BARCELONA
Messi deserta, Zubizarreta a la calle y Puyol lo deja
Por la mañana no se presentó en el entrenamiento ante los niños y por la tarde empezó a seguir en instagram a Chelsea, Filipe y Courtois.
Hacía tiempo que un camión de nitroglicerina buscaba aparcamiento en la esquina de Arístides Maillol con Travessera de les Corts. Ayer, lunes de Noche de Reyes, día reservado para alegría de los niños que tenían la oportunidad de ver en directo a sus ídolos (de capa caída, pero ¿quién va a discutirle nada a un niño la Noche de Reyes?) El camión encontró plaza y explotó. Y empezó una reacción en cadena de imprevisibles consecuencias que ha llevado al Barcelona a una fragilidad impensable hace sólo unos meses. El Titanic.
El día se desperezó triste para los barcelonistas tras el nefasto partido de sus jugadores en Anoeta. Al final de la jornada, el partido ya era lo menos grave. Menos grave incluso que las explicaciones que al final del patético partido dieron Luis Enrique y los muchachos que tuvieron la vergüenza de conceder unas declaraciones en las que aseguraban de nuevo que todo iba bien, que merecían haber ganado, que la pelota no quiso entrar.
El drama en si empezó cuando los 11.300 espectadores que esperaban ver a sus ídolos en el Mini Estadi en la tradicional sesión de entrenamiento a puertas abiertas (la mayoría niños) vieron estupefactos como Messi no acudía a la cita.
Poco después se desvelaba el misterio. Un comunicado médico del Barcelona explicaba que el astro argentino no acudía porque sufría una gastroenteritis. La gastroenteritis que le acostumbra a afectar cuando se enfada con el técnico de turno. O si lo prefieren, la gastroenteritis que definió Xavi Hernández hace tres días en el programa de BTV de Xavier Sardà “como la excusa de que pasa otra cosa”.
Messi dejó a los espectadores del Mini con un palmo de narices y a los niños que se suponía que iba a visitar en los hospitales barceloneses para entregarles regalos, con otro. Puede que Leo se encontrara fatal ciertamente, pero no es menos verdad que existe un pulso ya a cara descubierta entre la estrella y el entrenador.
Ejecución. Mientras Leo Messi tomaba loperamida por un tubo en su casa y Zubizarreta contemplaba el entrenamiento, en las oficinas del club, un gabinete de crisis formado por el presidente, el director de comunicación, el director de Relaciones Institucionales, un par de directivos de la más íntima confianza de Bartomeu y un asesor externo en campañas electorales tomaban la decisión de fulminar sin más dilación a Andoni Zubizarreta como director deportivo.
La noticia se hizo pública a las cuatro de la tarde en un comunicado en el que el presidente en persona, no la junta, asumía la responsabilidad de la rescisión del contrato.
La noticia cogía a todo el mundo por sorpresa menos a Zubizarreta, que 24 horas antes había indicado al camión de nitroglicerina donde debía aparcar. Al vasco se le ocurrió explicar una verdad como un templo en el antepalco de Anoeta a Mónica Marchante: Que cuando el TAS investigó irregularidades el ahora presidente era el máximo responsable deportivo de la entidad. No sentaron muy bien sus palabras.
Se esperaba la destitución de Zubizarreta, pero de cara a la reunión extraordinaria de la junta convocada para el próximo miércoles, no antes. Una reunión de junta, que sigue teniendo mucho interés. En ella se decidirá también el despido de Albert Agustí y Narcís Julià, los dos colaboradores más cercanos a Zubi y no se descarta que se ponga sobre el tapete un ultimátum a Luis Enrique y Eusebio, respectivamente.
Antes de esta junta, Bartomeu comparecerá para dar explicaciones y anunciar el sustituto de Zubi. Raül Sanllehí, director de fútbol, es uno de los nombres que más suenan.
No acababan aquí las sorpresas. Una hora después, Carles Puyol anunciaba que dejaba el Barça. El camión de nitro aparcaba para quedarse bien cerquita del Camp Nou.