Jorge D'Alessandro (Buenos Aires, 1949) defendió la camiseta y la portería de la Unión Deportiva Salamanca durante diez temporadas, nueve de ellas en Primera División, lo que le convirtió en el charro con más participaciones en la máxima categoría, con 292 encuentros. "Y todos los de la Copa y los 40 de Segunda División", presume orgulloso. Como técnico, ha ocupado el banquillo del Estadio Helmántico en tres etapas fugaces. Un clásico del club que, con 90 años de historia, el pasado 18 de junio comenzó su proceso de liquidación ante la imposibilidad de hacer frente a sus deudas.
-¿Aún le invade la nostalgía al pisar El Helmántico?
-Por supuesto, siempre es muy emotivo. Son casi 40 años, desde la llegada en el 74. Es una vida. Has llegado como un adolescente y ya tienes nietos. Toda mi vida ha estado relacionada con ese ambiente.
-El valor estimado del estadio es de 14,7 millones de euros. ¿Cuánto vale para usted?
-Yo creo que los monumentos que manejan la parte emocional no tienen un valor real, un valor calculable. Hay un valor intrínseco que es incalculable. No me quedaría con la friolera de ninguna cifra. Lo que se valora con el corazón no tiene precio. Allí se han dado grandes logros, grandes tristezas, todo lo que engloba el deporte. De eso trata el deporte.
-¿Cómo respira Salamanca estos días?
-La palabra clave es resignación. Yo creo que todavía la gente no ha reaccionado, existe una resignación a esta situación. No ha habido grandes manifestaciones ni para un lado ni para el otro. A medida que se acerque el inicio de la competición es cuando la gente se va a dar cuenta de lo que esto significa. En septiembre es cuando se va dar la gran tragedia.
-Usted entrenó allí en 2010. ¿Se veía venir?
-Era la crónica de una muerte anunciada, había cosas que se venían tapando, pero evidentemente el club estaba enfermo. Como muchos otros de la Liga española, esto merece una reflexión para el resto del fútbol. “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. Esto es un mensaje muy muy directo a dos organismos fundamentales: la Liga y la Federación Española. Ellos dos con la AFE tienen que sentarse en una mesa y empezar a tomar medidas sobre este aspecto. El Salamanca abre una nueva puerta a la realidad.
-¿Los clásicos de nuestro fútbol están en peligro de extinción?
-Clásicos y no clásicos. Se abre una nueva situación jurídica y económica que los clubes van a tener que respetar de una vez por todas. Como en Inglaterra o Alemania. Los organismos no deben andar con contemplaciones y sí cerrar la puerta a quien sea.
-¿Quién es el culpable?
-No creo que existan culpables concretos, hay que pensar de ahora en adelante. El fútbol español ahora se mueve así, es la coyuntura del “quiero y no puedo”. Estamos en una etapa de cambio y todo el fútbol español se pone con las orejas tiesas viendo sucesos como éste.
-Como charro con más partidos en Primera, esto será una pérdida personal.
-El récord que tengo es lo de menos. Tengo ese galardón y esa suerte, y queda para mi recuerdo. Pero en este momento lo más importante es el socio de a pie, la afición. Ellos son los auténticos damnificados. Lo personal va a un segundo plano.
-Ya se habla de una refundación deportiva, dejando atrás los excesos acumulados. ¿Le gustaría estar involucrado?
-Realmente no lo sé, eso es un fenómeno social que las autoridades deben llevar a cabo. Evidentemente yo siempre voy a estar en la puerta, al servicio del club. Y más en una época de crisis como esta. De momento no ha existido ese llamamiento, pero todo Salamanca está pendiente.
-Mayores sacrificios ha hecho usted por el Salamanca. Como volver al fútbol tras serle extirpado un riñón...
-En el 78. Fue en enero y yo reaparecí en abril, casi cuatro meses después. Había algunos médicos que lo desaconsejaron. Otros más progresistas, afortunadamente, respaldaron mi decisión, y el éxito fue tremendo. Pude seguir con las máximas garantías.
-¿Cuál es su primer recuerdo en Salamanca?
-Mi debut. En casa, ante el Elche. Ganamos 2-0. Saltar al Helmántico lleno hasta la bandera, con esa energía y esa ilusión, conmigo recién llegado a la ciudad. Por aquel entonces el estadio se llenaba siempre. Aquello fue algo inenarrable.
-¿Y su mejor vivencia?
-El ascenso a Primera División en 1982, en Burgos. La afición invadió la ciudad. Llevamos trenes, autobuses, la gente en sus coches... Movilizamos a unas 15.000 personas y terminó por llamarse 'invasión'. Fue el punto histórico más épico del club, y en que hubo mayor comunión, con una afición con gente de todos los estratos sociales, pero muy unida. Fue un movimiento social inmenso y se coronó con el ascenso.
-Mándele un mensaje a la afición.
-Soy absolutamente optimista. Las palabras 'humildad' y 'optimismo' van cogidas de la mano y son claves. Habrá fútbol, tendremos lo que realmente podamos pagar y el espectáculo que queramos dar. Estos elementos deben ir de la mano en medio de una crisis, no construir en base a algo ficticio que nos lleve a otra debacle.