ESPANYOL 1 - CELTA 0
Sergio García mata al Celta en el 88' con una nueva genialidad
El delantero vuelve a aparecer al final para salvar al Espanyol en un partido gris. El equipo de Luis Enrique no mereció tanto castigo y sigue sin salir de la zona de peligro.
Se encaminaba el Espanyol-Celta a la peor versión de la fiebre del sábado noche, alejada del espectáculo coreográfico de John Travolta y muy cercana al proceso vírico que mantiene a sus víctimas sin fuerzas, en la cama y con infinito tedio, cuando emergió el de siempre en la escuadra perica. Sergio García recibió en la frontal del área un obús —la única propuesta ofensiva de los blanquiazules—, bajaba el esférico con maestría, con el control se zafaba de Fontàs y Cabral al unísono y fusilaba a Yoel. Era el minuto 87 y el segundo remate a puerta de un Espanyol que deshacía el empate a nada para anotar el 1-0, para acumular 25 puntos en Liga que le colocan octavo y dejar al Celta, una vez más, con el deseo incumplido de sumar dos victorias consecutivas esta temporada.
Solo si nos reconocen que jugaban al despiste se podrían llegar a entender las declaraciones de los técnicos en la previa en concordancia con lo que se acabó viendo sobre el césped. Tena, que hacía las veces por última vez del sancionado Aguirre, había hablado de la “urgencia” del Espanyol por ganar. Y Luis Enrique, de la necesidad de “completar un gran partido” para sumar esos tres puntos. Nada de eso se vio en un encuentro menos trepidante y vertiginoso que la visita a un museo en plena mudanza a otro lugar de sus obras de arte.
Un casi gol olímpico de Orellana y un remate a puerta —un disparo lejano, blando y muy centrado de Jony que Casilla detuvo sin pestañear— fue el bagaje en el primer tiempo del Celta, por ningún chut entre los tres palos del Espanyol, cuyo único entretenimiento posible consistió en reclamar un posible penalti sobre Sergio García por agarrón de Cabral. Como si hubieran firmado un pacto de no agresión. Un insulto para ese soldado japonés fallecido esta semana, Hiroo Onda, que se hizo célebre por no haberse rendido hasta tres décadas después de que acabase la Segunda Guerra Mundial: lo que hicieron Espanyol y Celta fue rendirse antes del pitido inicial.
Un paso adelante, una salida de las trincheras ni que fuera simbólica, es lo que trataron de proponer los celestes en la reanudación. Una presión más avanzada y unas pinceladas de juego combinativo les bastaron para obligar a exprimirse a Fuentes, en el 50’, entre Augusto y Rafinha, este último el único que desde el primer minuto había hecho la guerra por su cuenta, destilando una clase detenida con frecuencia solo con faltas. Pero ni con esas. Tampoco halló el Espanyol un revulsivo a su indolencia en las entradas de Álex Fernández y de Pizzi, sendos ‘peloteros’. El portugués, eso sí, se llevó el honor de haber sacado de sus botas, con un tiro raso pero cómodo para Yoel, el primer remate a puerta de los pericos... ¡En el minuto 79!
Pero estaba por llegar el segundo y definitivo. Suficiente. Una jugada que Sergio se fabricó para dar la victoria a los pericos, cuya grada despertó de repente —ni siquiera había protestado instantes antes un gol anulado a Colotto por fuera de juego— y desenquistó las telarañas de la portería de Yoel. Las de la meta de Casilla seguirán, al menos hasta el martes, ante el Madrid.