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SEVILLA 0 - CELTA 1

Una 'jaimitada' de Beto le da oxígeno al Celta de Vigo

Álex López aprovechó un error del portero para marcar el gol de un Celta que fue mejor en la primera parte. Apretó luego el Sevilla y Yoel evitó el empate.

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Los jugadores del Celta celebran el gol.
Los jugadores del Celta celebran el gol.EFE

Antonio Alberto Bastos Pimparel, Beto, portero del Sevilla, tenía apenas ocho años cuando Higuita intentó regatear a Roger Milla en la prórroga del Colombia-Camerún de octavos del Mundial de Italia (1990). Si no lo vio entonces, debieron pasarle vídeos. La querencia del portugués al juego con los pies (el miércoles en el Bernabéu probó a dar un pase a lo Laudrup, mirando al tendido, con la que estaba cayendo), condenó al Sevilla y liberó al Celta. Álex López aprovechó el presente, marcó 0-1 y premió la apuesta más formal y homogénea del Celta frente al caos inicial del Sevilla, al que Emery enderezó algo en el segundo tiempo, justo cuando Beto la lió. Estaba escrito que las imprudencias del portugués, portero resultón con alma suicida, le costarían un disgusto al Sevilla. Resultó esperpéntico.

Con ese amarillo que recordó los días no demasiado felices de Dassaev en Sevilla, Beto reclamó el protagonismo absoluto del partido desde el principio. En el minuto 29 había arrollado dentro del área a Augusto Fernández en una jugada que no tenía más historia. Beto sonrió con la complicidad de Martínez Munuera, que increíblemente no concedió penalti. Pero su histrionismo, su falta de control, ya anunciaba lo que sucedería después.

Sevilla y Celta, hermanados administrativamente desde aquel descenso no consumado de 1996 que está a punto de cumplir la mayoría de edad, empezaron a tumba abierta. Emery, con su apuesta de casa: 4-4-2 a pecho descubierto con Bacca y Gameiro como delanteros. Un equipo directo y con filo en los contragolpes. Pero un flan detrás. En 20 minutos, el Celta llegó cuatro veces ante el heterodoxo portero. Augusto y Charles se toparon con él y Santi Mina, con el palo. Enfrente, el Sevilla ofreció la velocidad de Gameiro y los esfuerzos de Bacca. Vitolo, brillante en el Bernabéu, también se dejó ver al principio, especialmente en un par de largas conducciones y un remate que mandó al limbo.

Para el Sevilla fue una mala noticia nombrar tanto a Beto en la primera parte. No sólo por la actitud suicida que demostró sino porque, como equipo, advertía que no tenía ningún control sobre lo que estaba pasando en el partido. Concluidos los habituales fuegos de artificio con los que engaña en los inicios de cada partido, el Sevilla se fue reduciendo a la mínima expresión pese a la casta de Bacca. Aunque el asunto aún estaba 0-0, Nervión se cansó. Pitos al descanso e inquietud. Equipo demasiado largo, con un océano de metros sin cubrir y asimétrico, al Sevilla le resultó imposible tener el control por su inferioridad en el medio. Resulta decepcionante que la suma de los partidos tampoco le dé empaque al Sevilla.

Emery entendió que estaba perdiendo la batalla y acudió a Cristóforo, alabado por los gurús futboleros por su equilibrio. El sacrificado fue Bacca, entregado a la causa y alborotador en la primera parte. Fue extraño, pero el Sevilla mejoró. Claro que el progreso tuvo que verse después del 0-1. El accidente, ya relatado, creó perplejidad en la grada y lastró al Sevilla, cuyo dibujo ahora sí fue más lógico.

Obligado por su gente, molesta por un error tan gigante, el Sevilla se lanzó contra la portería de Yoel. Otra vez, como en Liberec, con más corazón que orden. Pero con pasión. Se protestaron varias jugadas en el área y Rakitic trató de trasladar el balón a zonas peligrosas (algo mejor escoltado por el incorporado Cristóforo). Fue entonces cuando creció Yoel, portero a seguir. Su mejor acción fue una parada excelente a Vitolo con la pierna derecha después de un cabezazo al palo de M’Bià.

El Celta perdió estrella y ángel en la segunda parte. Su fútbol ya no fue tan redondo. Mitad por lo que ahoga la clasificación, mitad por los intentos del Sevilla, que pese a todo no pudo quitarse de la cabeza un error, el de Beto, que mete en problemas al tozudo Unai (él sigue creyendo en su idea) y que le perseguirá mucho tiempo. En Sevilla, ciudad sabia en fútbol, el runrún venía escuchándose hace días. Beto pasará malas noches. El fútbol es cruel y señala. Tal vez no lo merezca, pero es inevitable.