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Café, Copa y Fútbol | Gonzalo Suárez

“El juego de España provocó el retorno del catenaccio”

No se sabe si Gonzálo Suárez es mejor escritor que cineasta porque como dijo de él Julio Cortazar algunos no se dejan clavar en los catálogos. Sabio y divertido.

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Gonzalo Suárez.
Gonzalo Suárez.FELIPE SEVILLANO

Hablemos de fútbol.

—Como quieran, pero les diré que hablar de fútbol es altamente sospechoso.

—¿Y eso?

—Porque uno puede empezar a hablar solo a posteriori, en función de los resultados. En el fútbol es sorprendente como cambia toda la trama, todo el argumento, en función de unos centímetros, de si el balón entra o no, o que el árbitro prolongue unos minutos o no. Lo que podrían ser comentarios fatalistas y catastróficos se convierten en elogiosos maravillosos. Me han contado que en el periódico La Razón, justo antes de la prórroga de Lisboa, tenían proyectada una portada de Casillas con el titular “Por tu culpa”, y, claro, la cambiaron en base a lo que ocurrió. No sé si la anécdota será cierta pero me la creo.

—Está claro que con todo lo que mueve el fútbol luego se decide por un detalle mínimo o por azar.

—Y esta es una de las cosas que hace que no pueda haber buenas películas sobre fútbol, porque es algo incontrolable, sujeto al azar. En cambio en el cine todo se sabe. Incluso yo lo intenté una vez en base a mi libro “Los once y uno”, pero era de una complejidad enorme aparte que no había equipo que se prestara a contar la trastienda. Una película de fútbol que no cuente los intríngulis internos, compras, ventas, movimientos, quedaría como un recurso para forofos.

—¿Por qué hay tan buenas películas de boxeo?, ¿Son personajes más solitarios, más sórdidos?

—En el fútbol las interioridades deben ser bastante más sórdidas de lo que aparentan. En sordidez no se crea que le anda a la zaga, pero no obstante, el boxeo es un duelo uno contra uno y es más fácil de construir. El ambiente y todo lo que rodea al fútbol es muy complicado. Además sería muy difícil encontrar a once actores que no se les notara u once futbolistas que supieran actuar.

—¿Cómo entró en contacto con el fútbol?

—A través de Helenio Herrera. Cuando llega a Madrid procedente del Valladolid, entabla una relación con mi madre y se hace cargo del Atlético. Ahí empiezo a ir por primera vez al fútbol, al Metropolitano.

—¿Cómo recuerda aquel Atlético?

—Era fulgurante. Con Ben Barek, Escudero, Múgica o Silva. Era un equipo moderno, que deslumbraba. Ganó dos ligas consecutivas y jugaba maravillosamente bien. También fue gracias a Helenio, el primer entrenador total.

—¿Qué aportó a sus equipos HH?

—La búsqueda de los espacios, la rapidez, la verticalidad. Helenio no soportaba jugar el balón al pié porque entendía que daba tiempo al contrario a replegarse. Quería que se jugase rápido al espacio y dejar el centro del campo “para sembrar patatas”. La clave era atrasar los extremos y ver cómo reaccionaban los laterales. Si subían y dejaban hueco, lo aprovechaba Luis Suárez para colarse por ahí como un rayo. Los equipos de Helenio se imponían con pases largos al espacio.

—¿Cómo recibieron a Helenio Herrera en Italia?

—Le recibieron con estupor porque a su llegada a Italia empezó a ganar por goleada. Le llamaban “Napoleón Herrera” y decían que con él había llegado la revolución. El Inter lo ganó todo y estuve con él haciéndole informes de los rivales. Era auténtico, tenía genio. Entrenaba y se encargaba de la preparación física. Estaba a todos lo detalles. Si se paraba el juego y un futbolista se ponía las manos en la cintura, Helenio entendía que no estaba en forma. A un jugador que alegó fiebre le dijo: “Qué alegría me das. Todos los atletas baten récords con la fiebre”. Y luego estaba preocupado con el sexo.

—¿Y eso?

—Siempre le echaba la culpa al sexo. Si alguien andaba molesto de aductores decía que era por exceso de cama e incluso llegó a recomendar a la novia de algún futbolista que no lo hicieran más de dos veces a la semana.

—También tenía obsesión por el dinero.

—Tenga en cuenta que tuvo una infancia miserable en Casablanca. Vivían en una casa sobre palos para que no subieran los alacranes. Era un personaje para una novela de Dostoievsky. El fútbol le sacó de la miseria y siempre estuvo obsesionado con el fútbol, su gran pasión, y el dinero.

—Usted que tuvo la posibilidad de vivir el fútbol muy de cerca con Helenio Herrera, ¿qué diferencias hay con el actual?

—Hay diferencias obvias. La táctica ha ido evolucionando, pero sobre todo la preparación física. Una diferencia radical fue el poder cambiar jugadores. Creo que hasta 1995 no se permitió cambiar tres jugadores pero hasta 1965 no se podía cambiar ninguno, salvo el portero. De ahí que Helenio dijera aquello de se juega mejor con diez que con once. A mí me llegó a decir en Italia que prefería jugar con diez porque un hombre menos suponía un espacio más.

—Entonces los futbolistas se tomaban más licencias

—Sí desde luego. También eran más ingenuos. Bebían, se escapaban de las concentraciones. Yo le he hecho entrevistas a Di Stéfano y lo primero que hacía al acabar el partido era encender un cigarrillo. Fumaban en el vestuario. Pero vamos, también fumaba yo puros en los aviones. También el dinero ha hecho que todo cambie.

—¿Es verdad que Helenio Herrera se llevaba mal con Di Stéfano?

—No, no, para nada. Helenio consideraba a Alfredo el mejor jugador del mundo. Decía que si Pelé era un director de orquesta, Di Stéfano era la orquesta completa. Di Stéfano era de una funcionalidad extraordinaria y gobernaba de tal manera que no hacía falta entrenador. Mandaba sobre todas las cosas.

—¿Qué opinión tiene de Vicente del Bosque?

—El problema de un seleccionador es que no es un entrenador. Porque no tiene la posibilidad de desarrollar un equipo, de entrenar con él durante el tiempo necesario. En este caso tenemos uno de los mejores seleccionadores del mundo. Me parece soberbio Del Bosque.

—Pero usted en 2010 no estaba del todo conforme con la selección que fue a Sudáfrica.

—Es cierto. A mí el tiki taka no me gustaba ni como expresión. Pero tengo que reconocer que el fútbol de la selección me persuadió, y me hizo dar por buena la reflexión básica de que si sólo hay un balón y lo tienes tú, no lo tiene el otro. Curiosamente el juego de España ha provocado el retorno del catenaccio.

—España viaja a Brasil con muchos campeones del mundo. ¿Puede revalidar el campeonato a pesar del paso de los años?

—Pienso que hay muchos jugadores que están cascados, pero tienen a su favor que mantienen un sistema. El sistema puede haber caducado, puede conocerse, puede tener antídoto, pero es mejor tenerlo que no tenerlo. Lo importante es tener una idea de a qué se juega. Y España la tiene y no tengo tan claro que los demás la tengan. Ni siquiera Brasil que no sé a qué juega. Tengo la esperanza de que, agónicamente, consigamos que el sistema prevalezca sobre unas selecciones que no lo tienen. Lo malo es que Brasil juega en su casa.

—Y llega Argentina con un Messi que reclama para sí la conquista de un Mundial.

—Debe empezar conquistando a su selección porque con ella no ha hecho absolutamente nada. Es un jugador peculiar, extraordinario, pero ha estado roto moralmente. Entiendo que el problema con Hacienda, le debe de afectar. Yo creo que le ha afectado el que de pronto te descubran, te pillen. No lo sé. Hoy por hoy no creo en el equipo de Argentina. Pienso que puede haber una sorpresa. Me encantaría que la sorpresa fuera España ganando en Brasil y por segunda vez consecutiva, pero puede haber alguna otra. Hay otro aspecto que puede afectar y es el arbitraje.

—¿Usted cree?

—Sin duda. Sospechosamente algo se mueve donde hay tanto dinero en juego y tanta gloria. Me da que es imposible creer que el fair play se vaya a mantener. Soy escéptico.

—¿Y cómo ha asistido a este final de temporada?

—Me ha gustado la épica de un equipo como el Atleti que realmente tenia menos medios y cómo al final decidió la gloria un cronómetro. Hombre, no llegó al caso de Ortiz de Mendíbil que amplió un partido nueve minutos hasta que marcó el Madrid, pero vamos… De todas formas no hay que regatear mérito a este Madrid. El problema que tienen los equipos con el Madrid, es que el Madrid se enfada, es que tiene nervio. El Barça en cambio se amanera. Le he visto remontar pocos partidos. Peca de amaneramiento, falta de nervio, que en cambio lo tiene el Madrid, que cuando se enfada es temible.

—¿Cuál es el equipo mas cinematográfico?

—El Barça es de largometraje. Para una película impactante me quedo con el Madrid. Tiene una recámara extraordinaria. Quizá le falta un sistema de equipo. Es una paradoja porque por momentos parece incluso un equipo inferior, pero de pronto tiene esos estallidos incomparables. A mí me gustan más los estilistas, pero no suelen ser ganadores. Gana el que tiene más punch, como el Madrid.

—¿Cuál es el personaje que más le ha impresionado?

—Desde luego con Julio Cortázar había una comunicación tremenda, basada en una mirada excepcional. Me pasó lo mismo cuando conocí y traté al director de cine Sam Peckinpah. Creo que independientemente de donde estemos o del idioma, lo importante es la mirada, lo que hay dentro de uno. Tengo una sensación ontológica y me gusta ver las cosas con gran angular. Así me gusta ver los partidos. Ver qué pasa donde no está el balón. Allí hay cosas de lo más interesantes.

—¿Y como asiste a este proceso de cambio y transformación tras la abdicación del Rey?

—No me siento especialmente afectado. Me parece una figura que no me estorba y no tengo prurito republicano.