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Café, copa y fútbol | Luis Eduardo Aute

"Un mundo sin fútbol sería terrible. No lo quiero imaginar"

Luis Eduardo Aute (Manila, 1943) ve el fútbol con la emoción y la curiosidad con que viaja por la vida. No es hincha de ningún equipo pero disfruta con un buen partido.

Luis Eduardo Aute.
Felipe Sevillano

Ha empezado la Liga, ¿la vida recobra su sentido?

No estoy seguro de que la vida tenga algún sentido, pero sí creo que cuando vuelve la Liga reaparece el suspense de la vida, regresa el thriller, porque la vida sin fútbol es como unas vacaciones, un extraño y lánguido paréntesis.

¿Qué sensaciones le provoca el fútbol?

Debo confesar que no soy seguidor de ningún equipo. Este distanciamiento me acarrea muchos problemas. Cuando me hacen entrevistas suelen preguntarme de qué equipo soy, sobre todo fuera de España, y cuando les digo que no soy de ninguno cambian su trato y me miran como si estuviera enfermo, como si fuera alguien despreciable, y la entrevista demarra por otros caminos y deja de ser tan humana como estaba siendo hasta ese momento.

Por nosotros no se preocupe, le queremos igual.

Gracias pero quiero decir que me gusta el fútbol como juego, me gusta ver un gran partido y en ese momento disfruto mucho y me da igual quién gane.

¿Y cómo asiste a ese escenario en el que se mueven tantas pasiones y tanto dinero?

Es un mundo especial, mejor dicho, es una religión universal, la gente cree en el fútbol y lo adora como a un dios. Por ejemplo, Messi es dios El Messias. Curiosamente, a este Papa nuevo argentino le ha faltado tiempo para recibir a su admirado paisano Messi. Es decir, el representante de Dios en la Tierra ha recibido al Mesías. El fútbol es una religión y es impresionante cómo las estrellas son hoy los seres más populares del planeta.

¿Y eso le inquieta?

No, pero es interesante e históricamente importante y creo que falta un análisis serio y profundo sobre el fenómeno que es el fútbol. Hay muchos escritores e intelectuales que han escrito sobre fútbol, pero echo de menos un análisis riguroso, político y económico sobre el asunto. Creo que el hecho cultural que más globaliza al mundo es el fútbol.

¿Tiene que ver eso en la necesidad del ser humano de sentirse parte de algo, en este caso hincha de un equipo?

Es posible, por eso yo a veces me siento algo extraterrestre. En una de mis canciones, "¿Qué me pasa doctor?", hablo sobre ello y cuento que no tengo móvil y no tengo no sé cuantas cosas más y que no tengo ni equipo de fútbol, pero la cuestión que planteo es que me siento feliz y casi pido perdón por ello. Vivimos en el siglo de la soledad más profunda, estamos cada vez más solos y el hecho de pertenecer a un equipo te salva de ese aislamiento, por eso el fútbol es una fórmula liberadora que ayuda a sobrevivir en este mundo cruel. Es una terapia muy aceptable. Descargas adrenalina, emociones. Desahoga mucho. Un mundo sin fútbol sería terrible, no lo quiero ni imaginar.

¿Cuántas veces ha ido a un estadio a ver un partido?

La verdad es que sólo he ido una vez, exactamente al campo del Las Palmas. Caí por allí y me invitaron. Y desde la tribuna lograba entender algo el desarrollo del juego, tenía una visión adecuada, con perspectiva, pero lo que no me explicaba era cómo desde abajo, a ras de césped, los jugadores podían enterarse de algo, y los entrenadores, mucho menos. Eso me parecía milagroso.

¿Qué le parece la trascendencia suprema que tiene la figura del entrenador?

Creo que se la da más importancia de la que tiene. Está siendo más importante que el futbolista y eso no lo veo bien. Guardiola es más que Dios y Mourinho, más que el demonio y los jugadores aparecen como meros invitados del asunto. Pienso que por muy buen entrenador que seas si no tienes buena plantilla no va a ocurrir nada. La función del entrenador está sobrevalorada. Si no hay Messis ni Cristianos, eso no marcha igual.

¿Y si pudiera elegir, qué sería: futbolista o entrenador?

Sin ninguna duda, entrenador. No tienes que recorrerte todo el campo detrás del balón. Estás en tu banquillo, de vez en cuando te asomas, te luces, te dejas ver, haces cuatro aspavientos, pegas unos gritos y sabes que eres el foco de todas las cámaras, eres la estrella. Y, además, muy bien pagado. Eso, Guardiola y Mourinho lo hacían muy bien.

Todo es ponerse.

Quién sabe, pero hablo en serio. Quiero dejar claro que aunque no sea hincha de nadie el fútbol me gusta mucho, y disfruto viendo un buen partido aunque no me importe el resultado. Y creo que me gusta bastante más que a los que son fanáticos.

¿Qué factor cree decisivo en el fútbol?

Sin duda, el azar. En el fútbol el azar influye en un porcentaje muy alto. Y eso es lo que engrandece a este deporte, que no es del todo previsible. Que la pelota se desvíe un centímetro de más o de menos puede cambiarlo todo. Eso me gusta mucho, porque la vida es puro azar. Ahí están las quinielas, yo he llegado a acertar doce echando los dados.

¿En algún momento ha percibido algún ramalazo romántico en el fútbol?

Pues sí, ahora que lo dices durante una época me sentí muy cercano al Carboneras.

¿Cómo?

Sí, sí, al Carboneras, de Almería. En un año no ganaron un solo partido y decidí apoyar a ese equipo. Ni siquiera las familias de los jugadores iban al campo a verles. En un reportaje en televisión mostraron las taquillas del vestuario y las tenían llenas de estampitas de vírgenes, no tenían dinero ni para pagarle al árbitro. Me producían tanta ternura que me dije: este es mi equipo. Ahora no sé cómo van, pero desde aquí les envío todo mi cariño.

¿En sus viajes ha notado que le tratan de otra manera desde que España es campeona de Europa y del mundo?

Notas que España tiene más peso, hay un cierto respeto, pero no mucho más.

El fútbol ya no sólo es cosa de hombres, ¿cómo ve que haya cada vez más mujeres apasionadas de este deporte?

Está muy bien, sobre todo porque ya será más natural ver un partido en casa por la tele. También tiene que ver que ahora los futbolistas son más guapos, parecen estrellas de cine, antes eran de aspecto más recio y tosco. Ahora son todos modelos y han sustituido al ídolo rockero o actor.

Hay músicos, como Calamaro, que han escrito canciones a futbolistas, ¿usted a quién le dedicaría una?

Quizás se la haría a algún jugador que hubiera sufrido una desgracia jugando. Me impresionó mucho la muerte de aquel jugador del Sevilla (duda). ¿Puerta se llamaba, no? y a otro del Espanyol. Eran jovencísimos, estaban al comienzo de sus carreras y un maldito accidente lo entierra todo. De hacer alguna se la haría a ese perdedor absoluto.

¿Se ha planteado la razón por la que España es tan buena en muchos deportes de élite mientras que en otras disciplinas no estamos tan finos?

Es muy curioso, sí. No sé, en algo teníamos que despuntar porque no es un país muy obsesionado con la competitividad, ni tenemos un exagerado afán por la disciplina. Es una contradicción que no entiendo, pero bueno es que así sea.

A todo esto no le hemos preguntado nada sobre su gran oficio de artista. ¿Cómo va la gira de su último disco 'El niño que miraba el mar'?

Es una de las obras que más me emocionan. En un par de semanas me espera un largo viaje por Sudamérica, pero, sobre todo, quiero que pase muy rápido el mes de septiembre porque en breve cumplo 70 años y me parece muy fuerte.

Es un disco que incluye una película de animación que se llama 'El niño y el basilisco', un viaje impactante a través del tiempo.

Queda claro en la película que el paso del tiempo nos hace verdugos de nosotros mismos, nos convierte en monstruos por supervivencia. O te conviertes en un personaje monstruoso o te devoran los otros monstruos. Esto es una selva. La vida te enseña que ir de bueno es muy malo. Nos convertimos en basiliscos y devoramos al niño que fuimos. Sólo cuando nos enamoramos recuperamos a ese niño que miraba el mar.

Tiene escrito que la cultura y el amor es lo único que nos salva del desastre.

A mí me resulta imposible pasar por la vida sin tener curiosidad y la cultura no es más que eso, curiosidad por conocer el invento este en que nos han metido sin pedirlo. Y una manera de salvarte es perder la cabeza y la razón gracias al estado de enamoramiento. Vivir ese estado de gracia que enseguida se desgracia te hace olvidar el resto de las miserias. Todo tiene sentido cuando estás enamorado.

¿Le obsesiona el paso del tiempo?

No es tanto una obsesión pero sí una certeza advertir que existe algo que antes no existía, que es el tiempo. Sobre todo la sensación de que esto se acaba, y como hay un montón de cosas que no he hecho, o que las tengo a medias, me produce desasosiego no rematar.

Cumple ahora 70 años, ¿qué cree que le queda por ver?

Espero que sea algo muy distinto a lo ya visto porque lo que he visto no me gusta nada y temo que lo queda por ver sea bastante peor. Este es un mundo muy feo y espero que el ser humano encuentre el sentido de su propia vida.

Para acabar, ¿se atreve a explicarnos lo que es un fuera de juego?

Luego, en los postres.