ESPAÑA - ITALIA | LUIS ARAGONÉS
Luis Aragonés recibió el último adiós de España en el Calderón
La soprano Mariola Cantarero interpretó el 'Ave María' de Mascagni y en la grada se desplegó una camiseta roja gigante con el número ocho".
Una enorme pancarta se descolgaba del anfiteatro lateral y rezaba: “Eterno Luis Aragonés”. Al otro lado fotos de Luis de su etapa de jugador y de seleccionador. En el medio la elástica roja de grandes dimensiones con el dorsal número 8 y el nombre de Luis Aragonés firmada por miles de aficionados que fueron con ese fin al Espacio España situado en Madrid Río. Los jugadores de ambos equipos están abrazados sobre el césped y por megafonía anuncian el homenaje al hombre que enseñó a España a ganar, al psicólogo futbolístico que sofronizó a nuestros jugadores y puso a todos los bajitos a jugar juntos para superar la maldición de cuartos, para honrar la memoria del señor que dotó a España de un estilo de juego, el celestial tiqui taca. Al decir su nombre aficionados y jugadores rompen en una sentida y emocionante ovación.
Sin escudos. Luis Aragonés, que falleció el pasado 1 de febrero, recibió el último adiós de España anoche en el Vicente Calderón la que fue su casa durante 30 años y donde protagonizó una de sus más grandiosas anécdotas siendo seleccionador. Aquella en un partido de España ante Eslovaquia en la que le dijo al cuarto árbitro que le podía pedir que se sentara en el banquillo, pero que no pisara el escudo del Atlético (ayer esos escudos estaban tapados, por cierto). “Ese escudo no se pisa”, le dijo.
Igual que defendió el escudo del Atlético, inculcó a los internacionales que cuando se pusieran la Roja debía ponérseles la piel de gallina. Y ayer recibió el homenaje de muchos de esos futbolistas a los que hizo campeones y que no olvidarán jamás. La soprano Mariola Cantarero interpretó con pasión el Ave María de Pietro Mascagni y comenzó el amistoso.
Su mujer no acudió al palco porque el partido era muy tarde. Sí estuvieron su hijo Luis con su mujer y sus dos hijos y su hija María José. Jesús Paredes, su ayudante, no se lo perdió, ni su buen amigo el Mono Burgos.