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Balance del naufragio azulgrana

Una demolición brutal del equipo iniciada desde la cúpula

El Barça se fue sin dar explicaciones. Con el ejemplo de un presidente fugitivo, la plantilla se escondió, el técnico no aceptó preguntas y el club lo fía todo a una renovación urgente.

Una demolición brutal del equipo iniciada desde la cúpula
Alex LiveseyGetty Images

Crisis institucional. Durante mucho tiempo, el equipo fue el sostén de la institución gracias a la cultura del éxito. Los éxitos en el campo solaparon mociones de censura, dimisiones en masa de directivos y terremotos sociales, pero ha llegado el día en que el equipo no ha podido poner más parches a la crisis institucional. El Barça es un club que se ha desmoronado desde la cúpula. Con un presidente a la fuga, una junta que no ha sido votada y que ha comprometido al club en una operación de reforma institucional de 600 millones de euros. Aferrados a la pelota, resistieron numantinamente. Ahora, con el fracaso consumado, el equipo agotado y el proyecto en cuestión, la oposición exigirá elecciones. Laporta y Benedito ya se mueven.

Recuperar la cultura del trabajo. El Barcelona siempre ha tenido magníficos jugadores. La diferencia estaba en la cultura del esfuerzo. Rosell apostó por Martino, un técnico al que le ha venido el traje muy grande y que más allá de sus limitaciones profesionales ha fallado en el trabajo. Los jugadores, cansados de tener a un capataz exigente, tardaron dos semanas en tomarse al nuevo técnico como el pito del sereno. En sala de prensa todo eran buenas palabras para el Tata, pero de puertas adentro ridiculizaban su trabajo. Se pasó de unos técnicos que eran los primeros que entraban y los últimos que salían a unos jefes que llegaban a la sesión diez minutos antes de que empezara y que se iban a casa antes de la hora de comer.

“Soy Xavi, no Andrés”. Que la química entre los técnicos y los jugadores no era la adecuada la ilustra la siguiente anécdota: durante un entrenamiento con la Liga ya en curso, Pautasso, ayudante de Martino, se pasó un partidillo elogiando a Andrés Iniesta por su jugadas en la práctica. Hasta que el supuesto Andrés, paró el partido y dirigiéndose al técnico le dijo. “Me llamo Xavi, no Andrés”.

Liderazgo en el palco. El Barça ha tenido que navegar esta temporada por aguas muy revueltas. Muchas veces fue fruto de la desgracia y otras de la mala previsión. Todas esas situaciones se resolvieron de la peor manera posible. Especialmente cuando Sandro Rosell, el presidente que llevaba el club en comandita y bajo su criterio personal, abandonó la nave de un día para otro. A partir de entonces, el club se encontró huérfano de respuestas y con una sorpresa, cada vez más desagradable cuando se abría un cajón. La gestión de la sanción de la FIFA, el contrato de Neymar y la renovación de Messi son los casos más evidentes de ello.

Renovación a la fuerza. El Barça ha pasado a ser el equipo al que todo el mundo quería ir a ser un equipo en el que la gente sale a la carrera. Ya no es ese equipo que respeta a sus figuras y la prueba está en la nefasta gestión de Martino con Xavi en los últimos partidos. El Tata prefirió jugarse la Liga con Song antes que con Xavi y en los cuartos de final de Champions retiró a Iniesta del campo.

Regreso a la disciplina. Ahora, con el fichaje del nuevo entrenador, Luis Enrique, el club quiere volver a la mano dura y recuperar una cultura, pero lo hace desde una dirección deportiva y directiva muy tocada.