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Luis Landero

“Isco es picaresca y encanto. Es fútbol de patio de colegio”

No se pierde un solo partido del Madrid, al que analiza con la precisión de un entrenador. No hay nada como ser novelista para ocupar a la vez el banquillo y el centro del campo.

“Isco es picaresca y encanto. Es fútbol de patio de colegio”

—¿Madridista de toda la vida?

—La primera vez que vine a Madrid, lo hice para estudiar en el colegio Claret de Torres Blancas y a los que estábamos internos, cada fin de semana nos llevaban a ver al Madrid o al Atleti. En Chamartín vi jugar a Di Stéfano, a Puskas, a Gento a todo este personal y ahí me hice madridista, aunque también le diré que yo entonces no tenía “uso de razón” futbolística.

—¿Quiere decir que entonces no le deslumbraban las estrellas madridistas?

—No, ya le digo que tengo recuerdos muy vagos. En realidad a los futbolistas los imaginábamos a través de las crónicas de la radio. A Di Stéfano le descubrí luego viéndole en aquellos vídeos que quedan. Sí que recuerdo mi vida como jugador de fútbol en el equipo de la Central lechera Clesa. Nos dejaban un camión de la empresa y visitábamos los pueblos los domingos para jugar. Íbamos apestando a leche cruda. A pesar de lo incómodo lo recuerdo con un placer enorme.

—¿De qué jugaba?

—Bueno yo no era ni titular ni suplente, un poco como es Arbeloa ahora, y teníamos un compañero argentino que hacía de entrenador, y a veces me sacaba y otras no. Cuando salía, a mí lo que me gustaba era andar cerca del área. Diría que me gustaba jugar de romántico adelantado.

—¿Soñaba con ser futbolista?

—Desde luego. He sido delantero del primer equipo del Real Madrid durante muchos años. Y mis posiciones en los sueños eran dos: una, tipo Zidane, de organizador del juego y otra, goleador matador. Y le metía siempre goles al Barça.

—¿Y se hacía entrevistas a sí mismo?

—Muchas, cómo no. Me he hecho entrevistas como jugador, estrella de fútbol, pero también como entrenador y ¡hasta presidente! Les confieso, con cierta vergüenza, que sigo haciéndome entrevistas. Sobre todo para dormir, ayuda a relajarse. Eso sí, ahora ya son entrevistas a un escritor y no a un jugador de fútbol. Uno ya tiene una edad.

—Es curioso que todo el mundo haya soñado con ser futbolista.

—Una de las cosas de estos espejismos que crea el fútbol, es que, como lo has vivido, y está tan enraizado en la infancia, los futbolistas parece que siguen siendo mayores que tú. Y no digamos ya a los árbitros, que yo los veo muy viejos. En el fútbol, desde luego, la edad queda aparte.

—Cuando ve los partidos, ¿hace crónicas imaginarias?

—Veo todos los partidos del Madrid y cuando me acuesto hago un análisis con unas composiciones casi pueriles. Pero el fútbol te da cierta impunidad en cuanto a edad y situación intelectual. Te da derecho a todo, te exime de culpas.

—Entonces, ¿cuáles fueron sus primeras referencias futbolísticas?

—Creo que Amancio, uno de los nexos entre la época de Di Stéfano y el Madrid posterior. Lo admiraba mucho, tenía una clase enorme y creo que ha sido un jugador infravalorado. Amancio debería estar siempre en la lista de los mejores jugadores españoles. A mí hoy en día me gusta Isco porque me recuerda de alguna manera a Amancio y el fútbol romántico de la época. Isco me recuerda al fútbol de patio de colegio, de barrio, de terrenos pequeños. Picaresca y encanto, por eso a este futbolista lo quieren tanto y en tantos campos: porque se identifican con él. Tiene ese preciosismo de los chavales a los que les gustaba recrearse.

—Además Isco ha sabido reconvertirse también en jugador que trabaja para el equipo.

—Es que si no, no tendría sitio en este Real Madrid. Es decir si fuera un jugador sólo de filigranas no tendría sitio. Le ha pasado lo mismo a James. Por eso me admira tanto el trabajo que está haciendo Ancelotti. Y eso que empecé teniendo muchísimas dudas, sobre todo cuando se fue Di María. Alonso me importó menos que se fuera, creo que ya había dado lo mejor y era un futbolista prescindible.

—Pero Ancelotti le consideraba poco menos que su alter ego en el campo.

—Sí, pero a ¿a quién no considera Ancelotti fundamental? Esta es una de sus grandes virtudes. Todos son esenciales, imprescindibles. Di María me preocupaba más aunque también hay que decir que es un poco como un pollo sin cabeza, por esa anarquía que tiene. De todas formas los que se van del Madrid, como Özil o Di María, van desapareciendo. Aquí forman parte de un engranaje estupendo. Eso es lo que le está pasando a James. A mí al principio me pareció una locura fichar a este muchacho.

—¿Entonces Ancelotti le ha sorprendido?

—Me parece un Miguel Muñoz. Este tipo de entrenadores templados, maduros, diría que sabio en lo suyo, que no pierde nunca los papeles. Que saben cómo tratar al vestuario sin demasiada cercanía ni tampoco distancia, con cariño y además acostumbrado a negociar con grandes estrellas del deporte. Tiene un cuajo asombroso, porque cada vez que se ha visto en una encrucijada hay que ver qué bien lo resuelve.

—Pero a Ancelotti le recriminaron que dejara escapar la Liga. Y si no gana la Champions, seguramente no habría seguido.

—En el fútbol, como en los toros, entre la cornada y la Puerta Grande no hay grandes distancias. Le reconozco que en aquella final me fui a acostar. En el minuto noventa, cabreado, apagué la tele y me fui a la cama con la radio. Imagínese cuando a los tres minutos volví al salón dando gritos y con el pijama a medio poner, hasta el punto que me caí. Mi mujer no daba crédito.

—El fútbol, ¿es un estado de ánimo?

—No hay duda. En la vida hay muchas cosas que son estados de ánimo. Para escribir, por ejemplo. Según el estado de ánimo que tengas puedes escribir muy mal.

—¿Tiene que activar la disciplina para escribir?

—Sí. Como los jugadores para ir a entrenar. Yo me impongo un horario. Siempre escribo por la mañana. Incluso aunque no escriba nada, estoy ahí al pie del cañón porque sé que, al menos, estoy ablandando la materia. Todo es cuestión de ser tozudo. Yo como escritor pertenezco a la misma especie que Raúl o Cristiano. Hay que ser muy currante. Pero además te tiene que gustar mucho esto.

—Y los días malos, ¿qué está haciendo el escritor?

—Los días malos el escritor se da de cabezazos contra las paredes. ¿Por dónde voy?, ¿qué hago? No te sale nada y entonces le das una y otra vez, abriéndote paso como en una selva hacia un lugar bueno. Hasta que acaba saliendo. Creo mucho en el trabajo, es fundamental. Como profesor, siempre les decía a mis alumnos: “Hasta que no curréis, no sabréis lo que valéis”. El trabajo hace milagros. Soy defensor de la constancia en el trabajo.

—¿El fútbol es como una novela?

—El fútbol tiene unas reglas, tiene un sentido, es como una novela. Un partido tiene su planteamiento, su nudo, desenlace, sus idas y venidas; es un laberinto de incidentes. Es como una novela, que le da orden al mundo.

—Sí, pero aquí reina otro componente que es el azar.

—Sí pero al fin y al cabo la novela refleja la vida, que es azarosa. En el fútbol hay de todo, es como el ajedrez. Es como una metáfora en la que está todo, la guerra, la paz, las relaciones diplomáticas. Tiene una magia especial. Esto es como el amor, si no lo has probado, no puedes imaginar lo que es y es inútil explicarlo.

—¿Cuáles son los personajes más literarios del mundo del fútbol?

—Los porteros, que pertenecen al género dramático. Están expuestos a la heroicidad o al ridículo. Son personajes especiales. Mire el caso de Casillas, o héroe o villano. Ningún jugador está tan expuesto.

—Por cierto, ¿qué le ha parecido todo el lío con Casillas?

—Pues le voy a decir una cosa, a mí Casillas nunca me ha parecido un portero excepcional. Me ha parecido un portero muy bueno. Lo que pasa es que las circunstancias han hecho de él un jugador de época. Parece que todo ha conspirado para poner en escena a un Casillas heroico, pero a mí nunca me ha parecido un portero completo.

—¿Pondría entonces a Keylor Navas?

—No, no digo eso. Porque creo que las jerarquías hay que respetarlas. No sé muy bien cuál es el orden en el vestuario, a veces me lo he preguntado, pero parece que tiene mucha importancia. Y se merece una oportunidad, aunque creo que siempre va a estar bajo sospecha. Me parece muy difícil que Casillas pueda rehabilitarse. Tiene que ir partido a partido.

—Ya que hablamos de personajes literarios, ¿qué le parece el Cholo?

—Es un gran actor. No digo que sea un impostor, aunque él sabe muy bien cuál es su papel de entrenador y hace una puesta en escena. Lo mismo que ha hecho Luis Enrique, lo que pasa es que a éste le ha salido peor. Simeone ha madurado, sabe que tiene prontos muy fuertes y ha decidido ponerles coto.

—Simeone ¿sabe más de fútbol o de psicología?

—De psicología sabe. Porque él ha conseguido transmitir toda su filosofía de jugador. Para ser entrenador del Atleti no hace falta saber mucho de fútbol. Me explico: para ser alguien el Atleti sólo puede hacer lo que hace Simeone, jugar con una intensidad inmensa, aunque su juego sea más rudimentario. Para ser entrenador hace falta transmitir. Es igual que para ser profesor: o tienes empatía y los convences y los haces tuyos o no.

—Que no es el caso de Luis Enrique.

—No porque Luis Enrique está a medio camino entre un personaje autoritario y uno complaciente. Ni una cosa ni otra. Y sin grandes conocimientos. Ni los tuvo como jugador ni los tiene como entrenador. Es imposible que pueda parecerse a Guardiola porque fue otra época. Estoy seguro que Ancelotti haría milagros con este Barça. Por eso andan fastidiados, por no haberle fichado.

—En su último libro hace un viaje a lo largo de su vida. ¿Es un viaje doloroso?

—No. En general es un libro de celebración de haber vivido. Hemos vivido con lo que la vida te da en su lote. Esa generación anónima de mis padres vivió y mi libro es una invitación a la vida. Nunca hay que dar un balón por perdido. He sido feliz mientras lo he escrito.