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José Mota

“En un plató, los futbolistas reaccionan con inocencia”

A José Mota se le van ocurriendo gags a medida que avanza la entrevista. Tras una imagen formal, se esconde todo un infatigable creador de humor, que nos recibe en un estudio.

“En un plató, los futbolistas reaccionan con inocencia”

—Hace el programa de Nochevieja, pero se escapa de las uvas.

—Me ha tocado en tres ocasiones. La primera con Juan Muñoz en el 93 que, por cierto, no sé cómo fuimos tan osados; luego dos años compartí uvas con Anne Igartiburu que es una gran profesional. Pero, eso sí, en el momento en el que el regidor grita eso de “¡en un minuto estamos!”, siempre piensas, “¡qué coño estaré haciendo aquí yo!”. Es horroroso. Se te seca la boca instantáneamente. Luego al rato se te pasa todo y empiezas a disfrutar.

—Debe ser algo parecido a tirar un penalti en una gran final.

—Lo he pensado sí. Igual que cuando sales a hacer un espectáculo en directo. En esos momentos previos, en definitiva, lo que te gobierna es el puñetero miedo. Si te dejas arrastrar por el miedo, fallas el puto penalti. Es la mente. Por eso admiro a Rafa Nadal, la fortaleza mental que tiene. Ha dado una lección al mundo entero. Un tipo que ha tenido partidos perdidos y los ha levantado con la fuerza de la convicción. Los juegos, las competiciones, tienen mucho de poderío mental. Y desde luego, si tirar un penalti en una final es duro, no quiero ni pensar el precio que debe tener en tu vida personal fallarlo.

—Para estar en la élite de cualquier deporte, además de las condiciones físicas se necesita tener una mente especial.

—Más, porque las condiciones físicas cuando una persona llega hasta ahí, se le suponen. Hay gente que podría llegar, pero luego la mente juega muy malas pasadas. Eso se lo podría explicar cualquier psicólogo deportivo. Entiendo que lo más difícil es tener una mente equilibrada y poderosa. Luego si el cuerpo acompaña, imagínese.

—¿La habilidad con el balón es una condición física o mental?

—Es una buena pregunta. Cuando uno se sabe bueno jugando al balón, también eso te da seguridad mental. ¿Dónde empieza una cosa y dónde la otra? Bueno, si tú tienes condiciones lo sabes, pero insisto que el problema es dominar la mente a la hora de tirar ese penalti. Ahí es donde se ve la fuerza mental. La clave creo que está en que el portero no te note el miedo que tienes a fallarlo.

—También tiene mérito hacer un programa de Nochevieja e intentar ganarse a gente que suele estar a otra cosa.

—El programa de Nochevieja lo que hace es acompañar. Y luego lo cierto es que todo el mundo lo ve al día siguiente en la reposición. Es cuando se enteran de verdad. El programa de este año lo hemos titulado “España, un país de cuento”. Hemos contado con muchos colaboradores, artistas y gente conocida que han venido a participar. Entre ellos Juan Muñoz, con el que ha sido fantástico reencontrarme. También ha venido, como saben, gente del mundo del fútbol.

—Cuando sacas de su entorno a Isco o Carvajal y los metes en el plató, ¿cómo reaccionan?

—Con mucha ternura, con mucha inocencia. Estar en un escenario que no es el suyo habitual, sin duda les produce cierta inseguridad, pero acuden con curiosidad y con tan buena voluntad que es una auténtica gozada trabajar con ellos. Conmigo hicieron los dos un cameo y no fue nada complicado. Lo pasas bien porque lo que hacen lo hacen de forma amable. Se les nota la lógica inocencia de no estar pisando fuerte en su propio escenario que es el campo. Todo es muy complicado. Es como si me pones a mí de corto a sustituir a Isco: sentiría lógicamente que no doy la talla.

—Ver a Isco en el campo y verlo luego aquí siguiendo instrucciones para cumplir el guión tiene que ser curioso.

—A los futbolistas cuando les ves en el campo siempre parecen mayores. Y luego vienen aquí a grabar con nosotros y te das cuenta que son chavales. Pero también le digo: tienen un punto de madurez que no encuentras en otros jóvenes de su edad. Tienen otra forma de andar por la vida.

—Tengo entendido que hace una parodia de un buen amigo nuestro en su programa.

—Sí, está claro que hay un tipo de programa deportivo que ha tenido mucha aceptación por los personajes tan singularmente carismáticos que salen. Y en ese sentido hago un sketch en el que represento a Tomás Roncero, que me parece un personaje con mucha gracia y ternura, con esa pasión irrefrenable por su equipo.

—Esperemos que lo deje en buen lugar.

—No les quepa duda, les invito a comprobarlo.

—¿Ha jugado al fútbol?

—Como todos, en el colegio, en el instituto. Siempre me ha gustado mucho. Era muy culebrilla. Bueno, ya ve mi físico. Siempre he sido flexible y con mucha agilidad y eso me permitía defenderme bien jugando. Era lo que se dice un delantero ratonero. Recuerdo a un chaval del instituto en Villanueva de los Infantes, que se llamaba Mabi y que era un fenómeno regateando como no he visto nada parecido en mi vida. Si lee esta entrevista se sorprenderá. Teníamos 16 años y estábamos todos fascinados con él. Creo que en el fútbol, como también pasa en el humor, no están todos los que podrían haber sido. Y este es un claro ejemplo.

—¿Y cuál será el motivo?

—Puede haber muchos. El lugar en el que naces, por tu entorno, tus necesidades, seguramente hay muchos aspectos que te impiden desarrollarte en lo que realmente eres bueno. Por eso le decía antes que las cosas no son nada fáciles en ninguna profesión y mucho menos conseguir direccionar tu vida hacia el lugar adecuado.

—¿Está reñido el fútbol con el humor? Hacen ustedes pocos sketches con el deporte.

—Esa es una de las cosas que este año nos estamos planteando. Meter más fútbol en los programas. Y ha llegado a tiempo su pregunta porque va a ser así. Es una de las asignaturas pendientes. Pero también ustedes que hacen programas de fútbol, ¿por qué no llevan humor?

—¿Conviven bien entonces?

—Sin duda. Hay personajes, parodias, creo que el mundo del fútbol da mucho juego. Incluso hay ya algunos programas que tienen el humor en el fútbol como principal argumento. Hay un programa catalán que sí lo hace.

—¿Trabaja con muchos guionistas?

—Este año tengo un equipo fantástico. Somos seis personas, nos reunimos y tiramos ideas y luego cada uno se lleva una parte a desarrollar.

—Cuentan de José Mota que es extremadamente minucioso a la hora de hacer su trabajo. Participa también en el montaje y hasta supervisa el sonido.

—Es mejor no ser obsesivamente minucioso. Con el tiempo aprendes a tomar distancias sobre ti mismo. A veces lo mejor es enemigo de lo bueno. Le pongo un ejemplo: yo veo una toma que hemos rodado y siento que se puede mejorar. La hago otra vez. Y otra. Al final no ves nunca la toma que te llena totalmente. Es imposible. Y llega un momento que tienes que decir: “vale, esto se parece mucho a lo que yo pensaba”, porque si no entras en un círculo obsesivo. Supongo que habrá entrenadores de fútbol que les pasará lo mismo. Reconozco que en mi caso soy bastante minucioso.

—¿Se cabrea mucho en los rodajes de programas de humor?

—Cada vez menos. Cuando trabajaba con Juan era más exagerado. Ahora lo que procuro es grabar menos tomas, pero llevarlas mejor preparadas. Sobre todo lo que intento es no perder la frescura. Me vale más eso a que esté técnicamente perfecto. El cómico tiene mucho de visceralidad, y si pierdes eso, pierdes mucho. Me gusta dar un margen a la improvisación. Hay escenas cuyo final sale de la propia alegría del momento. Por ejemplo, una frase que te sale mal pronunciada y al ver que se ríe todo el plató la dejo como está. A veces la improvisación vale más que un buen guión, tiene más frescura.

—¿Para hacer humor es necesario estar alegre?

—Rotundamente sí. Si estás obsesionado con hacer las cosas bien y vas tenso, te sale, pero te sale muerto. Una de las misiones del cómico es transmitir alegría. La gente quiere que el cómico se lo esté pasando bien, que detrás haya un disfrute y no suene artificial. Se nota demasiado.

—¿Hay un tipo de humor manchego?

—El humor no es mejor o peor en según qué sitios. Lo que cambian son las formas en las que comunicamos. ¿De qué habla el humor? De nuestras miserias, pero eso sí, vistas en el de enfrente. Ese matiz es importante. Son observaciones de la vida, de cómo somos y cómo nos comportamos. El ser humano se ríe de sí mismo pero viéndolo en los demás. El humor es el espejo que nos devuelve un reflejo de nuestras miserias un poquito más dulce. Por eso nos gusta mirarnos en el espejo del humor. ¿Qué tiene el humor manchego? Pues una retranca muy acentuada, un cierto cinismo que se resume en esta pequeña historia que se cuenta por mi tierra: va un pobre llama a una puerta y cuando dice: “una limosna”, el de dentro le contesta: “échela por debajo de la puerta”. Ese es el humor manchego. Es muy de Quevedo. Ese horizonte lejano da cierta sequedad al humor.

—Trabaja usted con gran desgaste físico. ¿Hace ejercicio?

—He hecho ejercicio toda mi vida. Salgo con frecuencia a correr con mi primo José Perona, Campeón de Europa de maratón de veteranos. Acaba de ganar el maratón de San Sebastián. Está trabajando conmigo y salimos a correr con frecuencia en Montiel. Es un tipo curioso, hecho a sí mismo. Le gusta prepararse los maratones en soledad y para eso hay que tener una cabeza muy particular. Hago ejercicio con él y aprendo muchas cosas.

—Los dirigentes del fútbol andan empeñados en erradicar la violencia de todo tipo. ¿Se puede estar en un campo de fútbol sin insultar?

—Si le digo la verdad, a mí me suena casi como un sketch. Ya estoy viendo un contador de insultos que va con una libreta entre las gradas tomando nota y poniendo multas. Y el aficionado se le acerca y le dice: “Quíteme ese insulto, por favor, que lo he hecho con toda la buena intención del mundo. Se lo cambio por otro. Déjeme que insulte otra vez y lo hago con un eufemismo”. Ya le digo que hay mucho humor en el campo.

—¿Se le da mucha importancia a lo que rodea al fútbol?

—El fútbol mueve pasiones, hace disfrutar a mucha gente y hay que comprender eso. Cuando se dice que los futbolistas ganan mucho dinero conviene recordar que también lo generan. La gente cada semana siente la pasión de vivir sus colores. El fútbol da felicidad a mucha gente, cumple una clara e importante labor social. Es el desahogo de cada semana. Lo que hay que hacer es corregir esas pequeñas cosas que lo perjudican y reglamentarlas. Soy un defensor de que el fútbol esté, exista y sigamos viendo a la gente apasionarse, ilusionarse y, si puede, ser feliz los días de partido.