La historia del crack actual
"Me fascinó que Óliver, con 12 años, diese 500 toques al balón"
Una llamada de Paco Cordobés, jefe de captación del Atlético, alertó a Luis Pacha, ojeador rojiblanco en Cataluña, de la existencia de un joven talentoso. Quedó prendado.
Hay veces que los compromisos morales, unidos a la buena predisposición y al talento acaban por cruzar sus caminos en pos del bien. Es el caso de Óliver, que en 2006 y siendo alevín, llegó a Barcelona para formar parte del Plan Marcet para perfeccionar su dominio con el balón. Con la firme promesa de fichar la temporada siguiente por el Barça o el Espanyol, el joven extremeño se armó de valor, dejó atrás la pena de abandonar su casa y emprendió una aventura que acabó en éxito, aunque a punto estuvo de truncarse en más de una ocasión.
“Una de las personas clave en la vida del futbolista fue Paco Cordobés, jefe de captación de talento del Atlético”, afirma Luis Pacha, ojeador en Cataluña del club colchonero y persona que redactó el informe definitivo por el que el joven talento se incorporó a la cantera rojiblanca. “El Espanyol lo tuvo a prueba, pero declinaron incorporarlo por su estatura”, indica Pacha mientras recuerda la primera vez que lo vio en acción: “Fue en el mes de octubre, a primera hora de la tarde. Hicieron un partido, y en un campo anexo había un niño que no paraba de darle toques a la pelota. Encadenó... ¡Yo qué sé! ¿Más de 500? El que los hacía era Óliver, pero yo no lo sabía. No conocía cómo era, por lo que pregunté a uno de los padres, que me indicó que el chico que buscaba ‘es aquél que anda en el otro campo’. Tenía sólo 12 años”.
Después de un primer intento años atrás por llevarlo a Madrid y ante la falta de alojamiento en la residencia rojiblanca, “Cordobés me pidió un informe muy profesional del jugador. Transcribí lo que ví; ese niño iba para crack, aunque sí, debíamos vigilar mucho su estatura”, remarca Pacha.
Con la habilidad para detectar talento, el informador del Atlético se quedó asombrado por la habilidad que demostraba, la elegancia de su juego y la facilidad que tenía para trasladar la bola de un costado a otro. “La manejaba como si fuese un globo y siendo un alevín se movía con el arte de un juvenil con mucho futuro”, indica. De ahí que a Pacha, una vez redactado el documento y mandado a Madrid tomó las riendas de Óliver en Barcelona, siempre bajo la supervisión de Cordobés, el amigo de la familia que siempre peleó por el futuro del jugador.
Pese a los esfuerzos, Amorrortu y Rafa Juanes, director y responsable de la cantera rojiblanca, seguían con sus dudas, que poco a poco se fueron diluyendo con la puesta en escena de Óliver en cada partido. Luego llegó la Copa del Atlántico Sub-18 y el crecimiento de un humilde futbolista que va para estrella. Aún no lo es, pero no olvidará que hubo un informe que cambió su vida para siempre.