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AS COLOR

Porteros: Cuando también se juega al fútbol con las manos

Tienen la demarcación más difícil del fútbol. Viven en esa fina línea que separa el éxito del fracaso. Un momento de inspiración les convierte en héroes. Un error, en villanos.

PECULIAR. Jorge Campos fue un portero diferente. Solía vestir camisetas llamativas y a veces jugaba de delantero.

El fútbol es un deporte en el que gana el equipo que más goles marca. Partiendo de esta premisa, alguien cuya misión es evitar que el equipo rival marque está predestinado a ser un ‘bicho raro’. Pero los porteros han llevado esta condición de diferentes mucho más allá. No sólo son distintos en el terreno de juego, sino también fuera de él. Manías, vestimentas excéntricas y demás rarezas les han convertido en unos personajes peculiares. En gran parte, la crueldad de su posición les ha forjado un fuerte carácter que les termina convirtiendo en peculiares. Siempre se mueven en esa peligrosa línea que separa el éxito del fracaso, al héroe del villano. Un mal bote les convierte en culpables de la derrota, un momento de inspiración en el centro de todos los halagos. En ninguna otra posición del campo el margen de error es tan pequeño.

En las últimas décadas, ha habido cambios y evoluciones. Sin embargo, en los porteros no se puede hablar de algo fijo que todos utilicen, ya que cada uno tiene sus manías. Algunos son supersticiosos y se niegan a vestir de un determinado color. Otros, en cambio, opinan que hay algunos colores que despistan más a los rivales. Clásicos, atrevidos, conjuntos de elaboración propia, estrategias de las marcas que les visten… Para la vestimenta de los guardametas sólo hay una norma: su traje debe ser diferente que el de sus compañeros y también que el de sus rivales, para poder distinguirlo perfectamente. A partir de ahí, cualquier cosa vale.

Vestimenta y curiosidades.

Los guardametas visten diferentes al resto de sus compañeros, por lo que tienen la oportunidad de elegir el traje que deseen. Existen varias teorías. Por un lado, está la que defiende que los colores chillones atraen la atención de los rivales, que inconscientemente dirigen el disparo hacia el lugar donde se encuentra el portero. Por otro, encontramos justo la contraria, que asegura que es mejor lucir colores oscuros o apagados, para que a los delanteros rivales les cueste más distinguir dónde se encuentra situado el guardameta. A partir de esa libertad para elegir vestimenta, hay un portero que destaca de manera especial: Jorge Campos. El portero mexicano se hizo famoso por los llamativos colores de su traje, que él mismo diseñaba. Fue convocado a tres Mundiales con su selección y tuvo otra peculiaridad más: a veces jugaba de portero y en otras ocasiones lo hacía como delantero. Esta polivalencia le convertía en un portero diferente, con un manejo del balón con los pies que no era común entre el resto de cancerberos. Sin embargo, esa confianza en su juego con los pies le llevó a cometer alguna que otra pifia sonada.

Otro guardameta que pasó a la historia fue René Higuita. El portero colombiano dejó para el recuerdo una jugada fuera de lo normal, un gesto técnico que nadie se espera de un portero. El 7 de septiembre de 1995, en un partido que disputaba su selección ante Inglaterra en Wembley, el arquero decidió despejar un disparo de Redknapp haciendo ‘el escorpión’, una acrobacia que le abrió las puertas para entrar en la historia del fútbol. El gol de Maradona o el de Ronaldo ante el Compostela, los regates de Romario o la técnica de Zidane… y ‘El Escorpión de Higuita’. Con esta jugada, el guardameta logró colarse en una lista de jugadas espectaculares que parecía reservada para los delanteros o centrocampistas. Por supuesto, alguien que se atreve a despejar un balón de semejante manera, en un escenario como Wembley, no podía quedarse atrás en la ropa. Fue común ver al colombiano con trajes coloridos, diferentes al de la mayoría de los porteros de su época.

Chilavert tampoco quiso que su paso por el fútbol profesional se olvidase y, además de sus soberbias paradas y su habilidad para lanzar los libres directos, en Vélez lució una elástica en la que llevaba un bulldog en el pecho.

Nuestra Liga también ha acogido a porteros excéntricos. El caso del Mono Montoya es especialmente llamativo, ya que el cancerbero argentino lució en alguna de sus camisetas una foto suya conduciendo un camión. Otro argentino, Germán Burgos, dejó huella en España por algo más que sus intervenciones. A nadie le extrañaba que saltase al campo con su característica gorra. Fuera de él, era común verle subido a un escenario cantando rock con su grupo de música. Otro ritual de Burgos era el de llegar dos horas antes a los entrenamientos, cosa que desde luego no es muy común entre los futbolistas.

Todos ellos han dejado una huella importante en su paso por el fútbol, aunque ninguno logre llegar al lugar que la historia tiene reservado para otro guardameta, quizá el más influyente que haya pisado un terreno de juego en las últimas décadas: Iker Casillas. Como no podía ser de otro modo, el guardameta del Real Madrid y la Selección es fiel al ritual de supersticiones que rodea al resto de porteros. El actual capitán del equipo blanco tiene una manía bastante peculiar con sus camisetas: cortarlas él mismo por la parte inferior. Lo mismo hace con las mangas. Pero la cosa no queda ahí, ya que juega con las medias del revés, cosa que decidió hacer desde que recibió una carta de un preso gitano en la que le recomendaba jugar con alguna prenda del revés. Desde que lo hizo, las cosas le fueron bastante bien y decidió continuar con este ritual. Otro detalle son los calentadores, ya que siempre juega con ellos, ya sea invierno o verano. Pero las manías del mostoleño no terminan ahí. Una vez salta al terreno de juego, lo primero que hace es trazar un surco con su pierna izquierda desde la media luna del área hasta la línea de gol. Por último, cada vez que su equipo logra marcar un tanto, se dirige a su portería, da un saltito y toca el larguero.

Sin embargo, siempre quedarán los porteros clásicos, aquellos que no llaman la atención por nada más que sus paradas. Valdés, Buffon, Van der Sar… Porteros que han llegado a la cima y, más allá de las supersticiones típicas de cada uno, prefirieron no arriesgar en el mundo de la moda.

En cuanto a los dorsales, por regla general, suelen llevar el dorsal 1 ó 13. Algunos prefieren el 1 por aquello de que el 13 es el número de la mala suerte y otros eligen este segundo precisamente para desafiar a la diosa fortuna. Pero, como no podía ser de otra forma, el tema de los dorsales tampoco es una ciencia exacta para ellos. Siempre algún portero quiere escapar de lo común, caso de Vítor Baia, que lució el dorsal 99 varias temporadas. 1, 12, 13, 25, 99… Da igual. Cualquier cosa está permitida mientras la pelota no termine en el fondo de la red.

De portería a portería.

La función principal de un portero es evitar los goles de los rivales. Sin embargo, algunos pocos afortunados han logrado saborear a lo largo de su carrera la alegría que recorre el cuerpo al lograr batir al arquero rival. Excepto algunas excepciones, como Rogerio Ceni (en 2011 logró su tanto número 100), Chilavert o Butt, entre otros, lo normal es que los porteros no lleguen a experimentar lo que se siente al marcar un gol. Es una suerte muy puntual, a la que sólo tienen oportunidad de acceder cuando su equipo llega a los últimos minutos de un encuentro por debajo en el marcador y suben al remate en jugadas a balón parado. Un caso muy recordado es el de Palop. El Sevilla estaba contra las cuerdas y necesitaba un gol para forzar la prórroga en los octavos de final de la Copa de la UEFA, ante el Shakhtar. El cancerbero subió a rematar un córner en el último minuto y consiguió contactar un certero cabezazo que llevó la eliminatoria a una prórroga en la que el conjunto andaluz salió vencedor. Aranzubía, Cobeño, Prats o Lehman son otros porteros que han logrado anotar algún gol durante su carrera. Sin embargo, todos tienen claro que su misión es otra, la más oscura del fútbol: evitarlos.

Muchos seguirán viéndoles como bichos raros. A otros les costará aceptar sus manías, pero lo cierto es que sin ellos el fútbol no sería lo mismo. De pequeños, todos los niños sueñan con marcar el gol perfecto. Por suerte, al mismo tiempo, hay unos pocos que sueñan con pararlo.