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Mundial Clubes | Real Madrid - San Lorenzo

“¿Cristiano? San Lorenzo tiene una línea directa con Dios”

El ‘Ciclón’ tiene una peña en Madrid desde 2007; hoy estará en Marrakech. “El Madrid lo llama Mundialito; nosotros, ser campeones del mundo...”

LOCURA. El bar Boedo, en Boadilla del Monte, es el punto de encuentro de los aficionados de San Lorenzo en Madrid. La pasión se desata allí cada vez que juega el ‘Ciclón’.
LOCURA. El bar Boedo, en Boadilla del Monte, es el punto de encuentro de los aficionados de San Lorenzo en Madrid. La pasión se desata allí cada vez que juega el ‘Ciclón’. Jesús Á. Orihuela
ASTV

Boedo, el barrio de poetas y tangueros ubicado en el sur de Buenos Aires, aquel donde Borges trabajó como auxiliar de biblioteca y nació San Lorenzo de Almagro, tiene sucursal en poco más de 70 metros cuadrados en Boadilla del Monte. En un bar bautizado así, Boedo, porque para un hincha cuervo el barrio es más intocable que su casa. Aquí se reúne cada semana la peña sanlorencista Osvaldo Soriano (adoptó este nombre en honor al periodista y escritor argentino, fanático del Ciclón, que tuvo que exiliarse durante la dictadura militar). Es la única en Madrid pero no en España. Hay en Pamplona, Valencia, Barcelona...

Nació en 2007 gracias al impulso de Osvaldo Álvarez, argentino de 66 años, que llegó a España en 1970: “Vinimos por un trabajo de mi padre. La lejanía no sólo no rompió mi vínculo sentimental con San Lorenzo sino que lo fortaleció. Un día, después de llevar 35 años en Madrid, me entero de que hay una peña de San Lorenzo en Andorra y me sentí ofendido. Lancé un mensaje por Internet y el 13 de enero de 2007, en el Café Comercial, nos juntamos seis; ahí se fundó esta peña”.

Osvaldo se hizo del Ciclón antes siquiera de conocerlo: “Mi familia vivía junto al viejo estadio Gasómetro y en él pasé mi infancia escuchando a los mayores hablar de la gira exitosa por España de 1946 y 1947 y de aquellos delanteros: De la Mata, Farro, Pontoni, Martino y Silva. En él hacía los deberes y asistía a clases de teatro. Era una universidad popular bajo los tablones que la dictadura nos robó por negocios inmobiliarios. Desde hace más de 30 años aquel espacio lo ocupa Carrefour. Pero gracias a un movimiento popular se ha logrado que se reintegre a San Lorenzo esos terrenos robados. La ciudad no tiene dinero para pagar a Carrefour y lo que la gente de San Lorenzo está haciendo es comprar simbólicamente metros para juntar el dinero suficiente. Ya lo hicieron el actor Viggo Mortensen y el Papa Francisco”.

Una muestra de amor que conmueve. Tanto como ver el entusiasmo de estos cuervos madrileños cada vez que juega el Ciclón: “El núcleo duro lo formamos 25. Pero la peña Osvaldo Soriano se ha convertido en un punto de referencia para el sanlorencista que pasa por Madrid. Muchos vienen, ven el partido de turno y luego no los volvemos a ver. En la final de la Libertadores fuimos casi 70”. Como Jorge Bettini (66 años) y su hijo Marcelo (33), de Buenos Aires y que hicieron parada en Madrid antes de partir a Marrakech. De repente, el bar Boedo rompe en un solo cántico. “Ya se acerca Nochebuena, ya se acerca Navidad, nos vamos para Marruecos, para ser campeón mundial...”.

El Madrid. El Mundial de Clubes se hace con el protagonismo. “El Madrid es el mejor del mundo pero un sanlorencista siempre es optimista. Hemos pasado mucho para estar aquí”, asegura Juan Palermo (25 años). “Ellos lo llaman Mundialito, ¡el Mundialito! Pero para nosotros es poder ser campeones del mundo. Iremos a cada balón como si fuera el último”, apunta Martín Zárate, de 39 años. No asustan ni Cristiano ni las 21 victorias seguidas: “Ellos tienen a Cristiano, pero nosotros al Papa. Escúcheme, tenemos línea directa con Dios”, bromea Valeria (32 años). Mariel Pérez (34) es más pragmática: “Sin Modric su juego no es tan bueno. James viene de una lesión, Ramos, tocado... Lo aprovecharemos”. Desde el miércoles, esta peña está en Marrakech, junto con los otros 10.000 cuervos. “Es un sentimiento. La gente no tiene laburo ni plata, pero olvidamos todo, sólo existe San Lorenzo”. Y Boedo vuelve a atronar, como hacía el viejo Gasómetro: “¡El Ciclón, el Ciclón!”.