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Café, copa y Fútbol | El Gran Wyoming

“El entrenador es un jefe de personal que cumple órdenes”

El Gran Wyoming está dispuesto a divertirse hasta cuando habla en serio. Nos citamos en Las Estaciones de Juan donde desvela su nostalgia por un fútbol más auténtico.

Actualizado a
“El entrenador es un jefe de personal que cumple órdenes”

—Llegan los goles y vuelve la calma al Madrid después de cierta marejada con Sergio Ramos.

—Le aseguro que de eso no soy responsable.

—¿Le parece que este tipo de episodios responden a los flecos dejados por Mourinho?

—Diría que son daños colaterales, sí. Creo que hubo una apuesta muy fuerte por parte de Florentino hacia Mourinho y toda la gente que en su día fue discrepante o le plantó cara al entrenador, ahora está pagando un precio. Con respecto a Sergio Ramos, lo normal es que se encontrase muy a gusto en el Madrid.

—¿Y no lo está?

—No lo sé. Pero llevo muchos años siguiendo al Madrid y toda la vida los jugadores han sido como dioses para la afición y también para el club. Jamás he visto que un jugador que haya llegado a donde han llegado Casillas o Ramos no se encuentre a gusto en el club o se sienta maltratado. Aquí hay algo que no cuadra.

—Explíquese.

—El fútbol enlaza con una cosa interna, atávica, de sentimientos enraizados. No puede funcionar como una empresa. No va así. Porque la esencia del club no es la directiva sino los tíos que meten en el estadio a ochenta mil personas cada semana. Que Casillas pueda estar incómodo en el equipo me incomoda a mí, porque a Iker el Madrid le tiene que dar gloria. Como ser humano es excepcional y como deportista ha sido el número uno.

—¿Le parece que poner precio a un jugador como Ramos es un error?

—Creo que sí. He visto al Madrid en peores circunstancias y era más honesto desde el punto de vista deportivo. Con sus estrellas el club creaba una relación afectiva muy fuerte, que no era negociable a través de contrato. Antes era distinto. A Pirri, con lo que había dado al club, no se le cuestionaba.

—Malos rollos que pueden afectar al juego y dividen.

—Claro. Cuando hay una relación afectiva, todo se consiente. Puede haber problemas, pero llega Nochebuena y aquí hay una familia, somos Los Soprano. Cuando hay unidad, eso se transmite a la grada. Pero esto tiene poco que ver con el mundo de hoy. Ahora todos somos sustituibles, hasta el propio Casillas. Llega el señor de la productividad y tú le sobras, te llames como te llames y aunque hayas echado los dientes en esa empresa y formes parte de los cimientos. Eso pasa también un poco con el fútbol. Antes un chaval que entraba y despuntaba, se jubilaba en el equipo.

—¿Era un mundo más auténtico?

—Desde luego. En el fútbol hay tres coordenadas: el elemento deportivo, el componente afectivo y el económico. Tiene que haber un equilibrio. Ahora prima la parte empresarial. El fútbol está en manos de grandes gestores económicos. Cuando el factor empresarial se come a los otros dos, el fútbol se resiente.

—De todas formas en el Madrid parece claro que están cambiando los referentes y ahora todo se centra en un futbolista, Cristiano Ronaldo.

—Es inevitable. Cristiano Ronaldo lleva ya unos cuantos años, cumple con una trayectoria impecable y lógicamente se ha impuesto. Ha acabado siendo “el puto amo”, como en su día lo fueron otros. Cristiano recoge el testigo de otros que pasaron por allí con el mismo prestigio internacional. Igual que Di Stéfano marcó una época, también lo va a hacer Cristiano. Ha evolucionado, se ha abierto ganándose a sus compañeros y a la afición. Encima sigue progresando. Todavía no ha tocado techo.

—Volvamos con el tema de la portería. ¿Cuál es su opinión?

—Que no lo entiendo. Casillas se lesiona, se pone bueno y ya no juega. Esto es inexplicable para mí. Si el problema es la lesión, dígase. La cuestión no era deportiva, esto es evidente. Lo que sigo sin entender es que ahora no juega y sin embargo deciden que esté en la Champions. ¡Oiga en la Champions que juegue el mejor!

—¿Y quién cree que decide esta suplencia?

—Florentino Pérez. Porque a Ancelotti esto le ha pillado de marrón y ha decidido que para que no haya polémica mejor seguir como estábamos. La gente no quiere líos. El problema es cuando al entrenador se le encarga una doble función: estratega y gerente. Antes el entrenador era uno más, ahora no, ahora es el jefe de personal y esto marca también un matiz porque cumple las órdenes de arriba. Antes el entrenador estaba con los jugadores, ahora si se va a comer con uno, crea rencillas.

—De hecho el año pasado Mourinho clamaba por encontrar al topo del vestuario y ahora es Guardiola el que busca desesperado al suyo en el Bayern de Múnich.

—¡Pero si es que antes los entrenadores eran testimoniales! Ahora se habla de afinidades, de traiciones, todo se complica muchísimo. Casi hay que montar un CNI dentro de cada club. Hay tantos intereses en juego y tanto dinero. El protagonismo que han cobrado los entrenadores para bien o para mal, me parece excesivo.

—¿Tiene usted antecedentes madridistas?

—Mi padre era del Atleti a muerte, hasta el punto que le enterramos con claveles rojos y blancos. Pero mi tío nos hizo socios del Madrid a los tres hermanos cuando hicimos la primera comunión. Y claro, mi casa era un sainete.

—Y su madre ¿cómo gestionaba esa rivalidad?

—Para intentar comunicarse, al final se hizo socia también. Del Atleti. Y ahí tenías a mi madre con todo el cardao en la foto del carnet. ¡Anda que no he entrado veces al Calderón con la foto de mi madre! Esas son las cosas que a mí también me gustaban del Atleti. Les diré que es mi segundo equipo y que disfruto mucho con sus victorias.

—¿Jugó al fútbol de chaval?

—Sí, creía que era muy bueno, pero los demás no lo entendían. Me pasaba como a Guti, era un incomprendido. Aprovecho para dejar testimonio aquí: soy de Guti a tope y creo que ha sido el jugador más incomprendido que ha pasado por el Madrid. Un tipo con tanto talento y que no haya tenido una repercusión enorme en la afición es incomprensible.

—¿Le invitan al palco del Real Madrid?

—No, y tampoco me encontraría muy a gusto. Entiéndame que con la gente que va allí, yo tendría una presencia como de Al Qaeda. Tenga usted en cuenta que allí va lo mejor de lo mejor. La foto del palco en un día de alta competición tiene tela. Allí está desde el del Burguer King, con la corona puesta, el presidente de la comunidad, el de la nación y el otro y el otro. Tampoco me llevo con Cerezo. Con el programa que hago no creo que ande muy contento. Ya sabe que allí le damos porra a todo el mundo.

—¿El mundo de la cultura se ha quitado el complejo de admitir que le gusta el fútbol?

—Ese complejo que dice yo no le he tenido nunca. El deporte está y estará. Es el único espectáculo donde las cosas suceden de verdad. Aquí vinieron los Rolling en los años ochenta al Calderón, llenaron un día y el segundo ya no llenaron. En cambio todos los domingos se llenan los estadios con el mismo reparto. A pesar del precio, la gente va y repite porque siempre pasan cosas y cuando estás siguiendo el partido, no existe el mundo. El fútbol sigue teniendo el poder hipnótico de los guerreros enfrentándose en la batalla.

—Usted hizo el prólogo de un libro que se llamaba Los futbolistas de izquierdas. Ese perfil ahora tendría difícil encaje, ¿no?

—Era un libro fascinante. La historia de futbolistas que se habían significado públicamente y cómo eso había influido en su vida radicalmente. Cada capítulo era una película. Ahora los futbolistas no se quieren significar. Se deben a otra cosa e, incluso, no creo que los clubes se lo permitiesen.

—Pero ¿no cree que sería bueno que algunas estrellas del fútbol opinasen de las cosas que pasan y que afectan a los ciudadanos?

—Pasa alguna vez, pero puntualmente. Como cuando hacen una campaña contra el racismo. Es necesario que la gente tenga donde agarrarse. Creo que todas las estrellas deberían implicarse en las cosas que afectan a la gente, a sus vecinos, a sus hermanos. A mí me pasa al revés que los futbolistas, a mí me critican porque me meto.

—¿Cree que el Tata Martino debe estar preguntándose “donde me he metido”?

—Este hombre ha venido para coger el testigo de un marronazo. El Barça lo había ganado todo, era el mejor equipo del mundo, nadie le cuestionaba. Pero todos los equipos tienen ciclo y el del Barça se va a acabar. Pero además al Tata le va a costar entender la significación política que tiene. Él está acostumbrado a las aficiones y esto no es una afición. Como le vaya mal le van a pasar factura como si hubiera hundido la sanidad pública y le van a caer collejas por todos lados. Se va a comer el marrón de estar hundiendo la marca Cataluña. Es una responsabilidad por la que, desde luego, no le pagan.

—¿Qué pretende contar con su libro No estamos locos?

—He querido dejar testimonio de la época que vivimos. Desde que, anecdóticamente, tengo una estabilidad laboral, me he encontrado con gente de mi edad que, de repente, se ha visto en la calle. Gente que era solvente y se encuentran con que no tienen ninguna posibilidad de trabajar. Nadie entiende qué está pasando. Los que defendían el capitalismo también están desorientados. A nuestros hijos les vamos a dejar un mundo peor que el que teníamos. Y sólo por codicia. No hay una razón, sólo codicia.

—¿Tiene solución?

—Mala, porque la política se ha convertido en una clase social, rompiendo el nexo que les unía con la gente. Los partidos tendrían que ser los mensajeros y sin embargo forman parte del sistema. Estos señores tienen puestos de privilegio que se han dado entre ellos. Es complicado porque son ellos los que tenían que solucionar las cosas y no están para eso.

—¿Qué haría usted si fuera presidente del Real Madrid?

—Todo el poder para los jugadores. Son los que nos dan la gloria. Lo demás es todo un montaje del que comen muchos señores. Cuando pita el árbitro es cuando empieza de verdad el asunto, y ahí el presidente está quietecito en la tribuna.