REAL MADRID-ELCHE
Golazo de Bale y liderato blanco
Maravilloso gol del galés. Isco salió en los últimos minutos, marcó y volvió a ser aclamado. El Madrid acabará líder la jornada salvo que el Atlético gane por cinco en PamplonaGales - Uruguay: final China Cup 2018
Bale e Isco marcaron contra el Elche para recordarnos que sus expedientes siguen abiertos. Quizá también lo hicieron por la alegría del gol, incluso para contribuir a la victoria de su equipos; los futbolistas son gente peculiar. El caso es que ambos acapararon el protagonismo de un duelo sin historia, o con una mil veces repetida. El Bernabéu ya no organiza partidos de fútbol, sino concursos de mates, triples o habilidades. Compiten los de blanco, ganan los del mismo color.
Horas después, el Barça también participó de la fiesta. De Bale a Vela. Su estrepitosa derrota en Anoeta hará que el Madrid termine la jornada como líder salvó que el Atlético gane en Pamplona por cinco goles de diferencia.
Pero volvamos al Bernabéu. El encuentro no comenzó de un modo muy alentador. A los 70 minutos temíamos un partido sin nombres propios (Illarramendi había marcado de rebote). Surgió entonces Bale. Hasta ese instante el galés había mostrado una evolución levemente esperanzadora: del ansia melancólica de los últimos partidos había pasado al ansia precipitada, eso que en la gente de menos de cien millones se llama atolondramiento. Gareth perdía balones y chocaba con los rivales, pero al menos lo hacía con regularidad e indudable exuberancia física, sin atisbo de molestias. Si actuar consiste en no tropezarse con los muebles (Spencer Tracy, dixit), Bale estaba actuando considerablemente mal.
De pronto todo cambió: le llegó un balón a 30 metros, lo controló y lo golpeó con la zurda con la violencia del muelle de un pinball, si los hubiera gigantes. La pelota se recreó en el vuelo, picó el interior del larguero y se hundió en la red. La luz que dejó el cometa nos confirmó que Bale es un jugador de última generación sin manual de instrucciones. Ojalá alguien lo encuentre.
El siguiente fogonazo del partido, otro gol estupendo, nos devolvió a una realidad machacona: en el Real Madrid todo encaja menos Isco, que para Ancelotti sólo encuentra acomodo en las ilegales alineaciones de doce jugadores. La paradoja es que el Bernabéu se ha enamorado del muchacho y no le olvida ni en los momentos de mayor felicidad. Isco entró en el minuto 73 y fue aplaudido. Marcó en el 80 y el estadio coreó su nombre. Desde Butragueño o Raúl no se recuerda un flechazo semejante.
Del rival, qué decir. Durante más de una hora, el Elche hizo bien cuanto estuvo en su mano. Cerró espacios, mantuvo el orden y movió la pelota con sentido. Incluso se adentró en el área del Madrid en alguna ocasión. Si estuvo lejos de marcar es porque la crisis económica se ceba, especialmente, en el ataque de los equipos modestos. El gol es lo caro y no se vende en el economato. El problema es grave porque todo se puede disimular (un defensa, un medio) menos un delantero con gol. A diferencia de lo que sucedía hace pocos años, ya no hay un buen extranjero en cada equipo (el Elche no alineó a ninguno). El dato es concluyente: al principio de la jornada 25, cinco equipos de Primera no habían superado los 22 goles de Cristiano en Liga, entre ellos su rival ayer.
Planteado el campeonato de un modo tan desigual (pistolas contra tirachinas), la pregunta no es quién ganará, sino cómo ganará el Madrid. Para sus adversarios se reservan medallas de hojalata: salir ileso de la primera media hora, marcar un gol, perder por uno. En definitiva, el Elche llegó hasta donde puede hacerlo un equipo bien entrenado, hasta donde alcanzó Carles Gil. Después, la goleada y la resignación.
El Madrid, por su parte, echó de menos a Modric, de modo casi desgarrador en las jugadas de elaboración. Cuando toca correr el equipo se ajusta solo y no precisa de ideólogos. Sin embargo, al afrontar defensas ordenadas, se repiten los problemas de imaginación. Di María fue la única excepción en el pensamiento plano; no le importan las vallas de espino, algo le impulsa hacia el horizonte. Benzema, interesadísimo, le secundó bastantes veces, con buenos movimientos y durísimos disparos.
Al final, Morata quiso sumar el suyo a los expedientes abiertos, pero se quedó a las puertas: falló ante el portero un gol que hubiera sido notable porque arrancó con la pelota casi en el medio del campo. Casi mejor. Demasiado papeleo para el entrenador que tiene problemas porque le sobran soluciones. Se entiende que esté tan feliz. Y tan líder.