Manuel Pellegrini sacó lo mejor de Isco en la élite del fútbol

Arroyo de la Miel, cerca de Benalmádena, vio nacer hace 21 años a Francisco Alarcón Suárez, Isco, hijo de un matrimonio cuyo padre estaba ligado con el mar y hermano de Antonio Carlos, al que una lesión apartó del fútbol cuando prometía lo que él. Isco tuvo la pelota como pasión. Se tiraba horas jugando, hasta que comenzó a destacar en el Atlético Benamiel.

Tal era su talento que con 14 años, en un torneo con la selección andaluza, fue captado por un ojeador del Valencia. Lo que vio en él fue una asombrosa calidad para dominar la pelota y un físico peculiar, con el centro de gravedad muy bajo y una tendencia innata a engordar. En Valencia maduró mucho. El club le puso un plan específico y cuidó su alimentación. También hizo hincapié en los estudios.

La Selección le abrió las puertas. Estuvo en el Europeo y en el Mundial Sub-17. Su sitio estaba en la élite, aunque el Valencia no consiguió que fuera en Mestalla. Emery le hizo debutar en Copa ante el Logroñés, pero la falta de confianza en él y la propuesta del Málaga le movieron a aceptar el reto de cambiar de club con 18 años. En La Rosaleda, de la mano de Pellegrini, se confirmó lo que se presagiaba. Fue importante en la primera temporada y decisivo en la segunda. Su nombre sonó en la Champions y en la Selección, con la que debutó ante Uruguay en Qatar. Tras una exhibición en la Euro Sub-21 le llega su momento: fichar por un grande.