Café, copa y fútbol
Eduardo Gómez: “Cristiano Ronaldo alucinó al verme”
Con ese físico y esas maneras era inevitable que Eduardo Gómez se hiciera famoso. Aparece en Casa Juan con el aire indolente que le hace inconfundible y cercano.
—¿Cómo lleva el varapalo en Copa del Atlético?
—Sobre todo con naturalidad. Estoy preparado para todo con este equipo, lo mejor y lo peor. Hasta ahora ha tocado lo mejor, así que pensemos que va a seguir así y que dure todo el tiempo del mundo, como decía Manolo Otero.
—¿De dónde viene su romance con el Atlético?
—Desde que tenía uso de razón. Me gusta ir con los perdedores. Me van los débiles.
—Esta temporada no se le ha visto débil precisamente.
—Ahora mismo el Atleti está arriba y perfecto, pero llegará un día que esté abajo y entonces seguiremos a muerte con ellos. Esa es nuestra seña de identidad como aficionados, que nunca le perdemos la cara al equipo.
—¿De chaval jugaba al fútbol?
—De portero, porque mis amigos no me dejaban jugar en otra posición porque no cogía un solo balón. Lo que pasa es que tampoco paraba, así que al final me echaron del equipo y me dijeron que me dedicase a otra cosa. Nací en la calle Sainz de Baranda y allí casi todos éramos del Atleti. La gente de barrio siempre es del Atleti.
—¿En su familia todos son del Atlético?
—Tengo una hermana a la que no le gusta el fútbol y mi padre era del Madrid. Yo a los Reyes les pedía siempre camisetas del Atleti pero en mi época los Reyes Magos estaban bajo mínimos. A mi padre le tenía siempre disgustado y no por el fútbol sino porque era muy pirata de pequeño y no paraba de liarla.
—¿Qué le parecía la figura de Luis Aragonés?
—Era un sabio. Siempre me he sentido atraído por su personalidad. Tenía mucho carisma, me caía especialmente bien. Siento en el alma que haya desaparecido. Me parecería una buena idea poner su nombre al próximo estadio.
—¿Cuáles han sido sus ídolos de juventud?
—Amancio, Juanito y luego me maravillaba Butragueño.
—¡Todos madridistas!
—Bueno, yo soy así de especial y me gusta quedar bien.
—¿Qué tal se lleva con Enrique Cerezo?
—Me llevo muy bien por la cuenta que me trae, a ver si me contrata para hacer películas. Lo que pasa es que ahora el cine está atravesando un bache.
—Ha trabajado con directores muy importantes, ¿con cuál ha disfrutado más?
—Con mi gran amigo Álex de la Iglesia. Me ha llamado para todas sus películas. Me impresionaron Garci y José Luis Cuerda por lo claro que lo tenían todo a la hora de rodar. Sabían perfectamente lo que querían. Me acuerdo que Garci me escribió el papel sobre la marcha.
—¿Y eso?
—Porque en principio me llamaron para tener una pequeña aparición, pero le gusté a Garci y allí mismo me empezó a dar más guión. Yo llegaba al set de rodaje y me daba un papel con lo que tenía que decir. Me lo aprendía allí mismo y lo soltaba. A él le encantaba, pero yo las pasaba canutas porque no podía preparar con tiempo mi papel.
—¿Cómo llega a ser actor?
—De puñetera casualidad. Fui a acompañar a un amigo a un rodaje y a alguien se le ocurrió que dijera una frase. Lo hice, me dijeron que volviera al día siguiente y así hasta hoy. A mi amigo no le cogieron y me dejó de hablar.
—¿A qué se dedicaba entonces?
—Hacía infinidad de cosas para ganarme la vida. Vendía libros, trabajé en unos grandes almacenes, he sido conductor y en aquella época estaba trabajando de camarero. Jamás se me había pasado por la cabeza lo de ser actor. No me interesaba para nada. Fui a acompañar a mi colega con la intención de irnos luego a tomar unas copas y fíjese en lo que se convirtió.
—La naturalidad es su principal arma delante de la cámara.
—Sólo tengo un registro que es el que utilizo siempre en mi vida y la suerte que tengo es que le gusta a la gente, se identifican conmigo. Por eso me llaman para actuar. Me comporto como soy y luego le añado algunos matices. Pero pocos.
—¿Le ha costado aprender el oficio?
—Todavía no tengo ni idea de lo que es esta profesión. Tengo la suerte de que mis compañeros son muy buenos y procuro aprender de ellos. Esta es una profesión muy complicada y yo estoy empezando. Prefiero que sean los demás los que me consideren actor.
—Con tanto trabajo ¿saca tiempo para ver fútbol?
—Difícilmente. Sobre todo cuando estoy en pleno rodaje de una serie. No es sólo actuar, por las tardes tengo que estudiar y estudiar mucho. No hay nada peor que no saberse el papel el día del rodaje. Es una responsabilidad enorme y procuro estar preparado. Hay gente que tiene memoria fotográfica para aprenderse los textos, pero yo me lo tengo que currar muchísimo.
—Dicen que tiene usted más éxito con las mujeres que Cristiano Ronaldo.
—Mi mirada deja huella. Tengo 62 años y una novia de 25, con eso le digo todo. La conocí en Estepona cuando Jessica tenía 19 años. Surgió el amor y llevamos seis años juntos. Desde entonces soy una persona absolutamente fiel.
—¿Hace mucho deporte?
—Ninguno. Hace unos años inauguré un gimnasio. El dueño me quería regalar un carnet para que fuera. Yo le dije: “Mira, yo vivo en el quinto C, si pones el gimnasio en el quinto A, tampoco voy”. Soy fuerte, y como soy de constitución rocosa no me hace falta el deporte. Solamente hubo un momento en mi vida que se me fue la pinza y me dio por hacer mountain bike. Iba hasta Arganda y volvía, pero me metí un par de chufas y dejé la bici para siempre. Que pasa, ¿qué es obligatorio hacer deporte?
—No, hombre, pero como le veo cachas.
—Es mi constitución, mi genética. Hace poco me llamaron para ir al programa ese de Mira quién salta y les dije que no, porque soy muy capaz de tirarme desde un trampolín de 45 metros. Me dije, Eduardo no vayas que te vas a romper la crisma. Me doy miedo a mí mismo. Me vengo arriba con demasiada facilidad y prefiero ponerme un tope.
—¿Tiene trato con futbolistas?
—Conozco a Sergio Ramos desde hace tiempo. Trataba también con el Kun Agüero y Forlán, y soy muy amigo del que fue capitán del Atleti, Antonio López. El otro día estaba en un restaurante y me dijo el camarero que había un señor que quería hacerse una foto conmigo. Me acerqué y resultó que era Pepe, el central del Real Madrid. Muy majo, el tío. Luego él me presentó a Cristiano Ronaldo.
—¿Y qué tal?
—Bien. Me lo presentó Pepe en una terraza. Cristiano estaba con su novia y cuando me vio alucinó. Me señaló con el dedo y dijo: “¿Tú?, ¿eres tú?” Y Pepe le decía: “Que sí, que sí, que es él”. Alucinaba el muchacho de verme porque sigue mucho la serie. Desde entonces siempre que nos encontramos en algún sitio nos saludamos y charlamos un rato.
—¿Cómo lleva usted lo de la fama?
—Lo llevo bien. No son ustedes conscientes del cariño con que me trata la gente. Si supieran las cosas que me dicen. Es tan gratificante y tan bonito que no tiene precio. Llegas a casa y dices: no me lo puedo creer. La gente se identifica porque en definitiva la serie trata de la cotidianidad pero llevada al extremo. Y los guiones son muy buenos. Esa es la clave para que tenga éxito. Un buen guión y un buen casting de actores. Todo es un puzzle y cuando encaja, llega el éxito.
—Ha estado diez años en dos series de gran éxito y al final ha decidido dejarlo, ¿por qué?
—Estaba muy cansado, agotado. No echo la culpa a nadie, ha sido una decisión personal. No podía más. De pronto me di cuenta de que tenía que parar y se lo dije a mi representante, que no me veía capaz de afrontar una nueva temporada. Tienes que estar al cien por cien y si no, es mejor que no lo hagas.
—¿Le han propuesto alguna vez que se desnude por exigencias de guión?
—Y aunque no lo exija, doy siempre facilidades. En Aquí no hay quien viva vi que en el guión, Mariano, que era yo, se tenía que desnudar. Se acercó la directora a decírmelo y yo ya estaba quitándome los pantalones. Me tuvieron que indicar que me fuera al camerino. Ya le digo que no tengo problema. Y si me plantean una escena de sexo, voy a tope. Suelo impresionar y prefiero no entrar en detalles.
—¿Juega a la quiniela?
—Jugaba. Pero como ahora tengo bastante dinero, gracias a Dios no me hace falta.
—¿Entre Cristiano y Messi?
—Me quedo con Cristiano.
—¿Y Cristiano o Diego Costa?
—¡Hombre, por favor! No tengo ni que contestar. No hay color. Diego, para mí, es mucho mejor que Cristiano. Espero ver a Costa con la Selección en el mundial de Brasil.
—¿El futbolista más divertido con el que ha alternado?
—Me encanta Guti. Dentro y fuera de los estadios. Jugando era un genio, pero en la calle lo es más. Hemos coincidido y nos hemos tomado un refresco por ahí y es un tío incomparable.
—¿Se ha hecho usted más formal ahora?
—No he sido formal en mi vida, ni lo seré.
—Y cuando sueña con fútbol, ¿se ve alguna vez dentro del campo?
—Me veo en la taquilla. Despachando las entradas. Ese es el lugar más importante del estadio.
—¿Su presidente preferido?
—Me reía mucho con Jesús Gil. Era un tío genial. Conocí a su mujer porque los dos coincidíamos jugando al bingo en una sala de la calle O’Donnell de Madrid.
—¿Algún sueño?
—Ninguno. Lo que llegue, llegará. Eso sí, me gustaría hacer una película con Benito Zambrano.
—¿Otras pasiones o aficiones además de su trabajo y el fútbol?
—Estar en mi casa sin hacer nada es lo que más me gusta. No voy al cine, ni al teatro. No me gustan los toros ni leer. Quiero estar en mi casa con mi novia. ¿Le parece poco?
—Usted que habla mucho con la gente, ¿qué percepción tiene de la crisis?
—Hoy el que tiene trabajo es un privilegiado y procura mantenerlo como sea. Se está viviendo un momento jorobado, pero esperemos que la cosa empiece a tirar para arriba y se vaya solucionando poco a poco.
—Si le dieran el Óscar al mejor actor protagonista, ¿a quién se lo dedicaría?
—Diría simplemente gracias y me piraría.
—Un deseo para 2014.
—Que nos llevemos todos de madre, que no haya broncas en el fútbol y que cuando termine el partido nos demos un abrazo. Y eso sí, que el Atlético siga así de fuerte y lo gane todo, hasta el Tour de Francia. Eso está mas claro que el caldo de un asilo.