Joaquín Caparrós puede empujar al Betis hacia Segunda División

Nadie va a descubrir a estas alturas que el sevillismo corre por las venas de Joaquín Caparrós. Nunca lo ha negado él. Incluso lo ha sacado a relucir siempre que ha tenido ocasión. Y más, cuando delante está el máximo rival, el Betis. Todavía no se olvida en el Villamarín la ‘manita’ que éste les dedicó en una de sus visitas, recordándole a su parroquia derbis pasados. Bien, pues el destino ha querido que pueda ejercer de verdugo del beticismo. Que le dé un último empujón hacia el abismo de Segunda. La estocada definitiva.

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Porque llega el Betis a Orriols apurando las pocas opciones que les deja la lógica y las matemáticas. Y con la moral por los suelos tras la taquicárdica eliminación europea de manos del que más duele, el Sevilla. Pero con la llegada de Calderón al banquillo se ven con un clavo al que aferrarse. El único que les queda, claro está, más allá de que la esperanza (dicen) es lo último que ha de perderse. Dos jornadas seguidas puntuando fuera (más la inútil victoria europea en el Pizjuán), son motivos más que suficientes para que Caparrós haya explicado a los suyos que no va a ser un paseo en barca. Como tampoco lo fue contra el Celta, donde ya se hablaba de Europa sin tener asegurada la permanencia. Craso error.

Sin excusas. Por si fuera poco, ver delante nombres como Rubén Castro, Baptistao, Adán o Salva Sevilla (morbo añadido por su posible fichaje por los granotas el próximo verano), levanta preocupación. Además, aunque no deba ser excusa, las bajas son importantes para los dos, aunque quizá más en los granotas.

Pendientes de la cautelar a Rubén

El Comité de Apelación ratificó ayer la sanción a Rubén García que deberia cumplir un choque de sanción tras ver la quinta amarilla en la pasada jornada. Pero en el club no cesan en su empeño y solicitaron la suspensión cautelar al TAD. Durante el día de hoy deben recibir la contestación, aunque atendiendo a los casos de Duda y Sergio Ramos no son muy optimistas.