Mundial Sub-20
Óliver Torres: "Hablo de Iniesta y Xavi y me pongo hasta nervioso"
Habla como si fuera un veterano, pero tiene la cara de un joven con el mundo por conquistar. Óliver deslumbra en el Mundial Sub-20 como ha hecho este año en el Atlético.
Nació con una pelota pegada al pie? No hay quien se la quite…
(Risas) Siempre he sido muy asociativo, aunque de pequeño era un chupón. Me gusta tener el balón, tirar muchas paredes, crear jugadas desde atrás. La Selección ha implantado ese estilo y encajo.
¿Un chupón, dice?
Sí, de verdad. Empecé en el equipo de mi pueblo, el San Andrés. Tenía 4 años y no me dejaban tener ni ficha. Luego me pasé a la Escuela Morala, otro equipo de Navalmoral de la Mata, mi pueblo, y luego tuve que salir a Barcelona.
¿Cómo fue aquello?
Fui allí a un campus de verano, en la Fundación Marcet. Gusté mucho porque tenía un estilo callejero y me dieron la oportunidad de estar un año con ellos trabajando. Al principio no quise porque no quería separarme de mis padres, tenía sólo 10 años. Pero luego vi que en mi pueblo no había salidas y decidí marcharme. Gracias a aquello ahora soy un jugador más maduro.
El apoyo de la familia sería importante…
Muchísimo. Mi padre y mi hermano siempre han tenido una gran ilusión por el fútbol. Tanto mi padre como mi madre se desvivieron porque mi hermano también tuviera la oportunidad que yo he tenido. Pero los recursos no eran los apropiados y conmigo se volcaron a muerte. Aún sigue jugando, aunque a nivel regional. Tiene 25 años y lo hace para divertirse. Mi padre, sin embargo, nunca jugó. Será que dos personas de una misma familia no pueden salir con la misma calidad (risas). Eso sí, es muy aficionado al fútbol.
¿Y lo de Óliver? ¿Es cierto que viene de los dibujos animados?
(Risas) ¡Sí! En esos momentos estaba sonando fuerte la serie Óliver y Benji y mi hermano metió presión a mis padres. Muchas veces pienso lo que he conseguido jugando en el Calderón, por ejemplo, y sé que mi hermano lo disfruta igual o más que yo.
No es fácil irse de casa siendo un niño, aunque sea para intentar cumplir un sueño.
El esfuerzo fue importante, está claro. Siempre que me planteo no sacrificarme por algo recuerdo aquello, aquellas noches llorando, aquellos kilómetros de distancia con mis padres, no poder darles un abrazo… Fue una experiencia única y la tenía que aprovechar. Mi padre es pensionista. Mi madre se levanta por las mañanas a limpiar portales. Los recursos eran pocos y todo lo que había me lo daban a mí para poder ser futbolista.
Eso se llama amor.
Los padres son así. Cuando su hijo tiene un sueño y una ilusión hacen todo lo posible porque se cumpla. Mis padres con más motivo, porque les costaba mucho poder intentarlo.
¿Y lo del Atleti, cómo surgió?
En Barcelona lloraba todas las noches. Lo pasé fatal. Por eso en el fútbol además de trabajar tienes que tener suerte. La mía fue conocer a Paco Cordobés, que me ofreció una prueba en el Atlético. Aún se lo agradezco. Tuve la fortuna de cruzarme con David Aznar y Mauri, dos entrenadores que me dieron la oportunidad de jugar para ellos. También fue una época dura. Mis padres tuvieron que hacer un sobreesfuerzo económico porque yo pudiera vivir en Madrid con mi hermana. El Atlético no podía pagarme el alojamiento y sin la ayuda de mis padres quizá hoy estaría jugando en el equipo de mi pueblo. Tenía 13 años, mi hermana 18. Acababa de terminar la selectividad y se iba a ir a estudiar a Cáceres. Pero dadas las circunstancias se tuvo que venir conmigo a Madrid.
Al menos mereció la pena…
Sí, recuerdo el primer día que entré por la puerta. Estaba muy nervioso. Pero si algo diferencia la cantera del Atlético de la de otros clubes grandes es que es como una gran familia, todos nos conocemos. Yo era un renacuajo que medía 1,47 y sin embargo no tuve problemas por ser el más bajito. Sólo tengo palabras de agradecimiento para el club. En el Atlético he hecho muchos amigos. A veces el fútbol te da más cosas de las que te quita.
¿Qué tal llevan en casa el impulso que está tomando su carrera?
Bien. Con tranquilidad. Aún soy un niño pequeño, aunque me esté convirtiendo poco a poco en adulto. Mi carrera ha avanzado mucho, pero los sueños no están cumplidos. Tengo infinidad que aún quiero cumplir. He cumplido el de debutar en el Calderón, pero si me quedo ahí sería equivocarme. Quiero seguir creciendo. Quiero cumplir más.
¿Qué pasa ahora cuando regresa a Navalmoral de la Mata, por ejemplo de vacaciones?
(rRsas) Siempre he sido un poco loco y ahora que soy más conocido me tengo que cortar un poco. Intento ser lo más natural posible. Me siento muy querido por la alegría que te transmite la gente, las ganas que tienen de ayudar, de mimarte. Poder hacer feliz a los niños es una satisfacción. Yo les digo que salgan del pueblo, que lo intenten, porque en el pueblo, aunque me dé pena, no van a encontrar salida.
Todos quieren ser Óliver, al igual que Óliver quiso ser…
Ronaldinho. Siempre fue mi ídolo. La alegría que derrochaba en el campo era increíble, aunque luego también he tenido otros referentes como Xavi o Iniesta. Pero desde pequeño siempre fui de Ronaldinho y hasta tuve simpatía hacia el Barça por él.
Con Ronaldinho no creo, pero con Xavi e Iniesta aún está a tiempo de jugar en la absoluta.
Ya que hablábamos de sueños, ese sería otro. Ojalá. Pero, sinceramente, ahora mismo son cosas impensables. Lo pienso y me pongo hasta nervioso. Hacer una pared con Iniesta… ¿y si se la devuelvo mal? (risas).
¿Jugar en el Calderón también es un sueño?
Desde luego. Entrar en el campo y que toda la gente te anime. Sabía que teníamos la mejor afición del mundo, pero vivirlo en primera persona es algo difícil de explicar. Te paras a reflexionar y te dan ganas de llorar de alegría. Cuando debuté, de hecho, a mi padre se le saltaban las lágrimas. Normal.
La gente de la casa es el mayor bien del Atlético, ¿no cree?
En el Atleti siempre ha habido ilusión por los chicos de la cantera. Fernando Torres fue un referente y ojalá todos los canteranos pudiéramos ser como él. Aunque ya no esté en el Atlético, todos los atléticos le quieren. Me encantaría parecerme a él en eso, saber que estuviera donde estuviera los atléticos me querrían siempre.
¿Asusta el vestuario de un grande como el Atleti?
¡Qué va! Siempre que he estado con el primer equipo me han apoyado. Pensaba que sería un poco diferente, que irían más a lo suyo, lo normal, pero desde el primer día nos ayudaron y aconsejaron a los canteranos. No me lo esperaba así.
La familia también vivirá un poco mejor, ¿no?
Ese es mi objetivo, mi ilusión. Quitar a mi madre de limpiar portales y comprar un terreno con perros de caza a mi padre, que sé que le encantaría. Trabajo para ello.
Y si lo consigue siendo campeón del mundo Sub-20, mejor que mejor.
En esas estamos. El equipo ha ido creciendo en el torneo. Ante Francia hicimos un gran partido con muchos jugadores nuevos. En la Selección estamos muy cómodos porque todos somos jugadores de características similares. Es una oportunidad estar aquí y hay que aprovecharla.
La Selección Española. Ni más ni menos. Los mejores de entre los mejores.
Impresiona, la verdad. La primera vez que vine fue con 16 años. Jugué con la Madrileña en Logroño y ahí estaba Ginés Meléndez, que me llevó a unos entrenamientos de la Sub-16. Mis padres no se lo creían, directamente. Fue algo fugaz porque después no volví hasta la Sub-18, cuando Lopetegui me llevó a la Copa del Atlántico. Para mí Julen ha sido mi mayor protección en la Selección. Ha confiado en mí y por eso quiero darle todo lo que tengo como recompensa. Después vino la Sub-19 y ahora la Sub-20. Es increíble.
No es tan increíble, no hay más que verle jugar. Es usted digno sucesor de los genios que han elevado el fútbol español a lo más alto.
Bueno, el futbolista español actual es de tocar, de tener calidad, pero también de apretar y ser agresivo en defensa cuando hay que recuperar. Tener esas características es lo que me ayuda a poder estar en la Selección. Ojalá sea por muchos años.