Chile le ofrece la libertad. Y el mando. Y la confianza. Jugar donde quiera, en una banda, por el centro del ataque o más retrasado. Decidir sobre la marcha, improvisar, escoger a su antojo lo que más le conviene. A él y su selección. Que ya los demás se adaptan. Hacer de Messi, en suma. Disfrutar de los privilegios que en el Barcelona obtiene otro y que a él personalmente le condenan. O incluso le esclavizan. Chile le concede a Alexis el paraíso. Sampaoli no ha hecho por disimular. Lo que todos vieron es un mensaje oficial: su equipo, sobre todo ahora que tiene a Vidal en boxes, está entregado a su futbolista bandera, a un jugador capaz de marcar las diferencias.

El entrenador no acepta la palabra dependencia. Porque ahí valen también las carreras de Isla y los goles de Vargas, las apariciones de Aránguiz o la presencia de Mena o Albornoz. Pero sí sumisión o adaptación. Chile va a jugar para Alexis, o a partir de Alexis, que no va a tener que jugar apresado en la cárcel del Barcelona. Sampaoli lo tiene tan claro que lo dice: “El estilo del Barça perjudica la manera de jugar de Alexis. Con Chile marca las diferencias”. Si no triunfa en el Camp Nou, o no recibe el cariño de la hinchada que otros consiguen, no es tanto su culpa como de las circunstancias. Pero en La Roja todas le favorecen.