Suena cada vez más angelical la alineación de Suiza, macerada durante los últimos tiempos con chicos jóvenes que se rebelan contra el nulo protagonismo histórico del país helvético en el panorama internacional futbolístico. Chicos que provienen de la inmigración, de la balcánica, para ser más exactos, y que habiendo crecido y en algunos casos nacido en su país de acogida responden ahora con lo que mejor saben hacer: jugar al fútbol.

Behrami, Shaqiri, Xhaka, Drmic, Seferovic, Gavranovic… Suena a cualquier cosa menos a una selección suiza de lo que sea, pero la realidad del país es que los brazos abiertos con los que acogió a refugiados de conflictos como el de Yugoslavia hacen ahora que sus hijos defiendan con orgullo la camiseta roja que les arropa. Ya fueron campeones del mundo Sub-17. Ya fueron subcampeones de Europa Sub-21. Y ahora, aun siendo jóvenes, empiezan a dar que hablar en los Mundiales. Véase el ejemplo de Sudáfrica ante España en el partido inaugural.

Diferencias. La calidad la pondrán los suizos; la potencia, los ecuatorianos. Su clasificación mundialista siempre es digna de elogio proviniendo de las exigentes eliminatorias sudamericanas. Por el camino quedó el fallecido Benítez y a él irán dedicados todos los triunfos que puedan venir. Músculo contra talento. Fuerza contra ingenio. Atletas contra artistas.