REAL MADRID 4 - OSASUNA 0
Cristiano afina su puntería
El portugués jugó una hora, mandó dos misiles a la red de Andrés Fernández y probó que está listo para la batalla de Múnich. Ramos y Carvajal completaron la goleada.Real Madrid-Deportivo: LaLiga
Cristiano marcó dos goles para impresionar al Bayern y a los médicos prudentes; darle motivos es como darle cuerda. Sergio Ramos y Carvajal marcaron porque la noche era propicia para pedirse la luna y que alguien le pusiera lazo. Osasuna se marchó de allí tan aterido como el pinchadiscos de un guateque.
No es posible luchar contra los elementos. No habían transcurrido ni cinco minutos cuando Cejudo estuvo cerca de estrenar el marcador con un espléndido remate de chilena. El silencio del público fue demoledor y manifiestamente injusto, porque la pirueta merecía al menos un murmullo de asombro o admiración. Habrá que pensar que la gente todavía estaba colocándose en sus asientos, aunque lo más probable es que nadie estuviera preparado para sentir miedo.
Lo ocurrido invitó a una de esas reflexiones con las que uno entretiene los partidos sin suspense. Qué sería de jugadores como Cejudo en equipos más grandes, cuántas sonatas no les habríamos dedicado ya. Qué sería de Oriol Riera (12 goles, uno menos que Urban en su mejor temporada), si jugara en la Premier, bien abastecido de balones.
Nada se puede reprochar a Osasuna. No es que no tuviera ideas, es que no tenía aliento para ejecutarlas. Cada jugador debía vigilar la marca, ayudar al compañero, desplegarse con prudencia y replegarse con urgencia. Si no jugó más al fútbol es porque estaba estudiando Ingeniería Industrial.
El primer gol de Cristiano se define por sí solo, gol de Cristiano. Controló en la izquierda (en fuera de juego) y chutó con más cariño que violencia, como si buscara el punto G de la pelota. Lo encontró. El balón viajó cargado de efectos, como un dron de poliuretano. Poco pudo hacer Andrés Fernández, al que Cristiano (levemente sádico) ya ha marcado nueve goles.
Su segundo tanto fue una sutil variación del primero. Esta vez el golpeo fue plano, sin pellizcos eróticos, y entró por la escuadra, con la misma rectitud que si hubiera sido trazado con un cartabón. El número ya es redondo (y orondo): treinta goles en Liga. Los árboles de Múnich respiran aliviados.
Sergio Ramos hizo el tercero y no fue por casualidad. Durante todo el partido lo estuvo buscando, incorporándose a cada contragolpe. Por fin marcó de cabeza, como el fabuloso centrocampista llegador que podría ser si alguien hiciera esta apuesta en firme y sin pedir perdón, no sólo de Pascuas a Ramos, y no sólo en el Camp Nou. Disculpen mi insistencia milenaria, pero el Madrid, al que le sobran los centrales excelentes, carece de mediocampistas así.
Carvajal completó la goleada, porque hay años (pocos) en los que te sale todo bien; Isco puso el balón y el lateral la cabeza. Si dijéramos que Carvajal no puede pedir más, mentiríamos, porque puede y debe: el Mundial tiene que ser su siguiente objetivo. Tal vez sólo le falte un buen partido en Múnich para que Del Bosque termine de decidirse. Tal vez una gran final de Champions.