raúl es el compañero más elegante, más cariñoso y con más presente y futuro de este país. Es un tipo que tiene un Goya, que ha estado nominado cinco veces y que va a dirigir su primera película. Este sí que tiene talento.

—La figura de un director, ¿tiene similitud con la de un entrenador de fútbol?

—Claro, alrededor de un director se aúna todo. Tienes que estar a mil cosas, hay que tener mucha templanza, a veces mano dura, los actores somos un coñazo muchas veces, con pataletas innecesarias. Por eso es tan importante el sentido de equipo, de sacar una tarea adelante y llegar al triunfo. Tiene mucho que ver con el deporte. Un equipo de rodaje acaba siendo tu familia. Y se crean unos vínculos muy potentes.

—¿Su actor favorito futbolísticamente hablando?

—Maradona.

—¿Y el mejor entrenador?

—Gustándome Guardiola, me quedo con el espíritu de Luis Aragonés. Tengo grabadas frases de Luis, como lo de ganar o cuando les hablaba a los futbolistas de usted y les explicaba el valor del juego y del triunfo. Era un tío de carácter y con mucho amor por el fútbol.

—La final de la Champions este año, ¿cómo la visualiza?

—Me encantaría un Barça-Madrid o un Barça–Bayern y si no puede estar el Barcelona, me gustaría un Chelsea-Real Madrid y que perdiese Mourinho.